Durante 11 años, Iván Rivas Ramírez vigiló ductos e instalaciones estratégicas de Pemex y reportó haber descubierto a militares y gente del sindicato robando en estas tuberías petroleras. En exclusiva, describe cómo operaba el “Sistema” a cargo del general León Trauwitz, hoy bajo investigación judicial.
TENÍA 25 años cuando ingresó en el Ejército Mexicano. Iván Rivas Ramírez, soldado de tropa, se afanó en su adiestramiento y se graduó en todo cuanto pudo. Primero, como fusilero en la Fuerza Aérea; luego, como GAFE en la Brigada de Paracaidistas donde le dieron un reconocimiento y las emblemáticas “alas” por su desempeño; después, como especialista en Operaciones Especiales. Luego se volvió instructor de paracaidismo de oficiales del Colegio Militar.
Solo que, cuando el salario fue insuficiente para la manutención de su familia, pidió su baja. Supo que como agente de seguridad de Petróleos Mexicanos (Pemex) —o “especial” como les llaman los petroleros— podría ganar un mejor sueldo, vigilando ductos e instalaciones.
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Como varios de sus compañeros militares, Iván Rivas ingresó como empleado de la Gerencia de Servicios de Seguridad Física —la actual Subdirección de Salvaguarda Estratégica— de Pemex.
En mayo de 2006 lo asignaron al Departamento Local de Seguridad Física Salina Cruz para vigilar el Istmo. En su primera semana de trabajo detectó una toma clandestina de combustible: un depósito que conectaba una manguera con tinacos.
Pero no fue sino hasta cinco años después que descubrió algo más grave: a militares “ordeñando” ductos petroleros. Tan delicado asunto lo reportó a Pemex que decidió clasificar este caso como “confidencial”. Por vez primera decide revelar a Newsweek México este tema.
TOMAS CLANDESTINAS
En diciembre de 2011 Iván Rivas Ramírez viajaba a bordo de una camioneta Ram camino a la refinería de Salina Cruz, por la carretera transítsmica. Su compañero Víctor Manuel García iba al volante.
Se encontraban a la entrada del ejido El Igú, donde pasa el Poliducto Minatitlán-Salina Cruz. Acababan de concluir el patrullaje conjunto de la zona con militares del 13 Regimiento de Caballería Motorizado, a quienes recientemente habían dejado en sus instalaciones.
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Los “especiales” se dirigían a la refinería Antonio Dovalí para dejar por escrito su reporte sobre indicios de sustracción o fuga de combustible.
Fue entonces que Iván, jefe de la patrulla de vigilancia de Pemex, observó algo y miró de reojo a Víctor Manuel. Eran las 5:30 de la mañana cuando observaron sobre la terracería unas huellas de llantas remarcadas de vehículos pesados.
Todo “especial” tiene conocimiento de que este tipo de “rodadas” en el camino conducen a ductos petroleros y son un indicio casi certero de que se ha producido una toma clandestina.
Durante el celaje —como le llaman a la vigilancia que se hace a pie— un “especial” suele revisar si hay marcas de llanta, olor a gasolina o tierra removida. Por ello, esa mañana decembrina el hecho fue reportado de inmediato:
—Valenzuela, ¿dónde estás? —preguntó Iván Rivas por la radio.
—Voy por la base aérea —le respondió su colega, Gilberto Valenzuela.
—Vente en chinga porque nos vamos a meter a El Igú. Hay marcas de vehículos. Seguro allí le están dando —ordenó.
Esta última expresión refería que, en ese momento, podría estar ocurriendo una toma clandestina en esa área específica de San Blas Atempa.
García se detuvo un momento para que Valenzuela los alcanzara. Reunidas ambas patrullas se adentraron por la brecha. Conforme avanzaban, luces de lámparas sobre la terracería les hacían señas de que se retiraran.
—¿Qué hacemos? —preguntó García al volante.
—¡Síguete al derecho de vía! —apuró Rivas.
Cuando llegaron al ducto encontraron un camión militar Mercedes Benz pintado de verde. Estaba parado al lado de un pipa. Realizaban una toma clandestina. Cerca había varios contenedores, tambos de 1,000 y 200 litros llenos de combustible.
Rivas se quedó estupefacto. No podía creer que los propios militares del 13 Regimiento, que habían sido contratados por Pemex para vigilar los ductos, estuviesen participando en la “ordeña”.
“¡Los acababa yo de dejar en el Regimiento! Era personal que supuestamente nos ayudaban al patrullaje y ¡ellos eran los que robaban!” —cuenta Rivas en entrevista con Newsweek México.
Al ser descubiertos, le salió al paso un teniente. Casaca verde, dos barras en sus galones y al frente bordado su apellido: Valencia.
—¡Qué pasó Chuta! —le dijo a Rivas.
—¡Qué pasó! —respondió este.
—No hagas pedo, güey, ¿o qué, vas a hacer pedo? ¿Te vas a culear? —soltó, provocador.
La palabra “culear” entre militares es una gran ofensa. Rivas montó en cólera. Tan solo unos días atrás habían recibido un reporte de que un poliducto había sufrido una baja de presión —eso significaba que se había producido una toma clandestina—. Como el ducto se extendía a lo largo de 193 kilómetros, no lograban ubicarla. Rivas tenía encima las presiones de sus jefes, que los “pendejeaban, un día sí y otro también” por no encontrar la toma. Ahora tenía frente a sí a los “ordeñadores”. Eran militares del Regimiento que por un convenio pagado por Pemex a la Sedena patrullaban con ellos.
—¡Nosotros tenemos el pinche pedo de la toma y tú le estás pegando! —reclamó Rivas al teniente.
—Yo solo recibo órdenes superiores —reviró el teniente.
La discusión subía de tono mientras el camión y la pipa comenzaron a alejarse con la carga.
Por el radio, Rivas ordenó a sus patrullas seguirlos. Los “especiales” le reportaron que otro vehículo militar, un Hummer, les había salido al paso y los acababan de chocar. Los militares los habían bajado de las camionetas y los estaban golpeando.
—¡Nos están madreando! —escuchó por el radio.
—¿Y esas mamadas? ¡Se supone que ustedes están de nuestro lado! O ¿qué pedo? —le reclamó al teniente, mientras se acomodaba su AR15.
Rivas marcó luego su celular para notificar a la guardia en la refinería.
—¿Sabes qué? Personal del 13 Regimiento está robando aquí al tubo, tienen una pipa y acaban de salir, nos chocaron las camionetas y están madreando a la gente —reportó.
El teniente llamó a su vez al Regimiento. Especiales y Verdes permanecieron allí hasta las 7:00 horas, cuando aparecieron “los jefes”: del lado de los “especiales”, un teniente coronel retirado; del de los militares, un coronel en activo, con mayor grado.
“Nuestro jefe se le cuadró sin más. El coronel me empezó a gritar. Qué casualidad que aquí hagas tu vigilancia”, le dijo a Rivas.
Y prosigue su relato: “Yo me enojé mucho y le respondí al coronel de ellos: ‘Pues yo no tengo la culpa de que usted sea un pinche ratero’ ¡Y vamos a hacer el reporte a México!”, alcanzó a decirle a su jefe.
—¡Haz lo que quieras, pero lárgate de aquí! —le reviró el coronel.
En ese momento les quedó claro a los “especiales” que su jefe no los respaldaría. Era un coronel en retiro, de inferior rango que el militar en activo de la Sedena. Y “se le cuadró”, repite Rivas en su relato.
Los “especiales” acordaron que enviarían su reporte directamente a las oficinas centrales de Pemex. Con fecha del 14 de diciembre de 2011, reportaron haber identificado un camión militar y una pipa particular al servicio de Pemex Refinación con la razón social de una empresa de Ciudad de México.
También reportaron todo lo relativo a la toma clandestina y los varios contenedores llenos de combustible; y que cuando intentaron detenerlos, el teniente Valencia, con personal a su mando, había chocado las camionetas de Pemex. Que sus compañeros habían sido golpeados. Que al lugar habían llegado los dos coroneles pero que, a ellos, los “especiales”, los habían ignorado y desconocían a qué acuerdo habían llegado.
En Pemex su informe se clasificó como “reservado” por un periodo de 12 años, hasta el 14 de diciembre de 2023.
Días después, los “especiales” fueron transferidos de lugar. A Iván Rivas lo mandaron ahora a Nuevo León.
“TODO ESTABA ARREGLADO”
En la refinería y Terminal de Almacenamiento y Reparto (TAR) de Pemex, en Nuevo León, empleados y contratistas operaban un organizado sistema para robar combustible.
La mayor dificultad para los “especiales” era que, si detenían a alguno en flagrancia, tardaban más en ponerlos a disposición de las autoridades que en que el sindicato los liberara.
En su patrullaje nocturno, entre el 22 y 23 de septiembre de 2015, los “especiales” Iván Rivas y Mario Díaz vieron por el poliducto Cadereyta-Satélite, en Apodaca, una pipa al servicio de Pemex. Llamó su atención que llevaba solo uno de los dos tanques con los que debía circular. Al detenerlo, descubrieron que transportaba diésel robado de la refinería.
El chofer les confesó que había llegado de Tula, con una carga de MTE (Metil Terbutil Eter) para entregar en la refinería de Cadereyta. Que había descargado su embarque legal y que ahí mismo le habían cargado, de manera ilegal, 31,000 litros de diésel que debía llevar a una empresa de transporte ubicada en el Parque Industria Stiva.
El chofer les dijo que en la refinería “todo estaba arreglado”, y que por ese “jale” él recibiría 10,000 pesos. Les contó que había pasado por cada punto de revisión sin que nadie intentara siguiera detenerlo. Es más, que le habían agilizado la salida.
Los especiales lo pusieron a disposición de la PGR junto con el cargamento. Ellos indagaron que la empresa destinataria ya tenía establecida una cisterna para recibir combustible robado. Su idea era investigar más sobre los empleados de Pemex involucrados —incluso ya tenían enlistado al personal del turno que permitió la salida del chofer con el diésel robado—. Pero, una vez más: cuando les informaron a sus jefes, los “especiales” fueron de nuevo transferidos a otro lugar.
TRAUWITZ Y EL SISTEMA
En enero de 2013 llegó como jefe de los “especiales” el general brigadier Eduardo León Trauwitz, jefe de seguridad del presidente Enrique Peña Nieto.
Para darle más atribuciones y presupuesto a la dependencia que ocuparía, el director de Pemex, Emilio Loyoza, propuso al consejo de administración convertir la gerencia en una subdirección. Fue así como la Gerencia de Servicios de Seguridad Física se volvió la Subdirección de Salvaguarda Estratégica (SSE).
En marzo de 2014 se aprobó su ascenso, con autorización para comprar armamento, equipo, vehículos, vestuario, infraestructura para albergar al C5i en su centro de monitoreo y la llamada Escuela de Salvaguardia Estratégica, donde supuestamente se capacitaría a los “especiales”.
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En los libros blancos de Pemex se indicaba que “las nuevas instalaciones han permitido desarrollar actividades administrativas, operativas y de análisis de información, así como disponer de suficiente capacidad instalada para el desempeño de las actividades de la SSE, contando con altos niveles de seguridad y con la secrecía [sic] requerida por la naturaleza de las funciones desarrolladas”.
Bajo el manto de tal secretismo, revela el “especial” Iván Rivas Ramírez, “el general Trauwitz creó El Sistema”. Así le nombraron “para justificar que se combatía el robo”.
A los “especiales”, explica Rivas, “se nos ordenó dejar de incluir en los informes los detalles que identificaban a grupos del crimen organizado que ordeñaban ductos; ya no debíamos poner, por ejemplo, que el cártel tal o cómo nos salían al paso o cómo se apoderaban de los derechos de vía”.
Y continúa: “Pemex tiene personal de ductos, pero la instrucción era que nosotros debíamos dejar de reportar tomas y entonces debíamos nosotros mismos cortarlas con cizallas y cubrirlas, debíamos borrar evidencias; por ejemplo, si había vehículos la orden era deshacernos de estos, si traían combustible debíamos tirar el producto y luego desaparecerlos, tirarlos al río o quemarlos”.
Rivas asegura que en Pemex se comentaba que mientras a los “especiales” les ordenaban borrar evidencias, los militares cercanos al general coordinaban la permisividad del robo.
Las declaraciones que Iván Rivas Ramírez hace para Newsweek México cobran relevancia en la coyuntura de las investigaciones que, actualmente, lleva el gobierno federal sobre la supuesta vinculación del general León Trauwitz con el robo de combustible, así como de otros militares a su mando. Derivado de esas indagatorias, sus cuentas bancarias fueron congeladas y este bloqueo fue ratificado por el Poder Judicial.
Apenas el 10 de abril, León Trauwitz acudió a los juzgados en el Reclusorio Sur donde fue citado a comparecer en la indagatoria que la Fiscalía General de la República sigue en su contra, pero la audiencia debió diferirse para el mes de mayo, debido a que la fiscalía no entregó completa la carpeta de investigación correspondiente.
ÓRDENES Y DENUNCIAS
El 5 de octubre de 2016 los “especiales” Iván Rivas, Luis Alva Torres y Atilano Mendoza, el llamado Grupo Móvil Avanzado Mazatlán, patrullaban la zona del poliducto Topolobampo-Guamúchil-Culiacán.
En las inmediaciones del poblado Las Brisas, en Guasave, vieron una camioneta de tres y media toneladas blanca con cuatro contenedores de plástico con rejilla metálica, de 1,000 litros cada uno. Estaban a solo 40 metros de donde habían hallado una toma clandestina.
Rivas dice que a ellos se les dio la orden “de desaparecer el vehículo y tirar el hidrocarburo”. Eso, comenta, “era parte de El Sistema”.
Al respecto, manifiesta que, “como vimos que el poblado estaba muy cerca y podía ocurrir una fuerte contaminación o desastre, nos negamos”.
Y detalla: “la camioneta estaba atascada, tenía el clutch dañado y una llanta ponchada, no podía moverse, y así lo informamos a los jefes en la oficina, pero nos ordenaron desaparecerlo. Entre nosotros dijimos que no podíamos tirar eso, podíamos provocar un siniestro”.
En una serie de documentos de Pemex —cuya copia está en poder de este medio—, los “especiales” hablan de esas supuestas instrucciones que habrían recibido en el sentido de desaparecer el vehículo y combustible.
Tras informar en las oficinas de Topolobampo que no podían mover la camioneta, continuaron su patrullaje, monitoreando de cuando en cuando que la camioneta seguía allí.
A las 9:40 horas terminaron su turno, y Rivas refiere que no supieron más ni del vehículo ni del hidrocarburo. Sin embargo, cuatro días después, el 9 de octubre, los jefes les pidieron mostrarles el punto exacto donde había encontrado la camioneta.
Según versión de los “especiales”, en un documento escrito por el “especial” Luis Alva, dirigido a la SSE, el jefe de departamento, el militar Mayor de Caballería retirado, les preguntó:
“¿Por qué no tiraron el hidrocarburo? A lo que yo contesté: ‘No, jefe, eso no era posible, era mucho hidrocarburo y causaríamos una fuerte contaminación’. A lo que él respondió: ‘¿De qué departamento vienes?’. Yo le contesté: ‘Del departamento de Salamanca’, a lo que él me respondió: ‘Ahí está, allá en Salamanca han quemado muchos vehículos’. Yo le respondí que durante el tiempo que yo estuve en el departamento de Salamanca, yo personalmente nunca me vi en la necesidad de quemar ningún vehículo. Posteriormente nos retiramos del lugar sin más comentarios”.
Para el mes de diciembre Pemex abría un proceso contra los tres “especiales”, acusándolos de “omisión de denunciar un delito en materia de hidrocarburos”.
Iván Rivas Ramírez asegura que sus jefes le dijeron que debía firmar su renuncia voluntaria para llevar su proceso legal.
El 6 de febrero de 2018, el juez del caso resolvió a favor de los “especiales” al no encontrar elementos de prueba en su contra. Sin embargo, seis días después el apoderado de Pemex metió una apelación, la cual sigue en curso.
Newsweek México ha solicitado a los abogados de Pemex, a través del área de comunicación social, una entrevista para hablar sobre este juicio, pero al cierre de esta edición no se recibió respuesta.
Cabe destacar que, oficialmente, León Trauwitz recibió un presupuesto para compra de armamento para los “especiales”, según se informa en el libro blanco de Pemex. Sin embargo, en reportes del mismo periodo se subrayaba que los “especiales” carecían del equipo y armas necesarias para combatir el crimen organizado y poder vigilar apropiadamente las instalaciones de Pemex.
El pasado 15 de febrero, Iván Rivas Ramírez envió la documentación de su caso a la oficina de la Presidencia, como confirma la constancia que el área de Atención Ciudadana dio a su caso, cuya copia está en poder de este medio. En la misiva solicita que se le devuelva su empleo, pues asegura que “me sacaron por incomodar cuando hacía mi trabajo y desacatar El Sistema con que Trauwitz y su gente buscaban encubrir las evidencias del robo.
“El general —asegura— nos traicionó porque él era el encargado de la seguridad de Pemex y responsable de cuidarnos en nuestro trabajo, de darnos los medios para nosotros trabajar.
“Cuando yo me negué a borrar las evidencias era porque se ponía en riesgo la integridad física del personal que estaba en ese momento trabajando, y si en ese momento llega a haber un connato de incendio, una explosión, no pongo en peligro nada más la vida de los que están allí: el derecho de vía en Sinaloa pasa por debajo de las casas, debajo de los pueblos, y yo no me iba a aventar a llevarme en mi conciencia cuántas personas podrían morir”, relata indignado.
Y remata: “Los militares y exmilitares nos regimos bajo algo que se llama lealtad, honor; entonces, se supone que nosotros servimos para mejorar al país, y la tropa y oficiales siempre estuvimos en el frente, pero el general, no”.
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