Miss Manners, la voz de la autoridad en todo lo tocante a la etiqueta, aborda el COVID-19.
Miss Manners, alias de Judith Martin, desde hace mucho ha sido conocida como la voz de la autoridad en todo lo tocante a la etiqueta. Aun cuando lo que parece normal en la sociedad actual tal vez sea muy diferente de lo que era hace pocos meses antes de que el COVID-19 se propagara por el planeta, las gracias sociales todavía son esenciales, aunque solo como una manera de mantener un poco de sentido del orden y de cordura cuando todo lo demás parece estar torcido.
En este extracto de su nuevo libro, Miss Manners’ Guide to Contagious Etiquette, la columnista y autora Martin, junto con sus hijos adultos, Nicholas y Jacobina, asumen el reto de conservar las interacciones corteses entre personas que en verdad quieren meter sus narices (idealmente, bien cubiertas) en los asuntos de otros en la era de la pandemia del coronavirus.
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¿Qué propósito o relevancia tiene la etiqueta en una época de distanciamiento social? Miss Manners desde hace mucho ha sufrido por la idea equivocada, pero popular, de que la etiqueta le concierne a la “sociedad” solo en el sentido de los ricos y frívolos, y la ilusión de que la gente normal se comporta con naturalidad. No hay nada que sirva mejor que el distanciamiento social como recordatorio de que la sociedad significa todos nosotros, y que comportarnos de la mejor manera nos beneficia a todos.
JUSTICIEROS DE LA SALUD PÚBLICA
Meterse en los asuntos de otros, que siempre ha sido un peligro importante para la etiqueta, ha asumido la responsabilidad noble de ocuparse de la salud pública. En la medida en que la gente va de un lado al otro, también hay justicieros que regañan vehementemente a extraños, si no es que hacen arrestar a los ciudadanos.
La lógica es que la etiqueta se suspende en una emergencia.
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Bueno, sí y no. Miss Manners no tiene reparo en suspender la regla de no gritarles a extraños cuando surja la ocasión de gritar “¡Ayuda!”, pero eso es una solicitud, aunque urgente, y no un insulto.
En la situación opuesta, cuando uno parece estar en peligro por causa de otros, se requiere de tacto, en aras de que sea efectivo a la par que respetuoso.
Todos sabemos las reglas con respecto a quedarse en casa cuando estás enfermo, guardar tu distancia y lavarnos las manos. Deben cumplirse.
Pero esto no le da licencia al tipo de persona que, en circunstancias normales, te diría que deberías casarte o divorciarte, tener o dejar de tener hijos y hallar o renunciar a un empleo.
Lo que están haciendo ahora es ordenarle sumariamente a la gente que se vaya a casa, sin saber por qué están afuera. Incluso las cuarentenas estrictas reconocen la necesidad de comprar alimentos y medicinas, ejercitarse y atender a quienes tienen necesidades graves.
Y no importa que esos disciplinadores también están afuera, o no estarían a la distancia de un grito.
Todos sabemos también que toser puede ser letal. Pero como te lo podrá decir cualquier artista, hay muchas toses que no dañan a otros, pero que podrían deberse al asma, el reflujo ácido, las alergias y estar en un lugar público. Tildar a dichas personas de enemigos públicos es de tan poca utilidad como es malvado. Incluso cuando se hacía en conciertos sinfónicos.
Pero ¿qué hay de quienes en realidad rompen las reglas básicas?
Entonces se requiere de tacto para ser efectivo. Reformar a los extraños solo funciona cuando se asume una buena disposición equivocada y les permite cumplir sin soportar una vergüenza pública, incluso si merecen ser avergonzados.
Querida Miss Manners: cuando se está en público, ¿cómo puedes pedirle con cortesía a la gente que conserve la distancia social?
Amable lector: mediante tratarlo como un problema común, en vez de mostrarse ofendido porque violen tu espacio. En vez de “hazte para atrás”, Miss Manners recomienda: “Creo que sería mejor estar más separados”.
Querida Miss Manners: tengo entendido que cuando andamos en una acera o sendero, uno debería andar en su lado derecho del camino. Y ahora, con el requisito del distanciamiento social, las parejas o grupos deberían caminar en una sola fila al pasar junto a otros que vienen la dirección opuesta para permitir un espacio de 2 metros de ser posible.
¿Cuál es la respuesta adecuada cuando la gente no entiende esto o decide ignorarlo? A menudo tengo que bajarme de la acera o del sendero a la calle o una entrada para auto con el fin de evitar a estas personas. Aparte de fulminarlos con la mirada cuando pasan, ¿hay una manera apropiada de informarles?
Querido lector: al no tener el poder de encerrar a la gente, la etiqueta pocas veces te garantiza que cambiarás la conducta de otra persona, solo que habrás hecho todo lo posible por ser menos rudo o no usar la fuerza.
Por eso los gobiernos se involucran en las pandemias. Miss Manners te asegura que cruzar la calle para evitar a alguien, desviarte hacia una entrada para auto y esperar o —presumiendo que no te pones en un peligro todavía más inminente— bajar a la calle hará saber tu punto. La mirada fulminante es opcional.
¿DECIR POR FAVOR?
Querida Miss Manners: ¿En qué momento se me permite adoptar un tono enojado y dejar de decir “por favor” después de solicitarle repetidamente a la persona detrás de mí en la fila que conserve la “distancia social de 2 metros por favor”?
En mi experiencia, la gente se hace para atrás un tiempo breve y luego se acerca poco a poco a mí, repetidamente. Tengo que admitir que el otro día dije lo bastante fuerte para que los demás lo escucharan: “Esta es la quinta vez que te he pedido el distanciamiento social que los Centros de Control de Enfermedades nos dicen que tengamos. ¿Qué te pasa?”
Finalmente obtuve la reacción que necesitaba. Estoy tan exasperada, que pienso en llevar conmigo un metro doquiera que vaya y usarlo como una espada para ahuyentar a los intrusos.
Querido lector: no, no, no. Solo terminarías golpeando a alguien con ese metro, añadiéndole violencia a una situación de por sí difícil. Además, es solo un metro, y necesitarías dos.
Incluso antes de la aparición del virus, Miss Manners notó que la gente se pone especialmente agresiva en las tiendas de abarrotes. (En otras filas también, pero especialmente en las tiendas de abarrotes. Tal vez, como les dijeron sus madres, actúan de esa manera porque tienen hambre.)
Y las correcciones de cliente a cliente rara vez tienen éxito. Para lograrlo no solo tienen que ser policías, sino que deben ofrecer una manera de guardar las apariencias para que el ofensor se retire. Tal vez: “No sé si me oíste, pero me preocupa el apegarnos a las reglas nuevas sobre guardar distancias”. Dicho en voz alta, debería motivarnos a todos a respaldarlo.
Es mucho mejor invocar la autoridad de un tercero. Podrías pedirle al cajero que le recuerde a toda la fila que conserve su espacio. Pero esto, también, tendría que repetirse. Por favor, sugiérele a la gerencia de la tienda la práctica que se ha instrumentado en algunos estados de colocar cinta a intervalos en el piso para marcar el espacio apropiado.
Querida Miss Manners: en estos días del COVID-19 y de aquí en adelante, ¿puedo ofrecerles a individuos con síntomas obvios de enfermedad (tos, estornudos, etcétera) un cubrebocas sellado?
Siempre me ha encantado el comportamiento de algunas culturas en Asia donde los individuos los usan automáticamente. Al paso de los años, también me he inquietado en silencio, en especial atrapado en aviones, cuando un individuo claramente continúa exhibiendo síntomas de enfermedad. Por lo general, llevo un cubrebocas o dos para mí, pero son mucho más efectivos para prevenir la transmisión de “gérmenes” que en protegerte de ellos.
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Uno nunca puede saber quién podría ser inmunocomprometido, por condiciones médicas o tratamientos médicos. “Me sobra un cubrebocas. ¿Te lo puedo ofrecer?”
Querido lector: ¿Quieres decir que el cubrebocas quirúrgico es el pañuelo de este siglo?
Bien podría serlo, pero siempre y cuando prestemos mucha atención a los protocolos siempre cambiantes (es el “de aquí en adelante” lo que hace pensar a Miss Manners).
Incluso hace poco, tu generosidad tal vez habría sido percibida como una acusación: que la persona en cuestión estaba obviamente enferma y no le importaban los otros. No obstante, a la hora de escribir esto, la mayoría lo vería como un ofrecimiento muy deseado, en un grado de valor similar al del papel higiénico y los pañuelos faciales.
Dado que tu intención todavía podría entrar en la primera categoría, Miss Manners sugiere que elijas tus palabras cuidadosamente. Las tuyas no son malas, pero ella sugiere que la entonación deje en claro que se lo ofrecerías a cualquiera, y que no estás atacando a esta persona en particular con base en su edad o su condición percibida. Incluso si, de hecho, esto no es el caso.
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Extracto de Miss Manners’ Guide to Contagious Etiquette. Derechos reservados © 2020 por Judith Martin, Nicholas Martin y Jacobina Martin. Publicado por Andrews McMeel Publishing.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek