El popote dura en nuestra mesa unos 20 minutos, mientras que en los mares persiste más de 100 años.
Por Valeria Enríquez / @ser_sustentable
Cambiar hábitos hacia un consumo más consciente, responsable y coherente con el planeta y sus problemas es una necesidad que lleva tiempo manifestándose como urgente.
Recientemente, la Semarnat lanzó la campaña “Sin popote está bien” con el objetivo de reducir el uso de este artículo y hacer conciencia sobre su impacto ambiental, pero el asunto de los popotes se inserta en un problema mucho mayor: la excesiva producción de plásticos, los residuos correspondientes y el lamentable destino final, que en su mayoría llega a los océanos y genera afectaciones a la vida marina.
Una de las historias más creíbles sobre el origen comercial de los popotes se debe a Harry Stevens, concesionario de alimentos que introdujo los hotdogs en el estadio de los Gigantes de Nueva York.
Stevens se dio cuenta de que cuando los fanáticos tomaban refresco dejaban de ver el juego, así que se las ingenió para elaborar unos tubos —en ese entonces de papel grueso— para insertarlos en cada bebida, lo que triplicó las ventas y aportó una nueva forma de beber los líquidos.
En contraste a lo simpático que suena lo anterior y según datos compartidos en la Conferencia sobre los Océanos 2017, el plástico ha causado la muerte de hasta un millón de aves y cerca de 100,000 mamíferos marinos de 600 especies, además de tortugas marinas en todo el mundo.
Además, como refleja una imagen de la campaña de Semarnat, el popote dura en nuestra mesa unos 20 minutos mientras que en los mares persiste más de 100 años.
Por esta y otras razones hay muchos movimientos en el mundo que promueven la no utilización de popotes a escala personal y en otros sectores como escuelas, restaurantes y cines para que a través de distintas acciones se sumen al esfuerzo.
Poco a poco vamos hacia un mundo sin pajillas de plástico, lo cual no implica que sea un mundo totalmente sin popotes, porque ya existen muchas opciones ecológicas y sustentables.
A continuación, algunas opciones que valen la pena:
Los comestibles. Elaborados con algas marinas, 100 por ciento compostables y degradables que puedes comer; incluso se disuelven en agua en 24 horas. Hay de caramelo, mango, chocolate, limón, vainilla y carbón activado.
De bambú. Los hay desechables —que se degradan en 15 días— y también lavables y reutilizables.
Los de papel. Elaborados con recursos renovables, biodegradables y compostables, son rígidos y no se suavizan en las bebidas.
Los de semillas de aguacate. Fabricados con resinas obtenidas por medio de las semillas de aguacate. Son popotes de bioplásticos que se degradan más rápido, entre 90 y 240 días. Esta tecnología fue creada por un estudiante mexicano que patentó su proceso y creó su empresa. Lo anterior, además de generar ciertos beneficios ambientales, abre puertas tecnológicas, profesionales y de emprendimiento, que también es un eslabón más de la sustentabilidad.
Los de vidrio. Los hay en distintos estilos, tamaños y para bebidas calientes y frías; son reusables, durables y por lo general encontrarás proyectos artesanales y locales que ofrecen este tipo de productos con un valor agregado de diseño y color.
Los de metal. Hay de acero inoxidable y de titanio, muy duraderos, y puedes encontrar proyectos creativos que elaboran este tipo de popotes como si fueran obras de arte.
Cáscara de mango. Son de bioplástico derivado de la cáscara del mango petacón: este, muy similar al de semilla de aguacate, es un proyecto chiapaneco reconocido en el mundo de la innovación tecnológica hacia la sustentabilidad ambiental.
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Koma, un homenaje a la alta cocina del mundo
El nuevo proyecto de los chefs Mikel Alonso y Gerard Bellver —reconocidos por Biko y Lur— es un restaurante y un bar, cada espacio con vida propia. Un día puedes ir a comer o cenar en mesas de manteles largos y, al otro, pasar a la terraza por un buen coctel en un ambiente mucho más casual.
La cocina de Koma es un homenaje a la alta gastronomía internacional, esa que emocionó y formó a toda una generación de talentosos chefs en todo el mundo. Mikel y Gerard ofrecen dos opciones de menú degustación y una selección de platos a la carta, desde la clásica crema de mejillones y ñoquis de papa con ragú de chamorro estofado, hasta un pollito de leche, un short rib a la bordalesa y las fabulosas setas a la provenzal con huevo pochado.
Si solo te apetece beber un trago, lo ideal es pasar a la terraza. Detrás de la barra está el mixólogo Luis Franklin, quien te servirá cocteles clásicos o las creaciones de Mica Rousseau, la mente detrás de la coctelería de Koma.
Las paredes, techos y pisos de color negro conviven de maravilla con detalles de madera y una iluminación perfecta en cada uno de los espacios del restaurante.
Para comidas, cenas de negocios o eventos especiales, Koma habilitó tres espacios privados, cada uno con una personalidad distinta. Pregunta por el privado de la cúpula, pequeño pero encantador.
Dirección: Paseo de las Palmas 781, Lomas de Chapultepec, CDMX
Facebook: @KOMApalmas
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Desayunos en el corazón de Coyoacán
Visitar Coyoacán es algo que turistas y locales deben hacer más de una vez en la vida: pasear a las mascotas, caminar entre los parques y fuentes, comprar artesanías en el mercado, tomar mezcal y probar tradicional comida mexicana.
Si llegas temprano a Coyoacán, las opciones para desayunar son pocas, pero con una es suficiente: Corazón de Maguey.
De martes a domingo, este restaurante ofrece una deliciosa variedad de comida mexicana en una novedosa forma de bufet a la carta por un precio fijo que incluye todo lo que quieras comer.
Para empezar, tienes que pedir la tetela de requesón, una delicia que puedes acompañar con una salsa verde preparada en casa. Después, los huevos ahogados: dos huevos pochados con nopales bañados en una salsa roja de chile de árbol.
Esta mezcalería y comedor es la opción perfecta para quienes buscan un desayuno sustancioso después de una larga noche de fiesta. Chilaquiles con salsa roja o verde, tamal ranchero de chicharrón prensado, enchiladas o tacos de tasajo, todo esto combinado con una deliciosa variedad de jugos que tienen la misión de volverte a la vida.
Y para hacerte más feliz, sí, también hay birria, pancita, pozole verde y caldo tlalpeño para curar el alma.
Si eres de los que no puede terminar una comida sin disfrutar de algo dulce, te recomendamos el tamal de chocolate, una variación del clásico tamal dulce que te dejará completamente satisfecho.
Dirección: Plaza Jardín Centenario 9, Centro de Coyoacán, CDMX
Facebook: @corazondemaguey