Mientras continúa la encarnizada guerra en aquel país de medio oriente, los legisladores estadounidenses cuestionan el cauteloso papel de Estados Unidos en la peor crisis humanitaria del mundo.
El Congreso pocas veces se enfurece por una guerra intestina en una tierra tan lejana donde los soldados estadounidenses no están sangrando y muriendo. Pero en una rara excepción, a estos funcionarios les preocupa profundamente la función del Pentágono en la guerra civil de Yemen, un conflicto que ha diezmado a la población civil, ha provocado una mortífera hambruna y ha desatado lo que funcionarios de salud califican como el peor brote de cólera desde que existen registros históricos.
Por primera vez, desde el inicio de la guerra en 2015, los legisladores estadounidenses dan pasos concretos para detener o restringir severamente la venta de armas a sus aliados de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que son los líderes que respaldan a una coalición árabe que combate a los rebeldes yemeníes, a los que se considera como representantes de un enemigo común: Irán. Gran parte del daño provocado por la guerra, señalan observadores independientes, ha sido causado por ataques aéreos saudíes y de los Emiratos, en los que se han usado aviones de guerra y municiones de origen estadounidense y británico, lo que ha llevado a distintos grupos de derechos humanos a acusar a Washington y Londres de ser cómplices en la agonía de Yemen.
En medio de esas acusaciones, el senador Bob Menendez de New Jersey, el demócrata de más alto nivel en el Comité de Relaciones Exteriores, bloqueó a finales de junio la venta de bombas inteligentes, propuesta por el gobierno de Trump, con un valor de 2,000 millones de dólares, a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. (Las reglas del Senado permiten que cualquier miembro mantenga una venta de armas. El bloqueo puede levantarse mediante lo que se conoce como votación de clausura, que solo puede ser aprobada por la mayoría del Senado). “Me preocupa que nuestras políticas… mantengan un conflicto que ha producido la peor crisis humanitaria del mundo”, dijo.
El senador Bob Corker de Tennessee, presidente republicano del Comité, también ha expresado sus dudas sobre la estrategia que está detrás de la ayuda estadounidense a la coalición árabe; la cual comprende la participación en un bloqueo naval a los puertos controlados por los rebeldes. Una disposición obligatoria en el proyecto de ley anual de políticas de defensa, en el que se ordena al Secretario de Defensa James Mattis que investigue si Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos cometieron “flagrantes violaciones a los derechos humanos reconocidos internacionalmente” cuando utilizaron los aviones de guerra, las bombas y el suministro de combustible durante el vuelo proporcionados por Estados Unidos, para atacar repetidamente objetivos civiles. Tales crímenes violarían las leyes estadounidenses y descalificarían a ambos países del Golfo Pérsico, que durante décadas han sido destinatarios de cientos de miles de millones de dólares en equipo militar estadounidense, de recibir cualesquiera armas o ayuda militar por parte de Estados Unidos.
Una segunda disposición del proyecto de ley, que el Congreso aprobó el 1 de agosto y que se envió al presidente Donald Trump para firmarla, le exige al Pentágono que determine si algún personal de Estados Unidos participó en interrogatorios en más de una docena de prisiones controladas por los Emiratos Árabes Unidos en Yemen, donde según informes, los prisioneros han sido torturados. Y, una disposición más, restringe el apoyo militar estadounidense a la campaña de la coalición árabe en Yemen, a menos que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos disminuyan el número de muertes de civiles, resuelvan la crisis humanitaria y apoyen el intento de Naciones Unidas para establecer una tregua entre las partes en guerra.
Stephen Seche, ex embajador estadounidense en Yemen, señala que las disposiciones del proyecto de ley de defensa en relación con ese país no tienen precedentes. “Esto es algo que el Congreso nunca antes había autorizado”, declaró a Newsweek, “y subraya la creciente oposición en el Senado y en la Cámara con respecto al creciente apoyo de Estados Unidos para la coalición encabezada por Arabia Saudí”.
DIRIGIENDO DESDE LAS ALAS
El conflicto estalló en 2014, cuando una fuerza rebelde compuesta por houthis, una numerosa tribu chiita zaidiana, se levantó tras muchos años de discriminación y desdén oficial para derrocar al gobierno de Yemen. Al descender desde las montañas a lo largo de la frontera con Arabia Saudí, los houthis tomaron el control de Sanaa, la capital, así como del puerto de Hodeidah en el Mar Rojo, y de un gran territorio del noroeste de Yemen, donde vive la mayor parte de la población del país, compuesta por 25 millones de personas.
Al año siguiente, Arabia Saudí encabezó una intervención militar para restituir a los líderes del país. El importante apoyo tras bambalinas de Estados Unidos comprende dar a los saudíes inteligencia militar y aprovisionamiento de combustible durante el vuelo, de manera que los aviones de guerra de la coalición puedan realizar más misiones de combate. La razón: contrarrestar la función de Irán en el conflicto.
Estados Unidos afirma que Irán apoya a los houthis con armas, dinero y entrenamiento militar. Teherán niega toda relación militar, lo cual funcionarios de inteligencia estadounidenses y europeos desacreditan, pues aseguran que hubo numerosas destrucciones mediante bombardeos sistemáticos efectuados por la marina estadounidense y francesa, cerca de la costa del Mar Rojo, controlada por los houthis, de barcos que transportaban cargas ocultas de armas pequeñas y partes de misiles provenientes de Irán. Teherán está del lado de los houthis, señalan funcionarios actuales y antiguos de Estados Unidos y Arabia Saudí, para extender la influencia iraní por todo el Medio Oriente. El apoyo a los houthis, añaden, también es una forma barata en la que Irán puede sangrar a los saudíes (su mayor rival) en la feroz competencia para dominar la región.
Un ejemplo de la utilidad de los houthis para Irán sucedió a finales de julio, cuando los rebeldes atacaron dos buques cisterna en la costa yemení, lo que hizo que Riad, la capital de Arabia Saudí, detuviera los envíos de petróleo a través del cercano Estrecho de Bab el-Mandeb, un importante corredor de cerca de 5 millones de barriles de petróleo al día. Para los houthis, el ataque a los buques cisterna fue una venganza por los ataques aéreos saudíes. Sin embargo, para Irán, también sirvió como una venganza ante los esfuerzos de Trump de interrumpir sus exportaciones de petróleo tras retirarse del acuerdo nuclear iraní.
Hasta ahora, el Congreso había aprobado los acuerdos de armas para Arabia Saudí y los Emiratos, provocando pocos debates públicos. Sin embargo, después de más de tres años de lucha, la coalición árabe, que es el único bando en el conflicto que cuenta con aviones de guerra, ha producido un sorprendente registro de muertes de civiles y la devastación de la infraestructura civil de Yemen. Granjas, hospitales, escuelas, y estaciones de distribución de agua y electricidad han sido destruidas por las fuerzas de la coalición árabe, utilizando, en gran medida, aviones y bombas proporcionados por Estados Unidos, de acuerdo con Naciones Unidas y organizaciones internacionales de ayuda. Ambas partes han participado en acciones que equivalen a crímenes de lesa humanidad, señala Naciones Unidas.
Además de las decenas de miles de personas muertas y heridas y de los 3 millones de desplazados, otro millón de personas padecen cólera, en lo que la Organización Mundial de la Salud ha calificado como la mayor epidemia de esta enfermedad en la historia moderna. Alrededor de 50,000 personas, de acuerdo con la OMS, ya han muerto de cólera. Mientras tanto, el Comité Internacional de Rescate calcula que la hambruna está expandiéndose, poniendo a más de 8 millones de personas en riesgo de morir de hambre.
Alrededor de 22 millones de personas, es decir, más de tres cuartas partes de la población del país, dependen ahora de la ayuda internacional para obtener alimentos y medicinas, que pocas veces pueden llegar a ellos debido a la guerra, señalan funcionarios de Naciones Unidas. El secretario General António Guterres calificó a la difícil situación de Yemen como “la peor crisis humanitaria del mundo”.
Grupos de derechos humanos afirman que no se trata solo de la gran cantidad de equipo militar avanzado que Estados Unidos y el Reino Unido han vendido a Arabia Saudí y a los Emiratos lo que los convierte en cómplices de la crisis. También es el tipo de armas. Amnistía Internacional ha documentado que la coalición árabe utiliza en su campaña aérea municiones en racimo fabricadas en Estados Unidos y en el Reino Unido. Dichas municiones, prohibidas por las leyes internacionales, dispersan grandes cantidades de pequeñas bombas sobre una amplia área, algunas de las cuales no explotan al impactar, convirtiéndose en minas de facto que detonan cuando alguien las toca.
Preocupado por las víctimas civiles en Yemen, el gobierno de Obama bloqueó la venta de bombas en racimo a Arabia Saudí en 2016, sin embargo, meses después, el Congreso, dirigido por republicanos, incluyó una disposición en el proyecto de ley de defensa para el año fiscal de 2017 en la que se levantaba la prohibición, diciendo que esta última “estigmatizaría” al arma. El proyecto de ley se consideraba como de aprobación inminente, y el presidente Barack Obama lo firmó para convertirlo en ley.
“No existe ninguna explicación razonable por parte de países como Estados Unidos y el Reino Unido que pueda justificar su continuo apoyo y los irresponsables flujos de armas a la coalición encabezada por Arabia Saudí”, dice Lynn Maalouf, directora de investigación sobre el Medio Oriente de Amnistía Internacional. “Dichos flujos han provocado un enorme daño a Yemen durante tres años”.
Al ser cuestionado por legisladores a principios de este año, el General Joseph Votel, comandante de todas las fuerzas estadounidenses en Medio Oriente y Asia Central, admitió que después de que los aviones tanque abastecen de combustible durante el vuelo a los aviones saudíes y de los Emiratos, el personal militar estadounidense no supervisa las municiones que lleva los aviones de guerra ni los resultados de los ataques aéreos.
UNA CRECIENTE HUELLA DE ESTADOS UNIDOS
Otra preocupación importante para los legisladores es lo que parece ser una huella creciente del ejército estadounidense en la guerra de Yemen. En un reciente informe del New York Times, confirmado por Newsweek, se indica que alrededor de 50 Boinas Verdes y analistas de inteligencia estadounidenses están en el territorio, en una base militar de la sureña ciudad saudí de Najran, para ayudar a las fuerzas saudíes a localizar y destruir arsenales de misiles y sitios de lanzamiento de los houthi justo al otro lado de la frontera, en el norte de Yemen. Funcionarios estadounidenses afirman que los houthis han disparado al menos 100 misiles contra Riad, así como contra instalaciones petroleras y bases militares. También han disparado miles de misiles de corto alcance en pequeñas ciudades del sur de Arabia Saudí.
La presencia de soldados estadounidenses en la zona de guerra contradice las repetidas garantías del gobernador Trump de que su apoyo a la intervención árabe se limita estrictamente a la venta de armas, a compartir inteligencia, abastecimiento de combustible en vuelo y a la participación de un bloqueo naval de los puertos houthi.
En medio de preocupaciones de que la misión estadounidense se prolongue demasiado en Yemen, el senador Tim Kaine, miembro demócrata del Comité de Servicios Armados del Senado, ha acusado al gobierno de Trump de borrar deliberadamente “las líneas que distinguen a las misiones de entrenamiento y equipamiento del combate” en la guerra de Yemen. El senador desea que el Congreso actualice la autorización de 2001, que presidentes sucesivos han utilizado desde entonces para llevar a cabo acciones antiterroristas.
La nueva medida, a la que Kaine dio forma junto con Corker, el senador por Tennessee, “no autorizaría la participación de fuerzas militares en la guerra civil de Yemen”, dice Kaine, “y obligaría al Congreso a recuperar su autoridad para decidir a quién y dónde combatimos”.
CONVERSACIONES INCIERTAS SOBRE UNA TREGUA
Una gran fuerza de tierra dirigida por los Emiratos Árabes Unidos se prepara para lanzar una nueva ofensiva para tomar Hodeidah, el principal puerto houthi y puerta de entrada de tres cuartas partes de la ayuda humanitaria y de los bienes comerciales que entran en Yemen. Las fuerzas de la coalición trataron de tomar la ciudad de 600,000 habitantes en junio pasado, pero detuvieron su avance para dar una oportunidad a los esfuerzos de Naciones Unidas para lograr una tregua.
El enviado especial de Naciones Unidas Martin Griffiths trata de persuadir a las partes en conflicto de aceptar un plan según el cual los houthis se retirarían del puerto de Hodeidah y permitirían que el personal de Naciones Unidas asumiera su control, eliminando las minas e instalando nuevas grúas para descargar suministros de ayuda de los barcos. Mientras Griffiths trata de lograr un acuerdo entre los saudíes, los Emiratos y los líderes houthi, solo Abed Rabbo Mansour Hadi, el presidente exiliado de Yemen, ha afirmado el plan. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos quieren que los houthis se retiren de Hodeidah; los houthis se han negado y han fortificado sus defensas en preparación para una guerrilla urbana.
Mientras continúan los esfuerzos diplomáticos, los Emiratos han puesto en marcha una campaña de cabildeo en Washington para suavizar la creciente oposición que hay en Capitol Hill contra el apoyo del gobierno de Trump hacia la coalición árabe. Un ministro de gobierno de alto nivel voló recientemente desde Abu Dhabi para enfatizar los esfuerzos humanitarios de la coalición, entre ellos, la preparación de suministros de alimentos para dar de comer a 6 millones de yemeníes durante un mes. Mientras tanto, cabilderos de los Emiratos Árabes Unidos han presentado informes ante los legisladores sobre los planes de ese país para reconstruir tres hospitales en Hodeidah, dar refugio a las familias desplazadas y proporcionar sistemas de desalinización para proporcionar agua potable a los residentes de la ciudad, de acuerdo con Al-Monitor, un sitio de noticias que se especializa en el Medio Oriente.
Sin embargo, los legisladores sospechan que existe otro motivo para el cabildeo: obtener más ayuda militar estadounidense si las conversaciones sobre una tregua fracasan y si se reinicia la ofensiva de los Emiratos Árabes Unidos en Hodeidah. Específicamente, señalan asesores del Congreso, los Emiratos desean que se comparta con ellos más inteligencia, que se vigile mediante drones y que se usen dragaminas (barcos que identifican y destruyen minas marinas) estadounidenses para eliminar las minas houthi del puerto, todo ello para facilitar un ataque anfibio contra la ciudad por parte de la coalición. En junio pasado, justo antes del primer intento de tomar la ciudad, Trump negó una solicitud similar hecha por los Emiratos porque le preocupaba que un ataque pudiera intensificar la crisis humanitaria de Yemen e incrementar la oposición del Congreso ante cualquier acción estadounidense contra los houthis.
Seche, el exembajador estadounidense en Yemen, dice que Trump sigue estando comprometido con ayudar a la coalición árabe a combatir a los houthis como parte del endurecimiento de su política hacia Irán. Sin embargo, ahora que el Congreso observa atento para detectar señales de empantanamiento de la misión en Yemen, dice, Trump se mantiene reacio a cumplir con cualquier solicitud futura de asistencia militar estadounidense hecha por la coalición, y a alimentar cualesquier acciones adicionales por parte del Congreso para frenar su autoridad militar.
“Este gobierno”, dice Seche, “será muy reacio a encender un fuego con el nivel de preocupación que ya existe en el Congreso”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek