

Ale Campos no habla de clientes; habla de personas. En su mundo, cada proyecto es una conversación viva, una búsqueda compartida por encontrar lo que todavía no existe. Al frente de The Possible Place, una firma boutique de innovación y marketing, ha construido un modelo poco común: uno donde la empatía es tan importante como la estrategia, y donde la creatividad se mide por lo que se diseña para transformar las industrias.
“Disfruto mucho un reto”, dice. “Esa adrenalina que se siente cuando un cliente te pone un desafío en la mesa y sabes que vas a encontrar una forma distinta de resolverlo, eso es lo que me mueve.” No lo dice como una declaración corporativa, sino como quien recuerda un viaje. Y en realidad, su historia profesional está llena de ellos: procesos en los que marcas y personas descubren juntos que la innovación puede ser profundamente humana.
Uno de sus primeros proyectos fue tan inusual como simbólico: una lata interactiva gigante, equipada con pantallas y sensores, que invitaba a los consumidores a jugar y experimentar con el producto. Era 2015 y el marketing experiencial apenas despuntaba en México. “Fue una locura maravillosa”, cuenta entre risas. “Pero sobre todo, fue el primer momento en que entendí que un proyecto puede convertirse en una experiencia emocional, algo que toca a la gente.”
Desde entonces, Ale ha mantenido esa mirada: crear desde la conexión, no desde la prisa. En The Possible Place no hay briefings impersonales ni respuestas de manual. Los proyectos nacen en espacios que llaman “cuartos de guerra”: mesas de trabajo donde se mezclan estrategas, tecnólogos, diseñadores y clientes para pensar juntos. “Ahí socializamos las ideas —explica—.
Usamos herramientas de cocreación, analizamos tendencias, vemos tecnologías emergentes, y filtramos todo a través de tres lentes: deseabilidad, factibilidad y viabilidad. Buscamos ideas que sean brillantes y posibles.”
Esa metodología, bautizada como Possible Focus, resume la filosofía de la agencia: hacer que las ideas más ambiciosas puedan materializarse. Pero lo que más destaca es la forma en que Ale y su equipo se relacionan con quienes confían en ellos. “No me contrata una empresa, me contrata una persona”, dice con convicción. “Esa persona tiene metas, presiones y sueños. Y si ve en mí una aliada que le resuelve, hará todo lo posible para abrirme las puertas y trabajar juntos.”
En un sector donde la rotación de agencias es la norma, The Possible Place presume algo distinto: relaciones que duran años. “Con algunos clientes llevamos más de once años. Eso no se logra con campañas; se logra con confianza”, comenta. Ale y su equipo son, literalmente, compañeros de viaje. Se adaptan al ritmo de cada marca, aprenden sus códigos, se vuelven parte de su cultura.
Esa cercanía también define su forma de liderazgo. “Soy una achiever, sí, pero no desde la competencia, sino desde la curiosidad. Me apasiona descubrir lo que nadie ha hecho antes, pero sobre todo, hacerlo en colaboración. Eso nos mantiene vivos, aprendiendo, evolucionando.”
Quizá por eso, hablar con Ale deja la sensación de que la innovación no tiene que ser fría ni abstracta. Que detrás de cada gran estrategia hay algo tan simple y tan poderoso como una conversación honesta entre personas que quieren resolver un reto.
Porque al final, en The Possible Place no se trata solo de hacer campañas, se acompaña a quienes imaginan lo que aún no existe. De convertir la incertidumbre en impulso. De volver posible lo imposible.
Más sobre The Possible Place
Firma boutique de innovación estratégica, ha desafiado por 10 años lo convencional, diseña y ejecuta proyectos a la medida para empresas nacionales e internacionales, integrando metodologías ágiles, equipos multidisciplinarios y tecnologías emergentes para transformar industrias y generar impacto real en negocios, personas y sociedad.
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