TÚ ERES unas de mis brujas, a ti te estaba esperando —dijo el chamán con la mirada penetrante y pesada sobre Octavio—. Ven acércate, hoy estás aquí por algo, para curar, eres una mujer; ve tus manos: son de mujer.
La música sonaba suave, como si estuviera cansada y no quisiera alborotar el trance de los asistentes a la ceremonia, varios bailaban como dormidos, con sus cuerpos abandonados, narra Octavio en primera persona. El chamán balbuceaba, cantaba, daba sorbos de mezcal a cada uno de los presentes enajenados, cuenta. La hija del chamán cayó fulminada y unos temblores gobernaron su cuerpo. El lugar, describe, seguía sumergido en un sopor de acordes ahogados, olor a copal y bailes eufóricos.
—¿Qué le pasa? —preguntó Octavio.
—Ella tiene un problema, tú tienes que resolverlo, tú viniste aquí por esto, para sanarla, tú eres una bruja.
—¿Y qué hago?
—Canta, toca tu violín, tú tienes que resolverlo.
Octavio dice que sintió algo que recorría su cuerpo, venía desde adentro, bien adentro, de la médula, tal vez del corazón o ese huequito entre el pecho, las costillas y los pulmones; el alma, sí debía ser el alma, era una feminidad que nunca había sentido.
Tomó su violín que parecía diminuto entre sus manos, Octavio con sus casi dos metros de altura envuelto en poder físico, guayabera y sombrero sostuvo con un amor como de madre su instrumento, delicado y suave. Dos, tres, cuatro y más acordes le arrebataba al violín, pero con respeto y permiso, casi como un ruego para que esas cuerdas confortaran al terremoto que se apoderó de la hija del chamán, su cuerpo que ya no le pertenecía se convulsionaba cada vez más en el piso, relata.
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Si, la, si… do, si, la, sol… sol, y salió de ese mausoleo enorme, una voz que arrastró del tormento el cuerpo convulso de María. Sanaba, la batalla estaba terminando y como estandarte la voz de Octavio que ya no era suya, ya era otra, tierna, femenina y amorosa hasta la saciedad. Era ya, la voz de la Bruja de Texcoco.
La hija del chamán, continúa, empezó a sentirse bien, todos cantaron a coro y sanó, las convulsiones cedieron ante el ambiente dócil de canto que dirigía La Bruja de Texcoco.
—Soy la Bruja de Texcoco, lo que sea que esté aquí y atacando a María, no es bien recibido—dijo mientras el copal inundaba el ambiente.
—Eres una de nosotros, eres una bruja, usaste la magia para curar a María—respondió el chamán.
BRUJA FOLCLÓRICA
“De esa experiencia surrealista que puede suceder en cualquier rincón de México y que nos hace tan ricos culturalmente tomé el nombre de la Bruja de Texcoco y solita, La Bruja fue saliendo. Él chamán en esa fiesta vio en mí una feminidad que no había notado”, comenta Octavio.
Octavio es el canal que toma La Bruja de Texcoco para aparecer, existir y dar origen a una cantante de folclore mexicano, pero que reinterpreta y aborda esta música desde otra narrativa. La Bruja de Texcoco es una joven de 30 años, alta, enorme, con el pelo larguísimo y negro, barba meticulosamente arreglada, viste de tehuana y se maquilla de manera ostentosa para las fotos de la entrevista con Newsweek México. Entre instrumentos de cuerda, arpas, violines, jaranas y fotos de María Félix, Octavio da vida a su proyecto de música. La Bruja de Texcoco rompe el paradigma del intérprete.
“De niño muchas de estas cosas yo las deseaba hacer; de niño te hacen ver que está mal que no puedes explorar tu feminidad”.
Mi primera presentación ya como La Bruja fue en el foro Hilvana, en la colonia Roma, un amigo me maquilló “superdrag” y me peinó, llevaba una pachuqueña y vestido negro grande y flores, fue la primera vez que me atreví a travestirme.
—¿Qué sentiste en ese momento, enfrentarte a ti mismo así frente al espejo?
—Fue difícil, hasta me costaba trabajo verme al espejo, ya era otra persona totalmente, ya estoy aquí y así, y voy a tocar, fue demasiada euforia. Me sentí muy bien, tener por fin esa feminidad que nunca había experimentado.
—¿Y en casa?
—Al principio nadie sabía, y no pensé que la gente me iba a buscar tanto. Empecé a trabajar más y difundir en redes. Pero ahora con el mundo del internet, te ve todo el mundo, pero también te ve quien no quieres. En ese momento yo trabajaba en una escuela cristiana, daba clases de música, cuando se enteraron fue un momento incómodo. Al final yo decidí irme. Mi mamá me apoya mucho, me ayuda con los vestuarios y me hace faldas, también va a verme.
Pero no todo es tan chido, mi abuela no sabe y a veces me cuestiona por qué me pinto las uñas o solo dice “deberías buscarte una mujer y casarte, hacer una familia”. Hay algo atrás que es muy fuerte, la gente no está preparada, le da miedo la diferencia, en cualquier lado hay un problema.
—¿Quién es la Bruja de Texcoco?
—La Bruja es arreglarte, hacer música, el hacer todo para que funcione esto, yo empecé a cantar desde que me metí a estudiar música mexicana y aprendí a tocar el arpa. En la Escuela de Música Mexicana, en Garibaldi, aprendes a tocar un instrumento; pero mi maestro también me alentó a cantar. Desde niño estuve en contacto con el folclor, en mi casa escuchaban mucho a Amparo Ochoa y Los Folcloristas, mi abuelo es de Hidalgo y le gustaba mucho el huapango, recuerdo de niño sonaba en casa “La prietita clara”.
Octavio aclara la voz, entona y canta: “Qué bonito tu vestido, todo fuera y nada adentro, todo fuera y nada adentro, que bonito tu vestido”.
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—¿La música tradicional mexicana está dominada por hombres y el concepto de lo masculino y femenino?
—Hay versos muy machistas, muy misóginos. La Bruja busca esta inclusión e igualdad, pero tampoco ando con mi bandera de “mírenme”. No, La Bruja es travestirse y hacer música mexicana. Lo hago porque esa es mi esencia, la música y la feminidad. El machismo es algo que me ha controlado desde niño, la prohibición y limitante de cuando era niño no pudiera usar colores brillantes o jugar con muñecas. Ahora si puedo experimentar esta feminidad que de niño no tuve.
—¿Cómo recibe la comunidad LGBTTTI el proyecto de la Bruja?
—La comunidad lo está tomando muy chido. Pero es como en todo, hay gente que le va a gustar y hay gente que no. Pero he tenido buena aceptación, a la gente le gusta el proyecto, ver a la Bruja y su show.
—¿La Bruja puede ser la pionera y guía para la apertura de la música folclórica hacia otras formas de expresión?
—Sí claro, lo que hace La Bruja, en teoría no lo ha hecho nadie, pero en la tradición mexicana está llena de estas feminidades, en cualquier lugar de México hay manifestaciones de este tipo. En la Huasteca, en el carnaval los hombres, se travisten porque sienten que es lo más fuerte que hay, tienen que hacer algo que no les sea permitido socialmente para pedir por la cosecha y por eso se visten de mujer.
“También en Michoacán —agrega— están las ‘maringuías’, son hombres travestidos que guían el carnaval, o en el Estado de México con los ‘huehuenches; que van acompañados de una mujer francesa y es un hombre travestido. Esto ya existía, siempre ha existido en México y es parte del folclore. Mi música está llena de muchas cosas no solo de huapango o son jarocho, hay fusiones de música tradicional mexicana y composiciones mías, ponerte etiquetas es limitarte.
“Yo lo que hago es llevarlo a un escenario, pero en un nivel no de cotorreo o burla, es un plano más serio, bonito y con música. La Bruja lo que quiere es disfrutar lo que hace, para mí es una forma de vida, me ha ayudado en descubrirme a mí mismo, La Bruja trata de mostrarle a la gente que lo distinto y diverso es tan rico y que la gente acepte cualquier condición si necesidad de ser juzgado.
“Hago esto porque vivo en un país relativamente libre y democrático y aunque es un país muy machista con crímenes de odio, puedo hacerlo, salir y tocar así. Hay países donde no podría hacer esto”, explica.
—¿A qué le tiene miedo la Bruja?
Octavio suelta una carcajada mientras batalla para maquillarse y responde:
—¡A las cejas! A hacerme la ceja y la línea del párpado. No sé, tengo mil miedos, a enfermarme, al rechazo como todos.
—¿La experiencia más grata que ha vivido La Bruja?
—En una fiesta que me contrataron, una niña como de seis años se me acercó al final de la presentación y me dio un dibujo y me dijo “eres muy hermosa”, fue increíble.
—¿Has sufrido de discriminación y violencia?
—Claro, hay muchos tipos de violencia, desde comentarios en mi familia y de gente cercana e incluso de mujeres. Pero no vivo esperando el momento para señalar y gritar: ¡Tú, machista! Estamos tan acostumbrados al binarismo que al final para mucha gente yo sigo siendo un hombre con una falda. Hay gente que sufre y que llora, cuesta trabajo travestirse.
—Consejo para jóvenes que quieren empezar en este mundo.
—Que hagan lo que les gusta, el truco está en poder hacer algo que disfrutes y puedas vivir de eso.
—¿Qué sigue para la Bruja?
—Estoy por sacar mi disco “De brujas, peteneras y chachalaca”, tiene una colaboración con el poeta Mardonio Carballo y hacer una gira en algunos puntos de México y en otros países. También voy en el festival Bahidorá, es la segunda vez.
—¿Qué necesita la sociedad mexicana para acabar con la exclusión, discriminación y machismo?
—Pues nada; simplemente no meterse en la vida de los demás.