Seis meses han pasado en el Senado mexicano sin la presencia de Manuel Camacho Solís, el hombre que pudo ser presidente de México y uno de los personajes clave en la política nacional de las décadas de 1980 y 1990, quien hoy sufre problemas de salud que lo han alejado de sus labores como legislador.
Julio de 2014. En el Senado se discuten las leyes secundarias en materia energética. Manuel Camacho Solís, legislador por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sube a tribuna para reforzar la postura perredista en contra de la reforma recién aprobada, pero su discurso se interrumpe y el senador pierde el conocimiento por unos segundos. Auxiliado por compañeros y personal de la cámara, Camacho Solís se pone en pie y ofrece una disculpa por el incidente, el cual fue producto, según el afectado, por unas medicinas que le prescribieron.
Manuel Camacho Solís, uno de los políticos más activos y con mayores reflectores durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, no ha regresado a su curul desde que sufrió el desvanecimiento. Sobre su salud se especula mucho y se informa poco. La versión más actualizada de sus problemas físicos corrió en los primeros días de 2015. El 10 de enero pasado, Raúl Flores, presidente del PRD en el Distrito Federal, envió un mensaje por Twitter deseando la mejoría de su correligionario. “Hago votos por la pronta recuperación del Senador Manuel Camacho Solís, brillante compañero de lucha, defensor de los intereses de la Nación”, escribió Flores en su cuenta (@raulflorescoy).
El mensaje del dirigente perredista fue retomado por diferentes medios de comunicación. Sobre la salud de Camacho Solís se escribió entonces, sin citar fuentes, que el veterano político había sido internado en un hospital para ser atendido de un contagio de influenza AH1N1. Otros incluso señalaron que el senador había sido intervenido quirúrgicamente. La palabra cáncer suena una y otra vez cuando se habla del senador, pero nada oficial hay al respecto.
Manuel Camacho Solís (ciudad de México, 1946) ha probado tanto las mieles del poder, como sus amarguras. La batalla contra la enfermedad, cualquiera que sea, es apenas una más de las que el ahora senador perredista ha librado en su vida tanto personal, como política.
Hijo de un militar, formado en el católico y prestigiado Instituto Cumbres de la capital mexicana, Manuel Camacho Solís encontró su vocación política en la Facultad de Economía de la UNAM, donde conoció a quien sería su mejor amigo durante muchos años: Carlos Salinas de Gortari.
Otro punto de apoyo importante para su carrera fue el haberse casado con una hija del exgobernador chiapaneco Manuel Velasco Suárez. Hoy Camacho es tío del actual gobernador de esa entidad, Manuel Velasco Coello.
La unión con Carlos Salinas (y su hermano Raúl) fue clave para su futuro. El grupo se unió al PRI y comenzó a escalar posiciones. Camacho caminó a la par de su amigo. Carlos Salinas fue nombrado secretario de Programación y Presupuesto, y Manuel Camacho fue subsecretario. Tres años después Camacho y Salinas fueron compañeros de gabinete, pues el ahora senador fue designado entonces por Miguel de la Madrid como titular de la ya desaparecida Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología. Cuando Carlos Salinas logró la candidatura presidencial para el período 1988-1994, Camacho Solís fue nombrado secretario general del CEN del PRI y coordinador de la vencedora y polémica campaña de su amigo. En el espacio entre el triunfo electoral y la toma de posesión, Camacho fue uno de los interlocutores con la oposición para destensar —en la medida de lo posible— el conflicto político que vivía México por las acusaciones de fraude electoral en contra de Salinas y el PRI.
Al asumir Salinas de Gortari la presidencia, Manuel Camacho fue nombrado regente del Distrito Federal, un cargo que al principio parecía menor para alguien tan cercano al inquilino de Los Pinos, pero que a la larga demostró ser clave políticamente, pues gobernar la capital mexicana no solo era un trabajo administrativo, sino que resultó ser una pieza indispensable en las múltiples negociaciones por realizar con partidos y grupos sociales al convertirse la ciudad de México en el epicentro de las marchas, protestas y manifestaciones populares. La capacidad negociadora de Manuel Camacho con la oposición, en especial de la izquierda, quedó de manifiesto desde entonces. Allí el regente apadrinó a un joven que también creció en la política y el servicio público: Marcelo Ebrard.
Pero la estrella política de Manuel Camacho Solís se desdibujó al final del sexenio salinista. Habiendo dejado la regencia capitalina y nombrado por su amigo Salinas, secretario de Relaciones Exteriores, la candidatura presidencial que todos daban por hecho terminó en manos de Luis Donaldo Colosio. El quiebre de la amistad entre los antiguos compañeros en la Facultad de Economía fue sonado y definitivo.
Camacho renunció a Relaciones Exteriores y rompió lanzas con Salinas, aunque el todavía presidente le convenció de asumir el cargo de coordinador para el diálogo y la reconciliación en Chiapas ante el alzamiento del EZLN. Ya nada era igual para Camacho, sin embargo.
El asesinato de Colosio en plena campaña electoral resultó ser un golpe muy duro para Manuel Camacho, pues muchos ojos voltearon a verlo con desconfianza. El ahora senador explicó el año pasado a Wilbert Torre, de Excélsior, que muchos de sus “simpatizantes” dijeron que era “momento de golpear a Camacho”.
Alejado del PRI, partido al que renunció, Camacho trabajó en la creación del Partido de Centro Democrático (PCD), por el que se postuló a la presidencia de México en el año 2000. Esa aventura política solo duró dos años (1999-2000), pues su instituto político no logró conservar el registro.
El tiempo acercó al expriista hacia el PRD, su viejo y poderoso rival, partido que lo hizo diputado federal y actualmente senador de la república.
Hoy Manuel Camacho Solís está alejado de cualquier actividad pública a causa de su salud. Seis meses han pasado desde el desvanecimiento en la tribuna del Senado. Las mismas voces que hablan de su enfermedad mencionan también que su recuperación avanza, que pronto estará de regreso. Una batalla más habrá librado entonces.