En su adolescencia fue boxeador amateur, luego conserje y dibujante. Al crecer estudió arquitectura, y hoy es candidato a gobernador de Baja California. Nació en Torreón, Coahuila, donde vivió hasta los 17 años de edad.
Cuenta que de niño tuvo carencias. Como adulto le preocupa la niñez. Dice que los menores que más sufren son los que se desarrollan en la pobreza, y por eso, una de sus propuestas consiste en un programa para el diagnóstico de la familia, que permita identificar a niños con desnutrición con el fin de brindarles sostén alimentario y acompañamiento integral.
—Candidato, ¿cómo fue su niñez?
—Me formé en los barrios de Torreón, siempre vivimos a los orillas. Nunca tuvimos agua, me tocó acarrearla desde los 5 años hasta los 12. Fue un ejercicio que me permitió tener disciplina y convivencia con los niños del barrio, porque hacíamos fila en la casa que tenía agua, y mientras se llenaba el tambo jugábamos cualquier cosa. Jugábamos fútbol y baseball en los campos de tierra. En febrero y marzo hay unas tolvaneras tremendas, se oscurece todo, te entra tierra por todos lados. Fue una formación extraordinaria, es una época que recuerdo con mucho cariño porque puedo decir que cuando no tuve nada lo tuve todo. Con periódico hacías un papalote, con las cajas de cerillos hacías barajitas. Nunca tuvimos televisión, los sábados nos cobraban 20 centavos por ir a la casa de una persona que tenía. Me gustaba El Llanero Solitario, El Zorro. Siempre pedíamos a Santa Claus un disfraz del Zorro pero nunca me llegó. Me compraban lo que había, pero fue una convivencia muy padre, creó los cimientos de lo que soy ahora.
—¿Qué quería ser cuando era niño?
—Hay distintas etapas. Con el ejemplo de mi madre y la disciplina que me puso, sabía leer y escribir antes de entrar a primero de primaria. Me gustaba la historia. Había libros en la casa que traía mi padre: Los Miserables, de Víctor Hugo, los periódicos. Pensaba ser arquitecto o ingeniero, pero cuando entré en el barrio eran relaciones muy fuertes, siempre había gandallas. Entré a boxear de forma amateur, me fue más o menos bien. Un día se me presentó la oportunidad y me ofrecieron ir a pelear 10 rounds. Acepté, gané en el 3er round y por la primera pelea gané 100 pesos. Llegué al barrio donde se formaban en la fila de agua con la cartera llena de billetes de a peso. Le piché las sodas a todos. En la última pelea le gané al campeón de Yucatán, gané 3,500 pesos. Era previo a terminar la preparatoria y me estaba tentando ser boxeador profesional. Afortunadamente un tío me dijo: “Si sigues boxeando, después de 5 años vas a decaer. Pero si escoges una carrera en 5 años vas a empezar una nueva vida”. Yo había empezado a trabajar en catastro del estado en Torreón como conserje. A las 5 de la mañana iba a barrer ahí, y me iba a las 8 a la escuela. Había un dibujante para las escrituras en catastro. Le ayudaba a limpiar los puntos y un día que tenían que pasar un plano a limpio pero no fue el dibujante, me lo aventé. El jefe no lo podía creer y a partir de ahí cambié mi plaza de conserje a dibujante. Me convertí en dibujante y cuando me fui a estudiar a Saltillo tuve la oportunidad de que mi plaza de Torreón la cambiaran a Saltillo. Entonces en Saltillo estudiaba y trabajaba.
—¿Cuándo se interesa por la política?
—Metido como dibujante en catastro llegaban de muchas colonias a hacer trabajos de regularización. Me empezaron a plantear por qué no los ayudaba a hacer un proyecto. Hice una maqueta, fui a la asamblea y encontré algunos dirigentes que tenían un discurso muy radical y decían: “Aquí no queremos casitas, queremos una revolución”. Y dentro de la universidad en 1973 se da un movimiento porque había una junta de gobierno que imponía a los rectores. Nos unimos todas las escuelas y demandamos la autonomía de la universidad. Encontramos buena disposición del gobernador y del 73 al 75 se formó un consejo universitario. Me salí un tiempo para ir a la UNAM y estudiar una maestría en urbanismo de autogobierno. En el 81 fui candidato a director en la escuela de arquitectura. Gané unas elecciones muy complicadas, no querían que fuera candidato. Parece que es un karma que me persigue, siempre que quiero ser candidato sale un bronca.
—Y ¿por qué quiere ser gobernador?
—No es una aspiración que nazca de una obsesión o ambición personal. Es la postura a donde he llegado producto de haber conocido esta realidad durante mucho tiempo, haberme formado con esto que estoy diciendo, conocer y tener el diagnóstico de lo que está pasando en Baja California. No puedo guardar silencio ante lo que se avecina si llega la gubernatura a manos del ingeniero Bonilla, por los intereses que representa, por su historia. Por ejemplo, poner la desaladora es un proyecto que nace desde que él era presidente de la junta de agua de Otay, California, en 2011. Incluso le asignan dinero para cabildear. Este proyecto naturalmente no tiene como propósito generar certidumbre en el abastecimiento de agua para nuestro estado.
—¿Cuál cree que es el problema principal en Baja California?
—Yo digo que son cuatro: inseguridad, corrupción, impunidad e incompetencia gubernamental. Hay muchos otros que debes atender: la educación, la salud, pero estos le están pegando a todo mundo, a ricos y pobres. Y mientras esto no se arregle, el caos va a seguir existiendo. Estoy convencido que se debe crear un nuevo pacto refundacional. En el primer año podemos crear una política de acercamiento y construcción de consensos con todas las fuerzas políticas para conseguir ese acuerdo. Es lo que necesitamos: un corte de caja donde recuperemos lo mejor que se ha hecho en el pasado y desechar aquello que no. La opacidad es una de las características principales de la acción gubernamental.
—¿Tiene alguna propuesta para la niñez?
—Somos uno de los países que tiene los mayores niveles de desnutrición infantil, que tiene los mayores índices de mortalidad materna sobre todo en los estados del sur. Aquí hay mucho embarazo adolescente. Planteo un programa que se llame ‘Vida mejor para mujeres, niños y niñas’. Que actúe integralmente, 10 acciones para tener el diagnóstico de la familia, si hay un niño con desnutrición. Sostenerlo también es muy serio, no es un tema de simplemente darle alimento. Debemos tener una organización muy responsable. Estoy planteando la creación de consejos delegacionales, donde estén representantes de dependencias de los tres niveles de gobierno y representantes ciudadanos. De esta manera cuando menos generar los satisfactores básicos para que los niños puedan desarrollar sus tareas en mejores condiciones. Debemos tener el acompañamiento con escuelas. Sin esas bases hay mayores posibilidades de su incorporación al ejército de reserva del crimen organizado.