La adicción a los opioides sigue cobrando vidas en todo Estados Unidos. Más de 33,000 estadounidenses mueren cada año por sobredosis de opioides; y en 2016, cerca de dos millones de personas abusaron de estos medicamentos controlados. Sin embargo, esta epidemia también causa daños indirectos, pues las pastillas diluidas se inyectan con agujas que conducen a la diseminación de los virus de VIH y hepatitis C. Y, por otro lado, los costos de la atención sanitaria para responder a la adicción se elevan a más de 25 mil millones de dólares anuales.
Como sucede con cualquier epidemia, es indispensable entender la epidemiología para combatirla. Para ello, hay que saber quiénes están en riesgo, cómo se “disemina”, y cuáles son las características de las personas que se vuelven adictas. No obstante, aun con la abundancia de noticias sobre el abuso persistente de los opioides, esos datos escasean. ¿En qué momento el uso de analgésicos pasa de la atención médica a la adicción? ¿Cuáles individuos que reciben recetas de opioides tienen mayor probabilidad de volverse adictos? Si no sabemos quiénes son más susceptibles de desarrollar una adicción, es muy difícil prevenirla.
Un estudio publicado esta semana enMorbidity and Mortality Weekly Report –el principal medio informativo de salud pública que editan los Centros para Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés)- está contribuyendo a completar el cuadro. A fin de desentrañar las características que hacen más probable la adicción, un grupo de investigadores de la Universidad de Arkansas para las Ciencias Médicas (UAMS, por sus siglas en inglés) analizó expedientes médicos de la base de datos IMS LifeLink-plus, abarcando los años 2006 a 2015. Esa enorme colección de datos, obtenida de numerosos programas de seguros, se considera una representación muy precisa de los estadounidenses que tienen un plan de seguros comercial. Los investigadores estudiaron 10 por ciento de los expedientes, que fueron seleccionados de manera aleatoria.
De los pacientes inscritos en dicho registro, alrededor de 1.3 millones de individuos con 18 años o más recibieron recetas para opioides por cualquier padecimiento, además de cáncer, sin haber sido diagnosticados previamente con un trastorno por abuso de sustancias o sin haber recibido un fármaco para ayudarles a tratar este problema.
Para evaluar la probabilidad de adicción, los investigadores consideraron la duración del uso del medicamento. “El uso a largo plazo de un opioide se asocia con adicción, abuso y mortalidad”, afirma Anuj Shah, autor principal del estudio, quien estudia políticas farmacéuticas en UAMS. Entre los 1.3 millones de usuarios de opioides identificados en los datos de IMS, unos 33,500 mantuvieron el tratamiento con opioides durante un año o más.
Según el informe, la transición de la indicación médica inicial al uso crónico comienza desde una etapa muy temprana. Incluso la indicación de un opioide durante solo un día conllevó un riesgo de 6 por ciento para continuar el uso durante un año, y un riesgo de 2.9 por ciento para mantenerlo hasta tres años. Los incrementos más marcados en la probabilidad del uso a largo plazo se observaron después de cinco días de la indicación inicial, observándose otro pico al cabo de un mes.
Los pacientes que recibieron la indicación de uso más prolongada, desde el inicio –una semana o un mes-, mostraron la mayor probabilidad de incurrir en el uso a largo plazo. Entre las personas que recibieron suficientes pastillas para ocho días o más, 13.5 por ciento seguía usándolas un año más tarde. Entre los que recibieron una receta para un mes de duración, la taza aumentó a 30 por ciento. Luego de 12 semanas de tratamiento, la tasa de uso a largo plazo se niveló.
“Incluso en dosis relativamente bajas y con baja duración en el uso de opioides, el riesgo de dependencia y el uso a largo plazo empieza a escalar desde una fase muy temprana”, dice Richard Deyo, profesor de salud pública y medicina preventiva en Oregon Health and Sciences University.
Deyo ha visto de cerca el daño que ocasiona la dependencia de los opioides: internista de atención primaria, recetó opioides hasta que dejó de atender pacientes, hace algunos años. Solía tener problemas con pacientes que pedían nuevas recetas antes de terminar con la última o bien, solicitaban dosis cada vez más altas de sus medicamentos. “Esas peticiones a menudo se vuelven temas de disputa”, afirma. “Es triste y frustrante tanto para el médico como para el paciente”.
Shah reconoce que, como el estudio solo analizó la duración de las recetas, no es posible llegar a conclusiones sobre la razón por la que fueron recetados los analgésicos. Algunos pacientes podrían requerir, realmente, de un tratamiento de mayor duración, de modo que no todos los incidentes de uso a largo plazo podrían denotar dependencia. Esa necesidad también podría explicar el hecho de que tramadol –un opioide con un riesgo de dependencia supuestamente menor- estuviera vinculado con un mayor porcentaje de usuarios a largo plazo. Shah aventura la hipótesis de que los médicos, anticipando una necesidad a largo plazo, pudieran haber recetado este medicamento porque se considera menos adictivo.
Sin embargo, tomados en conjunto, los hallazgos hacen un llamamiento a la vigilancia desde los días iniciales del uso de opioides recetados. “Médicos y pacientes tienen que hablar sobre una estrategia para el manejo del dolor desde el inicio”, insiste Shah, “y agotar todas las otras opciones antes de recurrir a medicamentos narcóticos u opioides”. Los autores recomiendan restringir estos fármacos controlados a menos de siete días, con una duración idónea de no más de tres días.
Deyo también enfatiza la importancia de limitar las recetas como un medio para evitar que los remanentes atiborren los botiquines, un factor importante que contribuye al uso recreativo. “Es hora de empezar a recetar opioides a menos pacientes, durante menos días, y en dosis más pequeñas que como hemos hecho hasta ahora”, sentencia Deyo.
—
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek