El número de dosis será limitado. Por ello, comités internacionales de ética ya planifican cómo será la distribución de la vacuna en cuanto esté disponible.
CON EL PASO DE LOS MESES, autoridades sanitarias, jefes de Estado y laboratorios de todo el mundo han emprendido una dura batalla en pos de desarrollar una vacuna que responda de forma efectiva y segura contra el COVID-19. México no se ha quedado atrás y en su momento anunció una alianza estratégica para la producción de la vacuna contra el SARS-CoV-2 que incluye a América Latina.
El pasado 13 de agosto, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, anunció la participación de México en una alianza que, junto a Argentina, trabaja para producir y distribuir la vacuna en América Latina y el Caribe como parte del proyecto de inmunización que el laboratorio AstraZeneca tiene en desarrollo.
De acuerdo con el canciller, esta es una oportunidad de “garantizar que la población de ambos países y de América Latina y el Caribe tengan acceso a la vacuna”. Ello implica que la producción será latinoamericana y que incluirá una transferencia de tecnología. Tanto la Fundación Carlos Slim como la Universidad de Oxford son parte de este acuerdo alcanzado.
Tras el anuncio, Carlos Federico Arias Ortiz, doctor en investigación biomédica del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, dice en entrevista con Newsweek México que esta oportunidad entre Argentina y México —con la asesoría de AstraZeneca— permitirá a estos países tener un acceso preferencial a las vacunas.
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“La colaboración de México en la Fase III, aun en la vacuna rusa, china o francesa, es buena. Creo que hay que participar en esos ensayos y esperar los resultados de esta fase, que son los que definen si una vacuna sirve o no”, agrega.
Noviembre será el mes en que el laboratorio presentará los resultados de la fase III. Si la vacuna resulta exitosa, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) —que es la autoridad regulatoria— autorizaría y emitiría la certificación para que México esté en condiciones de iniciar la producción de la vacuna, con un aproximado de entre 150 millones y 250 millones de dosis.
Arias Ortiz añade que, aunque se logre desarrollar una vacuna exitosa, el número de dosis siempre será limitado, pues no hay vacunas suficientes para los 8,000 millones de personas que hay en el mundo. Ante ello, comités internacionales de ética entablan pláticas para planificar cómo será la distribución de la vacuna contra el COVID-19 en cuanto esté disponible.
LA MAGIA DE LAS VACUNAS
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una vacuna es cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos.
“Hay diferentes tipos de respuesta inmune. En algunos casos, cuando las vacunas son exitosas, producen una respuesta inmune de naturaleza protectora que escuda al organismo cuando llega el virus real. Previene la infección o evita que la enfermedad sea menos severa”, señala el Dr. Arias Ortiz, quien en 2014 obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Fisicomatemáticas y Naturales.
Para cerciorarse de la efectividad de una vacuna, los especialistas que trabajan en ella aprueban previamente las fases correspondientes a su elaboración. En el caso del virus SARS-CoV-2, al cierre de esta edición había 21 vacunas en fase I; 13 vacunas en Fase II —ya terminadas—; y en Fase III, 8 vacunas.
Para producir una vacuna, es importante aprehender el virus y saber qué parte de él se puede utilizar para elaborarla; a este inicio se le denomina fase de investigación. Ya que se tiene un candidato de vacuna, se pasa a la fase preclínica, con pruebas en animales.
En esta fase se usan diferentes especies como ratones, hámsteres, hurones y monos. Todo depende del sistema-modelo que se tenga para la enfermedad, en particular del modelo animal. Si las pruebas en animales dan una buena respuesta inmune, se toma la decisión de iniciar con la fase clínica, que se divide en tres partes.
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En la primera parte de la fase clínica, los encargados de realizar las pruebas inician con un número reducido de entre 10 y 20 personas sanas y jóvenes para probar de nuevo la seguridad de la vacuna, descartar efectos adversos y que haya una respuesta inmune acorde con lo esperado.
En la segunda parte, el número de personas a vacunar asciende a cientos, con grupos de 100, 200 o 300 personas. Se busca verificar que en un grupo más amplio se tenga una buena respuesta inmune sin efectos adversos. En este punto ya hay una estratificación de la población.
Finalmente, en la tercera parte de la fase clínica se comprueba si la inmunidad de la vacuna sirve o no para proteger a las personas tras pruebas hechas a miles de voluntarios de lugares donde la epidemia esté activa, como México, Brasil y Estados Unidos.
Con la obtención de la vacuna para el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, la OMS alertó que la humanidad tendrá que fabricar y distribuir suficientes dosis de calidad para responder a la demanda mundial, a pesar de que especialistas han señalado que esta podría estar disponible en el primer semestre de 2021.
EL DEBATE DE LA DISTRIBUCIÓN
El Dr. Carlos Arias Ortiz comenta que la distribución de la vacuna ya es un tema que se debate en México y el mundo porque, al contar con diversos proyectos, es claro que el número de dosis que estará disponible será limitado.
“Hay muchas cuestiones éticas, de conciencia social, de conocimiento y de funcionamiento de la vacuna, en términos de qué tan eficiente es, si funciona igual en personas adultas de 65 años que tienen un sistema inmune más deteriorado contra adultos jóvenes”, menciona.
El especialista hace énfasis en que esta decisión implica considerar aspectos como grupos de alto riesgo con enfermedades graves, de manera general adultos mayores, personas con comorbilidades y, por supuesto, el primer grupo al que se debería dar la vacuna, el personal médico y trabajadores de la salud, quienes son los que están en mayor riesgo.
Para Arias Ortiz, también es importante contemplar a la gente con alta movilidad que usa transporte público, donde es más fácil contagiarse. Asimismo, es prioritario contemplar a las personas que tienen menor acceso a cuidados de la salud por razones socioeconómicas, así como gente que está de manera forzada en sitios de alta concentración como asilos, cárceles y psiquiátricos.
“Hay que definir la logística de la vacunación y priorizar. Esto no les gustará a todos porque, ciertamente, vamos a sentir que todos tenemos prioridad y derecho a que nos vacunen”, añade.
De acuerdo con el esquema de vacunación de la Secretaría de Salud, en promedio una persona mexicana debe tener, al menos, 12 vacunas en los primeros 11 años de vida. Sin embargo, hay vacunas como la influenza que deben aplicarse anualmente. Con la vacuna para combatir el COVID-19 se contaría con un elemento más en la cartilla de vacunación.
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En este sentido, mientras una gran parte de la población mundial espera tener una vacuna próximamente, existe un grupo de personas que, desde hace unas décadas, se manifiestan en contra de la vacunación al señalar que son peligrosas para la salud.
El Dr. Arias dice que México no cuenta con altos números de personas afines a este movimiento antivacunas, sin embargo, reitera que la vacunación es la intervención médica más exitosa en la historia de la humanidad.
“La población, tal como estamos ahora, no sería la misma sin las vacunas. Estaríamos mucho más atrasados y con problemáticas más serias para resolver cuestiones básicas de salud. Las vacunas como todas las intervenciones médicas que hay, tienen su riesgo, que en términos de beneficio es muy bajo”, concluye.