En 2017, la riqueza de los multimillonarios latinoamericanos creció en 155 mil millones de dólares. Con esa cantidad de dinero bastaría para acabar, no una sino casi dos veces, durante un año completo, con toda la pobreza monetaria en la región.
En cambio, 16% de los trabajadores asalariados y 28% de quienes trabajan por cuenta propia, en América Latina y el Caribe, apenas ganaron para sobrevivir.
En todos los países del mundo se repite la misma dinámica, así lo reporta el más reciente informe de Oxfam sobre desigualdad, Premiar el trabajo, no la riqueza, presentado hoy.
De acuerdo al documento, el año pasado se disparó el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares: hubo un nuevo multimillonario en el mundo cada dos días, para llegar a 2 mil 043 personas con fortunas por encima de los mil millones de dólares, de las cuales nueve de cada diez son hombres.
Los últimos datos de Credit Suisse indican que 42 personas poseen actualmente la misma riqueza que los 3 mil 700 millones de personas más pobres del mundo.
Sólo en los últimos 12 meses, la riqueza de esa élite aumentó en 765 mil millones de dólares.
Mientras los salarios de la mayoría apenas crecieron una media de 2% anual, la riqueza de los multimillonarios se incrementó 13%. Con lo que ese grupo ha ganado bastaría para terminar con la pobreza extrema en todo el mundo hasta siete veces.
La bonanza de los súper ricos se erige, señala el informe de Oxfam, sobre el trabajo peligroso y mal remunerado de una mayoría. Mientras las mujeres ocupan los empleos más precarios, prácticamente todos los multimillonarios son varones.
Stefan Persson, hijo del fundador de H&M, quien ocupa el puesto 43 en la lista Forbes de las personas más ricas del mundo, recibió 658 millones de euros (15 mil millones de pesos) en concepto de dividendos el año pasado.
En cambio, Anju, quien vive en Bangladesh y trabaja confeccionando ropa para la exportación, gana poco más de 900 dólares (17 mil 217 pesos) al año.
¿Qué explica estos extremos? La justificación habitual sobre la desigualdad es que aporta los incentivos necesarios para la innovación y la inversión. Sin embargo, cada vez más estudios demuestran que la mayor parte de la riqueza se debe a herencias, monopolios, relaciones de nepotismo o acuerdos de complicidad con los gobiernos.
En los próximos 20 años, 500 de los hombres más ricos del mundo traspasarán más de 2.4 mil millones de dólares a sus descendientes.
El ejemplo Slim
Los monopolios generan beneficios excesivos para sus propietarios y accionistas a expensas del resto de la economía. Carlos Slim, el sexto hombre más rico del mundo, es el ejemplo de esto, de acuerdo con el informe de Oxfam.
“Su fortuna proviene del monopolio casi absoluto que ha sido capaz de ejercer sobre los servicios de comunicaciones (líneas de teléfono fijas, móviles y de banda ancha) en México”, dice el reporte.
La OCDE ha señalado que este monopolio tiene efectos muy negativos sobre los consumidores y la economía en su conjunto.
De hecho, la riqueza neta de Slim aumentó en 4 mil 500 millones de dólares entre 2016 y 2017. Esta cantidad sería suficiente para pagar el salario mínimo, de todo un año, de 3.5 millones de trabajadores y trabajadoras mexicanos.
Los ricos que ya poseen dinero y poder se hacen más ricos gracias a la erosión de los derechos de las personas trabajadoras, la excesiva influencia de las grandes empresas en la formulación de políticas públicas y el apremio constante de las compañías por minimizar los costos para maximizar los beneficios de los accionistas.
El sistema económico está diseñado para priorizar los dividendos de ellos por encima de todo lo demás.
Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, ha señalado: “El boom de los multimillonarios no es signo de una economía próspera, sino un síntoma del fracaso del sistema económico. Se explota a las personas… para engrosar los beneficios de las empresas y sus adinerados inversionistas”.
Los ricos son más ricos gracias también a la evasión y elusión fiscal. Tal y como se ha destapado con los escándalos de los Papeles de Panamá y los Papeles del Paraíso. Gracias a una red mundial de paraísos fiscales, los súper ricos esconden al fisco al menos 7.6 mil millones de dólares.
Pero incluso sin esa evasión, multimillonarios han construido su fortuna reduciendo salarios y las condiciones laborales de los trabajadores, dice Oxfam. En promedio, a un director general de cualquiera de las cinco mayores empresas del sector textil le basta con trabajar cuatro días para ganar lo mismo que una mujer que trabaja en el mismo sector en Bangladesh, durante toda su vida.
Mujeres y jóvenes se llevan la peor parte
Tener trabajo ya no garantiza alcanzar una vida digna. En todo el mundo se estima que el número de personas con trabajos vulnerables ascendió, en 2017, a mil 400 millones. Es más probable que los trabajos temporales y precarios los ocupen mujeres y jóvenes (500 millones de ellos sobreviven con menos de 2 dólares al día).
Además, muchas personas desempeñan trabajos peligrosos o perjudiciales para su salud. De acuerdo con la OIT, más de 2.78 millones de trabajadores mueren cada año por accidentes laborales o enfermedades relacionadas con el trabajo: uno cada 11 segundos.
Un estudio de Oxfam reportó que a las trabajadoras de una fábrica de procesamiento de carne de pollo no se les permitía interrumpir su labor ni para ir al baño. Las mujeres debían usar pañal.
Dolores, una mujer que trabajaba en estas fábricas en Arkansas reportó: “podíamos entrar a las 5 de la mañana y hasta las 11 o las 12 no podíamos ir al baño… A mí me daba vergüenza decirles que tenía que cambiarme el pañal”.
Unas pocas empresas, movimientos sociales y emprendedores están impulsando conceptos que intentan romper con esta explotación: cooperativas, modelos de empresas propiedad de su personal, las de interés público, los negocios sociales y el comercio justo. También existen ejemplos de países que han dado pasos para proteger los derechos de la mano de obra en el sector informal. Por ejemplo, Malawi ha creado un sindicato para los trabajadores y trabajadoras en esta economía.
La desigualdad no es inevitable
Al presentar su más reciente estudio, Oxfam hace un llamado a los gobiernos para equilibrar la balanza. Deben poner límite a la influencia que ejercen los individuos muy ricos y las grandes empresas sobre las decisiones políticas, asienta la organización, necesitan forzarlos a establecer techos a los beneficios de los accionistas y promover un ratio salarial para que los directivos de las empresas no ganen más de 20 veces el salario mediano de sus empleados, menos si se puede.
Oxfam señala también la conveniencia de eliminar la brecha salarial de género, garantizar los derechos de las mujeres en el trabajo y terminar con todas las formas de trabajo precario. La organización recomienda, además, garantizar que los más ricos pagan sus impuestos y aplicarles gravámenes más elevados, así como combatir la evasión y elusión fiscal. Se estima, dice el informe, que un impuesto global del 1.5% a las fortunas de los multimillonarios permitiría
escolarizar a todos los niños y niñas.
No es iluso pensar que un cambio así es posible, afirma la organización, Namibia, Chile y Uruguay, están dando pasos concretos para reducir la desigualdad: aumentando los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas, incrementando el gasto en salud y educación y promoviendo mejores condiciones para los trabajadores y trabajadoras.
“Es difícil encontrar un líder político o un líder empresarial que no exprese públicamente su preocupación por la desigualdad. Resulta aún más difícil encontrar alguno que haga algo al respecto. Es más, muchos están tomando de forma activa medidas que empeoran la situación, reduciendo los impuestos y socavando los derechos laborales”, subraya la directora de Oxfam.
Esta publicación fue posible gracias al apoyo de Fundación Kellogg.