En toda América Latina, solo Uruguay y Chile ocupan lugares decorosos en el combate a la corrupción.
Recientemente se publicó el Índice de Percepción de la Corrupción 2013, un estudio realizado por Transparencia Internacional que midió los niveles de corrupción en 177 países. En el puntaje cero significa altamente corrupto, y 100, nada corrupto. Si bien ningún país logra la perfección, sí hay contrastes notables para América Latina.
Es muy relevante que, en toda América Latina, solo Uruguay y Chile ocupan lugares decorosos en la tabla clasificatoria; los 19 y 22 respectivamente; mientras, el resto de naciones persisten rezagadas. Solo hay tres países en las primeras 40 posiciones y, naciones que son fuertes en la región, como Colombia, Panamá y México, aparecen después de la plaza 90. Somos pues una región de alta corrupción.
Escribo que es significativo porque, en términos de PIB nacional e individual, así como en estabilidad macroeconómica y potencial de crecimiento, los países latinos no ocupan sitios tan atrasados en la escala mundial, no se corresponden los parámetros. Los dígitos muestran que la región avanza en múltiples temas, pero que aún venimos arrastrando la corrupción endémica.
Es una enfermedad que limita enormemente el progreso de los países, ya que tiene implícito un elevado costo de oportunidad. Me refiero a que, por cada dólar que se desvía en las tuberías de la corrupción, la sociedad no solo pierde dicho dólar, sino los beneficios futuros que ese dinero podría detonar si se invirtiera con inteligencia y responsabilidad. Se anula el efecto multiplicador.
Sirva de pauta el cohecho a empresas para realizar trámites, pues ello incita la informalidad y limita la recaudación fiscal, lo que repercute en el gasto e inversión públicos. Igual pasa con el recurso que no llega a las escuelas por aplicarse a un soborno, pues se afectan la calidad de la educación y la economía del futuro, por la precaria competitividad que tendrán los egresados.
¿Cómo garantizar gobiernos garantes de las políticas públicas y solidarios con las prioridades de inversión, si es factible ganar elecciones con inyección de abundantes recursos que exigirán una renta futura? Son temas que dañan más a los que menos tienen, por la proporción. Vaya, no es lo mismo que no le llegue un dólar a quien solo gana 10, que a quien gana 100.
Esto es fundamental en el análisis; recordemos que el problema común y más grave de Latinoamérica es la desigualdad, la enorme brecha que parte a la región en dos mundos incomparables: el de la gente que progresa y sale adelante y, el de la otra mitad de la población, el de la gente que está condenada a vivir en la pobreza. Y por eso le insisto en el costo de oportunidad, en el daño expansivo que se genera con los apoyos que no llegan.
Bien por este estudio, porque el primer paso para solucionar un problema es lograr medirlo. Y para el seguimiento no podemos olvidar que la corrupción no es tema solo referente a funcionarios, sino a todos, puesto que no hay corrupto sin ciudadano que corrompa o tolere. Nos toca a todos.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.
Óscar Armando Herrera Ponce es un profesional de las finanzas. Ejerce como columnista y analista financiero para varios medios en México y Latinoamérica. Destaca como docente en posgrado y conferencista. @oscar_ahp.