“CADA que truena algo en la colonia sabemos que hay fiesta. Antes los cohetones anticipaban la conmemoración del Santo Patrón, ahora el ‘patrón’ es otro”, cuentan los vecinos de lo más alto de la delegación Gustavo A. Madero, en la ciudad de México.
A Cuautepec Barrio Alto no entra ni sale nadie sin que el patrón sea avisado. Los chicos apenas alcanzan a llegar a la secundaria. Sin oportunidades de estudio, empleo, ni diversión, los niños y adolescentes circulan solo por la colonia, fiestas en la calle y cervezas en la tienda de la esquina, y la gran diversión es ver pasar a la gente y gritar y chiflar sandeces a las jovencitas. Ellos, los del barrio, no conocen más allá de sus fronteras, casi nunca han salido de la colonia, así que a duras penas hablarán de la ciudad, mucho menos del mar.
Así que si a sus fronteras económicas y culturales se les suma la violencia intrafamiliar, a estos niños se les va formando con una idea, un tanto simple, de que para crecer hay que “rifársela” y las bandas han hecho eso poco a poco… En colonias de escasos recursos y poco futuro, la banda es para ganarse prestigio, unos cuantos pesos y, por supuesto, poder.
Despacio y en silencio, ha llegado a la ciudad el gran negocio de manera sistematizada. Chicos que son coptados como en las fronteras y otras zonas donde opera el crimen organizado. La diferencia es que aquí apenas llegan a nombrarlos “narcomenudistas”.
No están organizados, no es delincuencia transnacional, o por lo menos eso se han empeñado en asegurar las autoridades policiacas. Lo cierto es que ya secuestran y asesinan a 12 que sacan de un bar o matan a mano armada, y no con cualquier arma (una AK-17 conocida como “cuerno de chivo”), a tres jovencitos de 14, 15 y 19 años.
Y mientras sigamos escondiendo la basura debajo del tapete, nunca reconoceremos que estamos metidos, y desde hace mucho tiempo, hasta el fondo de un grave problema. Son tiempos de bala y los números lo confirman: con cifras del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, a septiembre de este año, en el Distrito Federal se han denunciado 63 408 robos con violencia; 5615 lesiones dolosas; 559 homicidios, también dolosos; 792 extorsiones y 40 violaciones; y falta considerar además la cifra negra de quienes, por los más variados motivos, pero sobre todo por desconfianza en las autoridades, no denunciaron.
Estamos frente a delegaciones con alto índice de violencia, atlas del crimen que circulan por las manos de legisladores, autoridades y operativos donde la propia policía sale involucrada en los mismos delitos que persigue y no pasa nada. De qué nos ha servido todo esto, insisto, si seguimos contando muertos en bares, calles y cafés.
Muertos que a veces son reconocidos con carrujo en mano y otros que nunca habían entrado al negocio; simplemente muertos por vivir en estos tiempos de bala, tiempos violentos. Y desde la colonia en lo alto, ‘el patrón’ se ríe, observando que por él nadie va, nadie lo persigue, truena su revólver y empieza una vez más la fiesta.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario Proyecto 40. Twitter: @HanniaNovell