Una cálida mañana de febrero, cuando el
mortífero brote de ébola en Liberia parecía estar disminuyendo, Ralph Norman
volvía a su casa en Paynesville, un suburbio al este de Monrovia, cuando un
soldador lo detuvo en la calle y le pidió ayuda. Un hombre yacía en el
cobertizo donde él trabajaba, ensangrentado y al borde de la muerte, dijo.
Durante días, Norman, un hombre de edad madura, anchas espaldas y rostro
juvenil, apenas había dormido. Había oído que Emmette Logan su problemático
hijastro de 21 años, había participado en una pelea a cuchillazos. Logan no
había llegado a casa desde entonces, y Norman pasó varios días recorriendo las
calles de Red Light, uno de los vecindarios más peligrosos de Paynesville,
yendo de un picadero de drogas a otro, sin encontrarlo.
Queriendo ayudar al soldador, Norman, un ex
soldado desempleado del Ejército liberiano, corrió al cobertizo. Cuando abrió
la puerta, vio a Logan acostado sobre su espalda en el piso arenoso, en medio
de un charco de sangre. “Respiraba como un pez fuera del agua”, dijo
Norman. Norman salió corriendo del cobertizo y fue de puerta en puerta,
tratando desesperadamente de conseguir dinero prestado para un taxi. Una hora
después, mientras aún trataba de conseguir dinero, Norman recibió la llamada de
un amigo del Ejército. “Tu hijo trae puesto el uniforme tango”, dijo.
Habló usando la jerga militar, pero Norman sabía lo que quería decir: Logan
estaba muerto. “Lo mataron por una ciruela dorada “, me dijo Norman
después, usando el término con el que en Liberia se designa a un mango. Lo que
había comenzado como una sangrienta lucha por una fruta pronto pondría a toda
una ciudad en crisis.
Pudriéndose en la oscuridad
Conmocionado, Norman miraba cómo la policía
acordonaba rápidamente el cobertizo. Dos días después, llegó un equipo
funerario de la Cruz Roja, vistiendo trajes especiales para el manejo de
material peligroso; un vecino los había llamado, preocupado de que Logan
pudiera haber tenido ébola. El equipo funerario tomó una muestra de su boca y
determinó después que, efectivamente, Logan estaba infectado. Sin embargo, dado
que no estaba claro qué lo había matado, si el ébola o sus heridas, la Cruz
Roja permitió que la policía tomara fotografías del cadáver de Logan, ya que
estaría investigando un posible homicidio. Cuando terminaron, los trabajadores
funerarios colocaron el cuerpo en una bolsa blanca, lo arrojaron a la parte
posterior de una camioneta y condujeron hacia un cementerio especial, donde en
los últimos meses se había enterrado a las víctimas de ébola para impedir la
propagación de la enfermedad.
Dado que no podían pagar un taxi al cementerio,
Norman y su familia no pudieron asistir al funeral de Logan, ni pudieron llorar
mientras su cuerpo descendía hacia la tierra. Sólo los sepultureros estuvieron
ahí para darle el último adiós.
De regreso en la ciudad, mientras se corría
la voz de que Logan había estado infectado de ébola, Norman observaba mientras
los trabajadores de salud comenzaban a buscar desesperadamente a cualquier
persona que hubiera estado en contacto con él. Su mayor preocupación era que
Logan pudiera haber transmitido el virus a docenas de jóvenes de los barrios
bajos circundantes, muchos de ellos drogadictos y “chicos gronnah”,
es decir gángsters de poca monta que suelen desconfiar de la autoridad, por lo
que podría ser difícil ponerlos en cuarentena. Norman también supo, por boca de
los amigos de Logan, que cinco jóvenes habían atacado a su hijastro, y que el
hombre que presuntamente empuñó las dos hojas de afeitar era conocido solamente
como Johnny. A otro cómplice se le conoce como Time Bomb (Bomba de Tiempo) una
acertada metáfora del potencial explosivo del caso y de la enfermedad que ha
devastado recientemente grandes partes de África Occidental.
Durante el último año, el ébola ha matado a
más de 10,000 personas. Casi la mitad de ellas ha muerto en Liberia, entre
ellas, 200 trabajadores de salud. El gobierno liberiano y donantes
internacionales han tratado desesperadamente de cuidar a los enfermos y, al
mismo tiempo, impedir que el virus se extienda. Finalmente, parecen haber
ganado esta batalla: el 5 de marzo, los médicos dieron de alta al que, en su
opinión, era el último paciente conocido de ébola de un centro de salud en
Monrovia. Sin embargo, el 21 de marzo se descubrió un nuevo caso, no mucho
después de que el país reabrió sus fronteras, desatando nuevos rumores de
contagio.
Como podemos ver en el caso de Logan, estos
temores no son infundados. En entrevistas con Newsweek, los amigos y la familia
de Logan, así como trabajadores de salud, la policía y los gángsteres locales,
recordaron sus últimos días. La historia de su muerte y sus consecuencias
muestran lo difícil que es contener una epidemia (y solucionar un homicidio) en
un país donde la desconfianza hacia la autoridad está muy extendida y la falta
extendida de agua, servicios y acceso a servicios médicos contribuye a la
proliferación del mortífero virus.
Cicatrices de la guerra
Logan creció en Red Light durante la
sangrienta guerra civil de Liberia en la década de 1990. Se calcula que unas
250,000 personas murieron en el conflicto mientras las facciones, a menudo
divididas a lo largo de líneas étnicas, luchaban por el poder. Los residentes
bautizaron a su vecindario, un área estratégicamente importante durante la
batalla, en honor de un semáforo; uno de los pocos que había en la ciudad en
ese entonces.
Han pasado más de 12 años desde el final de
la guerra, y en las calles llenas de gente de Red Light abundan las tiendas y
puestos del mercado. Pero los residentes todavía muestran heridas de guerra, de
tipo físico y psicológico. Incluso aquellos que no pelearon tuvieron una dura
infancia y vivieron al margen; no eran ex-rebeldes ni miembros de las milicias
a favor del gobierno, pero asumieron muchas de sus tácticas perniciosas para
sobrevivir: robar y saquear, pelear para hacerse respetar y fumar crack y
heroína de baja calidad, llamada Blanca Italiana. Estas personas tenían pocas
posibilidades de escapar de Red Light, y muchos ni siquiera tuvieron la
oportunidad de entrar a la escuela secundaria.
La madre de Logan trabajaba
esporádicamente, cocinando y vendiendo comida en la calle. Su padre biológico
era un trabajador de la construcción. Ninguno de los dos lo frecuentaban mucho,
y Logan y sus dos hermanos mayores, Charlie y Trokon, vivieron por temporadas
en las casas de amigos y de su familia extendida, principalmente valiéndose por
sí mismos. Cuando llegó a la adolescencia, Logan se había convertido en un
chico gronnah, dedicando su tiempo a robar teléfonos celulares y baterías de
automóvil para comprar comida, ropa y drogas. Al igual que la mayoría de los
demás delincuentes menores, Logan tenía varios alias y los usaba como si fueran
máscaras para parecer duro. Entre ellos estaba Chance Boudreaux, el héroe de
acción interpretado por Jean-Claude Van Damme en Hard Target, la película de
1993. Sin embargo, vida de Logan tenía poca semejanza con la violencia
idealizada de una película estadounidense de serie B. Cuando no estaba robando
a las personas o drogándose, Logan dormía en la calle, en una celda o en el
cobertizo donde murió desangrado.
Durante la adolescencia de Logan, una vez
que su madre se había casado con Norman, su padre biológico, que también era
adicto, trató de ayudar a sus hijos. Envió a los tres niños a un campamento
bíblico donde los organizadores asesoraban a los adolescentes adictos a las
drogas, los convertían y estructuraban su vida alrededor de oraciones y tareas
domésticas. Logan fue bautizado, y durante varios meses, se enamoró de la
predicación. Pero Logan, un chico alto y enjuto, pero fibroso y agresivo, era
muy dado a pelear. Finalmente, él y sus hermanos abandonaron el programa y
volvieron a las calles. Charlie fue el único que no regresó a las drogas.
Cuando salió del campamento, Logan empezó a
fumar cada vez más Blanca Italiana con sus amigos. Tenía que robar para
mantener su hábito, lo cual lo ponía en riesgo de ser atacado, golpeado y
asesinado. Cuando cumplió los 21 años, tenía una novia y un hijo de cuatro
meses, pero su estilo de vida nunca cambió. “Vivía en la calle”,
señala Menkarweh Wonyehn, uno de los amigos de Logan. “Era un criminal.”
Wonyehn sabía de lo que hablaba. El año
pasado, el rechoncho joven de 24 años dormía en el porche del bar de su padre
cuando Logan y otro amigo, Samuel Blama, de 19 años, entraron en su habitación
y robaron su reproductor de discos compactos. Wonyehn acudió a la policía, que
los arrestó a ambos. Debido a la falta de pruebas y a la insignificancia del
delito, las autoridades dejaron libres a sus amigos, y Wonyehn los perdonó
rápidamente. Logan y Blama eran importantes para él, y esperaba que un día dejaran
de usar drogas. Soñaba con que dejarían de drogarse y que los tres pondrían un
negocio de soldadura, aunque ninguno de ellos tenía ningún tipo de capacitación
al respecto.
Wonyehn veía las cualidades de Logan. De
hecho, es probable que Logan haya contraído el ébola debido a un acto de
generosidad que mostró a un desconocido. En enero, cerca de dos semanas antes
de morir, sus amigos dicen que Logan caminaba por Red Light cuando vio a dos
hombres y una mujer caminando cerca de sitio pantanoso cerca del camino. Uno de
los hombres se desplomó, y Logan acudió rápidamente, lo recogió, lo llevó a un
taxi, y envió a los tres desconocidos a su casa, al otro lado de la ciudad.
Poco después, dijeron los médicos, el hombre que se desplomó murió debido a las
complicaciones provocadas por el ébola. Logan no lo sabía. Y tampoco sabía que
había contraído la enfermedad.
La sangre brota de sus heridas
Varios días después, Logan estaba en Red
Light, pasando el tiempo en dos pequeñas carpas controladas por una narcotraficante
local llamada Spoiler. Siendo una mujer corpulenta y temible de cerca de 40
años, Spoiler luchó alguna vez al lado de los rebeldes. Cuando la policía
entraba en su jardín, solía enfrentarlos sin blusa o totalmente desnuda para
ahuyentarlos.
El cubil de Spoiler era uno de los
picaderos de droga más populares de Red Light, y era donde los jóvenes
musculosos pasaban el tiempo con chicas que usaban pestañas postizas. La
mayoría de ellos era gángsteres o prostitutas, y casi todos ellos eran adictos.
Muchos de ellos usaban nombres de estrellas de rap: Queen Latifah, Nicki Minaj,
Rick Ross y DMX. Fuera de las carpas, las papas y el maíz brotaban en un jardín
cercano. Dentro, los clientes de Spoiler preparaban heroína en envolturas de
goma de mascar y usaban pipas de papel de aluminio para inhalar el humo, con
los ojos en blanco mientras exhalaban.
Quienes presenciaron la pelea entre Logan y
Johnny dicen que fue provocada por la buena suerte de éste último. Time Bomb
había conseguido algo de dinero, alrededor de 1,000 dólares, y le había dado
unos cientos a Johnny. Su riqueza inesperada y temporal fue motivo de envidia,
particularmente para Logan, y cuando vio a Johnny comiendo un mango, empezó a
reñirle, llamándole “podrido” y molestándolo por acabarse su dinero
tan rápidamente. La discusión creció, y en poco tiempo, Johnny y Logan
intercambiaban golpes mientras el resto de los hombres y mujeres que estaban en
el patio de Spoiler los miraban.
De los dos, Logan era el más alto y más
fuerte, además de ser mejor peleador, por lo que pudo vencer a Johnny mientras
ambos luchaban en la tierra suelta. Después de varios minutos, Johnny pareció
admitir la derrota, y ambos hombres se fueron por caminos distintos. Pero unos
minutos después, Logan atacó de nuevo, esta vez con una navaja de afeitar,
cortándole la oreja a su oponente. Mientras Johnny sujetaba su oreja con un
gesto de dolor, varios de sus amigos, entre los que presuntamente se encontraba
Time Bomb, tomaron a Logan, lo desarmaron y lo sujetaron. Algunos observadores
le dijeron a Johnny que llevara Logan a la estación de policía, pero éste se
negó. En lugar de ello, trató de apuñalar a Logan con un viejo cuchillo de
cocina, pero la hoja tenía poco filo y no penetró el estómago de Logan. Un
amigo le pasó a Johnny dos hojas de afeitar, y este cortó la cara de Logan.
Luego, usando las mismas hojas, cortó la espina dorsal de Logan.
Mientras la sangre salía a chorros de las
heridas de Logan, sus atacantes huyeron. Un espectador llegó en su ayuda,
poniéndole hojas molidas de una planta local sobre sus heridas. Al día
siguiente, los amigos de Logan lo llevaron de inmediato a una clínica cercana,
donde una enfermera lo atendió. Estaba malherido, y en la clínica se le sugirió
que fuera a un hospital, pero no podía pagarlo. Uno de los cortes en su espalda
era muy profundo y casi llegaba a la médula espinal. La enfermera les dijo que
incluso un pequeño error al coserlo podía haberlo dejado paralítico.
Logan nunca le dijo su familia lo que había
ocurrido; quizás estaba demasiado avergonzado. Sus amigos, entre ellos Blama y
Wonyehn, le llevaban comida y agua mientras yacía en el cobertizo. Durante las
siguientes 48 horas, su condición empeoró, y Blama también presentó los
síntomas del ébola. Su hermana lo llevó a la clínica, dejando a Logan solo en
el cobertizo.
Varios días después, cuando la noticia de
las lesiones de Logan se extendió, Time Bomb mandó dinero para enviar a Logan a
la clínica en la que le habían tratado sus heridas por primera vez. Logan
regresó, y volvieron a vendar sus heridas, lo llevaron a un hospital donde los
enfermeros lo suturaron y lo enviaron a casa. Nunca le hicieron pruebas para
detectar el ébola.
Al día siguiente, el 2 de febrero, una
semana después del ataque, Logan murió en el cobertizo.
Buscar el virus
La noticia de la muerte de Logan y el
descubrimiento postmortem del ébola hizo sonar la alarma para el Dr. Mosoka
Fallah, epidemiólogo e inmunólogo de 44
años que, durante todo el año pasado, había estado persiguiendo el virus de
ébola por toda Monrovia.
Él y sus colegas daban seguimiento a un
brote en St. Paul’s Bridge, cerca de Monrovia, donde la enfermedad se había
extendido debido a que muchas personas se negaron a ponerse en cuarentena
voluntaria. (Fallah piensa que el hombre infectado a quien Logan ayudó en Red
Light venía de St. Paul’s.) Y ahora los médicos temían que el virus se
extendiera rápidamente entre los adictos de las carpas de Spoiler. “Los
lugares donde ha habido un aumento sostenido siempre han sido comunidades pobres
con un bajo nivel de seguridad social y económica, sobrepoblación y mala
higiene”, dice Fallah. “Antes, [los pobres] decidían que ése era su
destino, estar sometidos, no defenderse, y… en las comunidades pobres sólo
confían en sí mismos.”
Pocos días después de la muerte de Logan,
Fallah y su equipo viajaron al gueto para negociar con Spoiler sobre una
cuarentena voluntaria. Fallah ha trabajado antes en comunidades problemáticas,
pero éste era su caso más difícil. Debido a que Spoiler y sus socios forman
parte de una pandilla de drogas, desconfían profundamente de la policía y del
gobierno. También estaba la tensión inherente entre los médicos que trataban de
evitar que la epidemia se extendiera y la policía que trataba de solucionar un
crimen brutal. De acuerdo con una fuente del equipo que maneja y supervisa los
casos de ébola, las autoridades llegaron a un acuerdo con Spoiler: si su gente
aceptaba ponerse en cuarentena, la policía detendría la investigación del
homicidio. Presuntamente, estaban dispuestos a permitir que un brutal ataque
permaneciera impune si ello significaba evitar la muerte de cientos o quizás
miles de personas.
Fallah declinó hablar del supuesto acuerdo,
y la policía no respondió a distintas solicitudes para hacer comentarios. Pero
una vez que las docenas de jóvenes que pudieron haber tenido contacto con Logan
aceptaron ser puestos en cuarentena, la investigación se detuvo. Y, casi tres
semanas después, cuando el equipo de ébola se puso por fin en contacto con Time
Bomb y algunos otros sospechosos, nadie fue arrestado. Los enfermeros que
limpiaron y vendaron las heridas de Logan también fueron puestos en cuarentena.
El trabajador del hospital que lo suturó después murió del virus en una unidad
de tratamiento. La única persona cuyo paradero se desconocía era Johnny, el
principal sospechoso del crimen quien realmente estaba en peligro de presentar
la infección. Su madre dijo no saber dónde estaba. Sus amigos sospechaban que
no creía que la policía fuera a cumplir con su parte del trato y se había
escondido. Surgieron rumores de que había huido a Sierra Leona. Pero nadie
sabía realmente si estaba muerto o vivo, o si tenía el virus, lo cual era
probable.
Aunque Fallah sabía que encontrar a Johnny
era crucial, también tenía que asegurarse de que los jóvenes en el patio de
Spoiler permanecieran en un centro para el tratamiento del ébola hasta que
quedara claro que no estaban infectados. Durante los siguientes 21 días, estos
jóvenes vivieron bajo su supervisión. Los médicos les pagaban 10 dólares diarios,
les daban ropa, los alimentaban con shawarma de pollo y soda, y les daban
acceso a la televisión satelital, verdaderos lujos en un país donde las
personas comunes viven con menos de un dólar al día. De acuerdo con los
trabajadores de la unidad y los hombres en cuarentena, la unidad para el
tratamiento del ébola incluso le dio una dosis baja de heroína y marihuana a
muchos de los chicos gronnah para evitar que escaparan y propagaran el virus.
El equipo para el tratamiento del ébola trató de mantener las noticias de este
inusual acuerdo lejos de la prensa por temor a un escándalo.
Tres semanas después, los 32 chicos gronnah
formaban fila en la salida del centro de tratamiento, vistiendo camisetas
limpias con logotipos que decían, “Adiós al ébola.” Todos estaban
sanos. Nadie, además de Logan, el trabajador de atención sanitaria que lo
suturó y Blama, habían estado infectados. (Excepcionalmente, después de varias
semanas de tratamiento, Blama sobrevivió y dejó el hospital, jurando dejar de
consumir drogas.) Mientras salían del Centro de tratamiento y abordaban un
autobús, muchos coreaban al unísono: “¿Quién soltó a los perros? ¡Quién!
¡Quién!” Y mientras recorrían la ciudad en el autobús, los hombres
cantaban canciones religiosas mientras los espectadores los miraban
boquiabiertos. Cuando bajaron del autobús en Red Light, Fallah le entregó a
cada uno $50, una bolsa de arroz, algo de frijoles y aceite de cocina.
“Ese hombre que yace allí”
Han pasado cerca de dos meses desde la
muerte de Logan, y la epidemia de ébola de Liberia parece estar bajo control.
Pero Norman todavía trata de entender qué fue lo que le pasó a su hijastro. Se
alegra de que el virus se haya extendido únicamente a unas cuantas personas,
pero Johnny sigue fugitivo, sin enjuiciar y, más importante, sin someterse a
ninguna prueba para detectar el ébola. Las autoridades ya no parecen estar
buscándolo.
Una tarde reciente, Norman por fin pudo
visitar el cementerio donde Logan está enterrado. Ubicado a 45 minutos en las
afueras de Monrovia, en una área conocida como Disco Hill, la tumba de Logan es
un gran montículo de arcilla marcado con una cruz de madera blanca. En la parte
de atrás la cruz, su nombre y el día en que murió, 2 de febrero de 2015, están
escritos con tinta negra. “Ese hombre que yace allí…” dijo Norman para sí
mismo. Su voz se fue apagando, y empezó a llorar. Mientras lo hacía, el viento
soplaba, haciendo susurrar a los árboles alrededor de la tumba. A través de sus
lágrimas, Norman mir ó fijamente la cruz. Luego, giró la cabeza.