Una de las consecuencias sociales del siglo XX sin duda es la pobreza, en todas sus variables de crudeza, como la eminentemente económica, y la vulnerabilidad social primaria, como lo es la ausencia de servicios de salud, de educación, movilidad, de un salario digno, vivienda, servicios básicos de drenaje, agua potable, vivienda, vestido, colchón para dormir, letrinas para excretar, estufas para cocinar, electricidad, la irregularidad de comidas o ausencia por días, entre muchas otras variables.
La mayoría de los sistemas neoliberales en esta última etapa del sigo XX han sido los orígenes de la carencia arrolladora de tantas personas en las múltiples regiones del mundo. Colocamos a México como ejemplo: 21 millones de niños y adolescentes viven en la pobreza e inseguridad alimentaria, traducidos en una pandemia del hambre y de inseguridad humana en nuestro país. Así de claro y contundente.
Niños, niñas, adolescentes, mujeres embarazadas y lactantes comen una vez al día o incluso una vez cada tercer día, sin importar el contenido de proteínas necesarias para hacer vital el crecimiento del bienestar individual. ¿En qué se traduce la exclusión del primer circuito de seguridad humana que es la alimentación?
En el cerebro, en la parte anterior de los lóbulos frontales, justo en la corteza prefrontal o córtex prefrontal, está el lugar de toma de decisiones del ser humano, la zona de hacer criterio en el adulto, el área responsable que madura a los 21 años de manera fisiológica, cuando un individuo llega a la posibilidad biológica de ejercer análisis, reflexión y capacidad de argumento para decidir el concepto de criterio y así ejercer su libre albedrío. Por tal motivo, su ejercicio de mayoría de edad civil es a los 21 años en EUA, y en México lo era hasta 17 de noviembre de 1978, cuando disminuyó a los 18 años.
Entonces, por no haber consumido el ciclo alimentario de proteínas ni la calidad de aminoácidos, carbohidratos, etcétera, apegada a las normas de crecimiento internacional de la OMS, estaremos ante la presencia de un fenómeno de reducción de uno a tres centímetros de masa encefálica por individuo, con consecuencias en su aprendizaje, nivel cognoscitivo individual o social, su capacidad de argumentación, y habrá una subdivisión generacional de bajo recurso intelectual comunitario.
Tal parece que entramos de lleno a un marco no solo filosófico de la pobreza, sino pragmático de la economía, eje de futuras generaciones de discapacidad de pensamiento en una nación latinoamericana como México y geográficamente en el desarrollo de América del Norte.
Aquí entonces la mirada de los resultados de la pobreza no son límites de contención menores solo económicos, sino incluso humanos y de las calorías, como lo determina Amartya Sen.
Ya se ha convertido en una razón evolutiva de crisis humanitaria, ante el olvido, la indiferencia de los más necesitados y el fallo absoluto de un sistema de carencia de visión de Estado, en las nuevas generaciones de niños y niñas, en un país desgarrado por la corrupción, el desplazamiento de los derechos humanos, así como la orfandad de inteligencia de Congresos republicanos, incapaces de percibir el pulso de nuestros niños descalzos, de nuestras niñas desdentadas, educadas por la calle en abandono y por supuesto de nuestra sociedad hecha pedazos.
Recordemos que un niño con el estómago vacío es incapaz de aprender en la escuela; solo presencia el dolor de tripas y coloca los brazos para dormir y mitigar el hambre. Así el dolor de nuestro México en la pobreza infantil.