Si vives con un perro, sabes cuándo está feliz y cuándo está triste, ¿verdad? Desde luego que sí. Incluso la comunidad científica admite ahora que los perros tienen emociones, aun cuando los investigadores no pueden medir directamente lo que experimentan esos animales.
Durante siglos, las personas han tenido una estrecha relación con los perros domésticos. En su Dictionnaire Philosophique de 1764, Voltaire observó: “Al parecer, la naturaleza le ha dado el perro al hombre para su defensa y su placer. De todos los animales, este es el más bello: es el mejor amigo que un hombre puede tener”.
Las investigaciones han mostrado una y otra vez el impacto positivo que tienen las mascotas en nuestra vida. De hecho, en un estudio realizado entre 975 adultos propietarios de un perro, se descubrió que en las épocas de dificultades emocionales, la mayoría de las personas tenían mayores probabilidades de recurrir a su perro que a su madre, a su padre, a sus hermanos, a sus mejores amigos o a sus hijos.
Por ello, no es de sorprender que los perros sean actualmente los animales que más se utilicen en terapia. Nuestros amigos caninos se utilizan cada vez más como participantes en distintos programas de salud mental, ofreciendo su compañía, relaciones felices y amor incondicional.
En el Reino Unido, Pets As Therapy (PAT, Mascotas como terapia) tiene más de 5,000 perros PAT activos, que se reúnen con alrededor de 130,000 personas cada semana. En Estados Unidos, el Club Estadounidense Kennel tiene un Programa de Terapia con Perros que reconoce a seis organizaciones terapéuticas con perros a escala nacional y concede títulos oficiales a los perros que han trabajado para mejorar la vida de las personas a las que han visitado.
Perros sanadores
Generalmente, se reconoce a Sigmund Freud como el pionero involuntario de la terapia asistida por perros. Durante sus sesiones de psicoterapia en la década de 1930, un chow chow llamado Jofi permanecía junto a él en su consultorio. Freud observó que los pacientes se mostraban más relajados y abiertos cuando Jofi estaba presente, y esto le ayudaba a establecer una buena relación de comunicación con ellos.
Sin embargo, el inicio oficial de la terapia asistida por animales se remonta generalmente a la Segunda Guerra Mundial, cuando una terrier de Yorkshire llamada Smoky acompañó al soldado William Lynne en sus visitas a hospitales de Nueva Guinea. Su presencia levantaba el ánimo de los soldados heridos.
A pesar de todo esto, no fue sino hasta la década de 1960 que se realizó el primer estudio de caso documentado de un perro trabajando como “coterapeuta”. El psicoterapeuta estadounidense Boris M. Levinson sostenía que la presencia de su perro Jingles daba una “nueva dimensión a la psicoterapia infantil”. A pesar de la oposición de sus pares, Levinson defendió ardientemente el uso de los perros como instrumentos terapéuticos.
Cómo sienten los perros
Si bien es indiscutible que los perros son muy buenos para entendernos, por desgracia, lo contrario no siempre es cierto. Un ejemplo clásico de esto es cuando alguien ha tenido un pequeño “accidente” en la casa y los propietarios del perro piensan que su mascota parece culpable. Pero para el perro en cuestión, esa apariencia no es más que sumisión y es una forma en que el perro dice “no me lastimes”, en lugar de admitir su culpabilidad.
Para los seres humanos, es muy difícil convencerse de que el cerebro canino no es capaz de comprender los conceptos del bien y del mal, y que sin esa capacidad no es posible experimentar la culpa. El perro que parece culpable simplemente tiene miedo de tu reacción ante la situación, generalmente, con base en experiencias pasadas.
Algunas de las principales dificultades que ocurren entre los perros y sus propietarios se deben a la incapacidad de los seres humanos de interpretar correctamente el lenguaje corporal del perro. Si combinamos esto con la idea humana de que los perros comprenden conceptos abstractos y pueden utilizar el razonamiento acerca de temas complejos, veremos que la situación está llena de problemas.
Hormonas perrunas
Otra manera de saber cómo se sienten los animales consiste en analizar su entorno hormonal. En diversos estudios se ha mostrado que cuando los perros son acariciados por sus dueños, presentan concentraciones elevadas de oxitocina. Entre otras funciones, se piensa que esta hormona ayuda a la relajación. Además, contribuye a formar lazos entre la madre y el hijo, y entre la mascota y su dueño.
Así que, aunque no podemos saber con seguridad cómo se siente un perro mientras realiza actividades placenteras, parece razonable pensar que la oxitocina produce en los perros sensaciones similares a las que experimentan los seres humanos, lo cual indica que sienten afecto y apego hacia sus dueños.
De manera similar, los perros que se encuentran en circunstancias desagradables muestran concentraciones elevadas de cortisol, que es la hormona del estrés. Una de las situaciones que produce esta respuesta de estrés es quedarse solo durante cualquier período de tiempo. Los perros son animales de manada y realmente necesitan compañía. Un perro solitario raramente es un perro feliz, y esto es algo que todos los propietarios de perros deben tener en cuenta al planear su vida.
Lo que todo esto demuestra es que para que los perros y las personas vivan y trabajen juntos, y para que ambas partes se sientan felices con ello, es vital que cada uno comprenda el estado emocional del otro. Aun si los perros y las personas no pueden comprenderse completamente unos a otros, parece claro que cada especie es esencial para el bienestar de la otra y que podemos ayudarnos unos a otros a ser más felices y más sanos.
Jan Hoole es catedrático de biología de la Universidad Keele, Reino Unido, y Daniel Allen es geógrafo de la vida animal, también de la Universidad Keele. Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de los autores.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek