Desde tiempos inmemorables la lectura ha desafiado el sistema establecido. Hoy más que nunca este hábito se manifiesta como la máxima expresión de las libertades individuales.
“LA LECTURA TE SALVA como ser humano. La literatura es un canal para entender la vida. Te vuelve más humano. Después de leer Crimen y castigo, de [Fiódor] Dostoievski, ya no puedes ser el mismo. El escritor ruso te está diciendo cómo son los seres humanos”, expresa César Ramos, editor en Penguin Random House.
Pese a que cada año ven la luz miles de nuevas publicaciones, en México la población lectora ha disminuido. El más reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que, en el último lustro, el porcentaje de la población que leyó libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de internet, foros o blogs presentó un decremento, pues pasó de 73.6 por ciento en 2016 a 65.7 por ciento en 2020.
No obstante, el editor de Penguin Random House, uno de los sellos editoriales más prestigiosos de todo el mundo, mantiene la postura de que en este país sí se lee.
“Lo que pasa es que se leen contenidos que uno quisiera que no se leyeran, o que se leyeran además otras cosas. Que se leyera buena literatura, pero ahí enfrentamos un problema. Los contenidos de lectura a veces pueden ser muy pobres, muy comerciales o realmente malos. Sí, estoy de acuerdo en que no somos un país de lectores, pero de lectores de buena literatura. Eso sí, sin duda”, comenta en entrevista con Newsweek México.
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La encuesta señala que los estímulos para la práctica de la lectura que tuvo la población alfabeta en el hogar durante la infancia muestran que poco más de la mitad (58.6 por ciento) declaró tener libros diferentes a los de texto en casa y veía a sus padres o tutores leer (52.5 por ciento).
Con frecuencia, añade Ramos, se critica a las escuelas o a los maestros porque no inculcan a los niños el hábito de la lectura. También se cuestionan los programas como Biblioteca Escolar o Biblioteca de Aula. “Pero los niños no tienen que ser lectores por las escuelas. El hábito tiene que desarrollarse en casa. Si un padre llega del trabajo a ver una serie de Netflix, ¿de dónde quieres que un niño tome un libro?”, cuestiona.
El estudio del Inegi, realizado en febrero de 2020 a través del Módulo sobre Lectura (Molec), arroja que las principales razones declaradas por las que la población no lee fueron: falta de tiempo (43.8 por ciento) y falta de interés, motivación o gusto por la lectura (27.8 por ciento).
El Molec tiene como objetivo generar información estadística sobre el comportamiento lector de la población adulta que reside en áreas de 100,000 o más habitantes en México y, con ello, conocer las principales características de la práctica de la lectura en el país, información relevante que contribuirá en el fomento de este hábito.
El diseño del Molec se sustenta en la “Metodología común para explorar y medir el comportamiento lector”, publicada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
De acuerdo con las cifras del estudio, el grupo con mayor declaración de lectura cuenta con al menos un grado de educación superior. Más del 90 por ciento de esta población es lectora, ya sea de libros, revistas, periódicos, historietas o páginas de internet, foros o blogs.
Aunque existe mucha y muy buena literatura de autores clásicos, esta no es leída con frecuencia. “Porque no la leen nuestros hermanos, no la leen nuestros padres, no la leen nuestros maestros y no la leen nuestros gobernantes”, asienta César Ramos.
El reflejo de la falta de lectura de contenidos de calidad se exhibe a la hora de expresarse en un escenario público como las redes sociales. “Escriben pésimo, entonces eso demuestra que tampoco leen. Para qué criticas, para qué pierdes el tiempo en criticar si estamos en las mismas circunstancias. La gran literatura es leída por muy pocos”.
El editor explica que “la buena literatura” no es lejana y tampoco inaccesible, ya que existen ediciones a buen precio. El problema radica en que ese tipo de textos casi no son tomados en cuenta por los promotores de la lectura.
El 41.1 por ciento de la población alfabeta de 18 y más declaró leer al menos un libro en un año. La proporción disminuyó con respecto a lo reportado en 2016 (45.9 por ciento). La población que declaró leer libros en los últimos doce meses, en promedio lee 3.4 ejemplares por año.
“No se lee porque no quieres y se lee por gusto”, sentencia Ramos. Y explica que existen lectores comunes que desde pequeños tienen ese hábito o que sintieron inquietud por saber más, porque se engancharon con el autor y porque son fieles y leales a la causa de tener un libro y de querer saber más y aprender más.
Como un buen hábito de lectura, recomienda Ramos, tras una larga jornada de trabajo, que implica cansancio y estrés, al llegar a casa se debe dedicar una o dos horas a un libro y no al televisor. “Si decides no encender la televisión y leer el libro que te gusta, te acostumbras a leer. Es un hábito, es una costumbre. Por eso es tan importante que se dé desde la infancia. Cuando se es niño, por curiosidad hay un acercamiento”.
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¿LEER POR DIVERSIÓN O PLACER?
La escritora y lexicógrafa Laura García Arroyo expone que el hábito de la lectura no deja de ser un sinónimo de costumbre y, como tal, se tiene que construir. Se aprende y después se debería de ejercitar, convirtiéndose así en una necesidad que hará que la vida sea mayormente enriquecedora.
El acto de leer, considera, tiene que ser enseñado y debe ser visto como un ejercicio habitual y cotidiano. Al igual que Ramos, concuerda con que en casa siempre tiene que haber libros.
“Cuando se dice que se lee por placer o por gusto, esos gustos también hay que aprenderlos o hay que desarrollarlos. En el caso de los niños, son los adultos quienes deben presentarles diferentes géneros, autores y formas de lectura. Así se desarrolla el gusto, desde el acceso a las distintas posibilidades que ofrece la literatura”.
De acuerdo con la encuesta del Inegi, el motivo principal para la lectura de libros y revistas es por entretenimiento, mientras que la lectura de periódicos se asocia más con el interés por la cultura general. La temática más leída en los libros es la literatura, con 42.3 por ciento, seguido de los relacionados con alguna materia o profesión, libros de texto o de uso universitario (35.5 por ciento) y de temas de autoayuda, superación personal o religioso (27.5 por ciento).
“Yo separaría el gusto de la diversión o el placer de la diversión. Si comparamos la lectura con la diversión caemos en la trampa o en el riesgo de que siempre haya algo más divertido. Entonces, si yo solamente busco la diversión, cuando encuentre algo más divertido que leer voy a sustituirlo y me voy a ir.
“Es bueno leer por diversión. Pero no puede ser el único motor que nos mueva a la lectura, también está el sentir, el profundizar, el aprender. Así obtienes una versión más rica de ti mismo. La lectura es una fuente de sensaciones. Yo puedo leer algo que me haga reír, pero también puedo disfrutar y sentir placer. Un texto puede hacerme llorar o enojarme. Así accedemos a otro tipo de sentimientos”.
García Arroyo, conductora del programa televisivo La dichosa palabra y autora, entre otros, del libro Funderelele y más hallazgos de la lengua, considera que hoy en día se lee y se escribe más que nunca. Y que con nuevos formatos de lectura se abren mayores posibilidades de estar constantemente rodeados de palabras que tienen que ver no solamente con libros, sino también con revistas o periódicos.
A su vez, comenta que la internet, además de hacernos leer, también nos hace escribir. “Creo que sí se lee y se escribe mucho, el problema es cómo se lee y qué se está leyendo”.
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En ese sentido, explica, no es lo mismo la lectura que la literatura, diferencia sobremanera evidente si se considera que existe gran cantidad de artículos en las redes sociales que la gente está leyendo.
Empero, es posible que estos materiales no provoquen un gran impacto, contrario a la literatura, que sí tiene un trasfondo y una meta de transformación y de producir algo en el interior humano. Además, la experiencia que provoca es que el lector cierra el libro y no es la misma persona que comenzó a leerlo, asevera García Arroyo.
Con esa idea, la autora explica que en México es necesario buscar una manera de llegar a ese porcentaje de población que no se acerca a los libros. Conocer por qué no lo hace y tratar de darles incentivos e intereses que le hagan adentrarse en la lectura de literatura.
“El objetivo debería ser que, en este país, la media de lectura aumente, no tanto por los que leen mucho, sino por los que no leen nada y que aún no se han acercado de alguna forma a una lectura”, señala.
La autora propone que se desarrollen métodos para obtener indicadores que den a conocer las zonas en que hacen falta libros y el amor por la lectura. Ya que un motivo importante por el cual muchos no leen no es porque no les guste, sino porque no tienen acceso.
A su vez, recomienda no errar el proceso de introducción a la lectura.
“Tampoco puedes introducir a una persona en la lectura con un libro de [Friedrich] Nietzsche o con Rayuela, de [Julio] Cortázar. Debe haber buenos mediadores y promotores en las salas de lectura que sirvan de guías con lecturas sencillas y atractivas. Confío mucho en que ellos están haciendo o sembrando la semilla de la lectura. Es un camino lento y arduo, lamentablemente en muchos casos los resultados se verán a la larga y serán poco cuantificables”.
LEER ES UN ACTO DE RESISTENCIA Y DE FE
El escritor Benito Taibo es contundente al asegurar que la literatura le ha dejado todo. “Yo no sería quien soy. Y soy solo un lector. Soy un lector que escribe, pero finalmente un lector”.
Y añade que en México se está leyendo cada vez más y sobre una gran variedad de temas. Los jóvenes, dice, son quienes están acercándose mayormente a la literatura.
“Son ellos los que tienen mayor interés en todo tipo de lecturas. Por eso un lector que se inicia debe de leer lo que se le dé la gana. No son otros lectores, padres o maestros quienes deben decidir por ellos. No se les deben meter los clásicos a fuerza, ni tampoco el tiempo que deben leer.
“Las campañas de fomento a la lectura, para leer por lo menos 20 minutos al día, son una barbaridad. Hay que leer todo lo que puedas y cuando puedas. Leer es un acto de resistencia, de fe, de transmisión de conocimientos y de generación de sensaciones”.
Explica que, si se lee con tiempos acotados, por aplicación se estará repitiendo el viejo esquema por el cual los lectores se alejaron del libro. Hay que hacer que el libro sea un cómplice, un amigo, una tabla de salvación para el naufragio. Un paracaídas para el momento en que lo necesites, el libro es tu pareja, tu amigo, tu compañero y, además, es el espejo que refleja lo mejor y lo peor de nosotros y de los otros.
“Los clásicos llegan solos”, afirma. “Yo leí El Quijote a los 14 años y lo padecí, después lo leí a los 25 y lo disfruté enormemente. Los libros llegan a ti conforme vas creciendo, conforme te vas volviendo más crítico, más autocrítico y le pides mucho más al libro de lo que te está entregando. Tu bagaje cultural y tu manera de leer es determinante conforme vas aprendiendo a leer”.
Contrario a lo que se podría pensar, los clásicos se leen cada vez más entre los jóvenes y adolescentes. Sin embargo, según exhibe el autor de libros como Persona normal y La razón y la ira, es todo un proceso llegar a los clásicos.
“Un clásico es un clásico no porque sea antiguo, sino porque ha logrado superar el paso del tiempo y ha logrado superar los atavismos. Sigue teniendo los valores primigenios con los que fue escrito y sigue funcionando exactamente igual para el tiempo en que fue escrito y para este tiempo”.
El principio básico para convertirse en un lector, comenta Taibo, es despojarse de los miedos, despojarse de los prejuicios, de las vendas que se tiene en los ojos y que están creadas por el tipo de educación, y entrar virgen en el territorio de la mirada de los otros para poder reflejarse en ella.
EL FUTURO DE LA LITERATURA
De acuerdo con César Ramos, quien además de editor es poeta y escritor y ha publicado libros como Umbrales de la rabia y la convalecencia y De la vida retirada, en México hay grandes plumas, pero estas literaturas no se venden, pues comercialmente no funcionan.
“Y hay literatura que se publica casi de manera marginal y después de un filtro riguroso y exhaustivo o después de que un ‘loco delirante’ dice: esto es bueno, esto puede aportar, aunque no va a vender más de tres libros”.
Aunque cada vez surge mayor cantidad de plataformas de lectura, también hay riesgos, ya que lo primero que se multiplica son los libros comerciales.
“Entonces tendremos que pensar, las editoriales, cómo acercar a los lectores también a otras obras que tengan alto contenido literario, para atender a esos nuevos lectores que saldrán después de haber leído a Harry Potter o Crepúsculo.
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“Empero, se agradece que existan títulos como los anteriores si eso va a despertar el hábito de la lectura. Desde esa mirada, el futuro de la lectura podría ser prometedor. Tal vez a un niño que lee esas historias de más grande le llame la atención saber de dónde salieron estos personajes. Tal vez lea Drácula, de Bram Stoker, o Frankenstein, de Mary Shelley, o descubra a Robert Louis Stevenson y otros cuentos fantásticos de grandes autores de la literatura universal. No es descabellado porque se vuelven lectores habituales”.
Ramos reitera que en México sí se lee, pero contenidos de mediana calidad. El teléfono celular, opina, es uno de los artefactos que obliga a leer: “Aunque sea las redes sociales, o leer lo que otros hacen, o leer noticias, lo que sea, pero se lee. Y a veces se puede encontrar a un lector de obras literarias, y eso es hermoso.
“En mi caso, estoy acostumbrado a leer en papel, y si a eso le añades que mi padre era vendedor de libros, pues con mucha más razón. Pero no niego las plataformas, se tienen que consumir y pueden ser maravillosas. Porque yo puedo tener en casa 5,000 libros y ahora resulta que puedes tener muchos más en una tableta, un instrumento muy atractivo entre millones de personas; eso es increíble y el mundo funciona así, y si así se va a hacer que se lea y habrá un mejor futuro para las letras, pues que sea así”.
¿LITERATURA MEXICANA?
El lector puede tomar una obra pequeña de Isaac Bashevis Singer, como El mago de Lublin, y después de leerlo empezar a conocer o reconocer formas de pensar, angustias, preocupaciones existenciales o la idea de Dios. “No puedes pasar por esos libros sin sentir una especie de toque de luz o un toque de oscuridad o una electrificación espiritual. Porque eso es lo que te ofrece la literatura, además de entretenimiento, además de formas de pensar, te hace más humano, y eso es maravilloso”, explica César Ramos.
Sugiere que para introducirse en una muy buena literatura se puede iniciar con Pan, una novela muy bonita y sencilla de Knut Hamsun. En esta obra, el escritor noruego de principios de siglo cuenta la historia de un muchacho que desea ser escritor y que tiene que pasar por mil penurias.
En la lista añade El capote, de Nikolái Gógol. Y recuerda que Jorge Luis Borges aseguró que este era uno de los cuentos más hermosos que había leído. “Es un cuento tristísimo, pero insisto, habla del ser humano y de cómo piensa. Te deja una enseñanza preciosa porque muestra al ser humano sin matices, sin necesidad de convertir al personaje en heroico o miserable. Presenta al ser humano común”.
El editor afirma que en muchas ocasiones se relega la literatura mexicana y que hay escritores que no se han atendido por modas o por tendencias. Por ello habría que sumar a los autores que pueden servir como iniciación, como Francisco Rojas González y sus cuentos, sin dejar pasar nunca a Juan Rulfo.
“Los cuentos de El llano en llamas son un portento. Dicen que Gabriel García Márquez, al ganar el Premio Nobel de Literatura, dijo que él se lo hubiera dado a Juan Rulfo. Sirva este comercial para que la gente lea a Rulfo”.
Ello sin dejar pasar, añade, las novelas de Agustín Yáñez y Martín Luis Guzmán y a autores como Federico Gamboa con Santa y con un estilo como el de Nana, de Émile Zola.
“Puedes acercarte también con autores que son de corte clásico como [Guy de] Maupassant. Sus cuentos son maravillosos. Hay material y es accesible. Lo que sucede es que, en ocasiones, no hay quien se quiera ocupar o pueda ocuparse seriamente en casa de transmitirnos esas lecturas. Aunque sean autores que no te exigen más que tiempo y fervor”.