El relato del último testigo cooperante del gobierno estadounidense en el juicio del Chapo Guzmán este jueves fue el más gráfico de todos, y el único que da cuenta de asesinatos cometidos por el propio capo mexicano, con macabro lujo de detalles.
Aunque Joaquín “Chapo” Guzmán, de 61 años, no es juzgado por homicidio en una corte de Nueva York, sino por el tráfico de más de 155 toneladas de drogas a Estados Unidos, la fiscalía busca presentarlo ante el jurado como un hombre ultraviolento y despiadado, capaz de todo para proteger su negocio.
Isaías Valdez Ríos, alias “Memín” o “Memo”, que empezó a trabajar como uno de los sicarios del Chapo en las sierras de Sinaloa en 2004, contó en la corte que vio a su patrón matar a un integrante del cartel rival de los Arellano Félix.
Enterrado vivo
La víctima llegó hasta el campamento del Chapo con abundantes señales de tortura en el avión de Ismael “Mayo” Zambada, colíder del cartel de Sinaloa, dijo Memín.
“Venía quemado con una plancha en toda la espalda, la playera que traía estaba pegada a la piel, traía marcas de encendedor de carro en todo el cuerpo, los pies también quemados”, contó el testigo, de 39 años.
El Chapo se enojó porque se lo enviaban en mal estado, y lo dejó durante días encerrado en una suerte de gallinero, amarrado de pies y manos y con los ojos vendados. Al final, “ya apestaba (….) Estaba podrido”, dijo el testigo.
Finalmente, tras dos interrogatorios, el Chapo le disparó con su pistola .25, despidiéndose con la frase: “¡A chingar a tu madre!”.
Aunque el hombre seguía respirando, “así lo echamos al hoyo y lo enterramos”, contó Memín.
El estremecedor testimonio fue escuchado en silencio por los 12 miembros del jurado, que deberán decidir la suerte del Chapo. Si es hallado culpable, puede ser condenado a cadena perpetua.
Tras un tiempo como sicario, Memín empezó a trabajar para el Chapo como su secretario, y luego fue su hombre en Honduras, encargado de la compra de un terreno para construir allí una pista de aterrizaje clandestina.
Fue luego jefe de seguridad de sus hijos Iván y Alfredo y finalmente piloto del cartel, transportando cientos de kilos de cocaína y base de coca desde Colombia a México.
Zetas en Sinaloa
Memín contó también que vio al Chapo torturar y ejecutar a dos integrantes del cartel rival de los Zetas oriundos de Sinaloa.
Primero, contó, el Chapo pidió a sus sicarios que los llevaran a una enramada y los “calentaran”, golpéandolos para sacarles información. Luego llegó él, pidió un tronco grueso “y los empezó a torturar”.
“Las personas estaban completamente sueltas, los huesos todos quebrados, no se podían mover. Y el señor Joaquín les seguía golpeando con el tronco y con el arma también”, un rifle camuflado AR15 o un M16, relató.
El Chapo les decía ‘hijos de su pinche madre, ¿cómo es posible que (siendo de Sinaloa) trabajen con esa gente y nos estén traicionando’?”, agregó.
Luego el capo y su jefe de sicarios, el Bravo, montaron a unas cuatrimotos y cargaron en las parrillas a los enemigos. Los condujeron hasta frente a una hoguera que habían ordenado encender.
“Tenían una cara de asustados esa gente…”, dijo Memín.
El Chapo “le puso el rifle en la cabeza a uno, le disparó y le dijo: ‘¡A chingar a su madre!’. Hizo lo mismo con el otro”, dijo Memín.
Los tiraron a la hoguera. “Que no queden ni los huesos”, dijo el Chapo, según su pistolero Memín, que antes de comenzar a trabajar para el capo fue miembro de las fuerzas especiales del ejército durante siete años.
Cerca del fin
Memín fue arrestado en 2014 y hace casi cinco años que está en una prisión estadounidense. Su sentencia puede ser de entre 10 años y cadena perpetua, pero espera reducirla a raíz de su colaboración con el gobierno.
Calcula que ganó unos 300.000 dólares transportando cocaína para el Chapo. Pero cuando era un simple pistolero, ganaba mucho menos, unos 2.000 pesos mexicanos por semana (unos 175 dólares en esa época, 2004).
Trabajaba un mes y libraba otro, y debía dormir con otras decenas de sicarios en huecos que cavaban en la tierra alrededor de las cabañas donde se refugiaba el Chapo en las montañas de Sinaloa.
El juez Brian Cogan estima que la presentación de la evidencia por parte de ambas partes puede culminar la semana próxima. El Chapo es un posible testigo en su propio juicio, que terminaría en febrero.