Por 30 dólares la hora, el servicio de caminatas de Chuck McCarthy ofrece aire fresco, ejercicio y alguien con quien hablar y dejar a un lado por un rato la vida ocupada y a veces solitaria de Los Ángeles.
McCarthy inicialmente pensó en hacerse “un paseador de perros”, un trabajo que está muy extendido en las principales ciudades estadounidenses como Nueva York o Los Ángeles, donde los lugareños viajan mucho y contratan a personas para que cuiden de sus mascotas durante su ausencia.
“También vi muchos anuncios de entrenador personal de gimnasia, así que le dije a mi novia: ‘Tal vez me convierta en un paseador de gente'”, cuenta durante una caminata por las colinas de Hollywood con vistas a la ciudad de Los Ángeles.
Entonces era una broma, pero McCarthy comenzó luego a pensar en ello más en serio, al darse cuenta de que había una necesidad de socialización en la gigantesca metrópoli californiana de diez millones de habitantes.
El hombre con tupida barba comenzó a trabajar como The People Walker (el paseador de gente) hace dos años, pero la demanda era tal que ahora hay 35 más como él en su equipo y un sitio web donde las personas pueden elegir recorridos y compañeros.
El aislamiento social se ha relacionado con diversas formas de depresión, enfermedades cardíacas, diabetes y cáncer, y puede acortar la vida tanto como el tabaquismo, según algunas estimaciones.
Eric Klinenberg, profesor de sociología en la Universidad de Nueva York, identificó la principal causa de esta soledad urbana en una reciente columna del New York Times: la creciente cultura global del individualismo en la sociedad contemporánea.
¿Conversación o confesión?
La economía de los empleados independientes (la “economía gig” en inglés) ha dado a luz a una generación de trabajadores que no tienen rutina, que no van a la oficina.
McCarthy dice que muchos de sus clientes están casados, tienen hijos, amigos, pero sus horarios no coinciden con los de sus seres queridos. Es por su aspecto práctico que acuden a The People Walker.
Para otros, las pantallas y las redes sociales han sustituido las relaciones humanas reales como una especie de sucedáneo de peor calidad.
En lugar de “gritar en el vacío de Twitter o Facebook”, los clientes de McCarthy están teniendo relaciones con personas reales que no los juzgarán ni hablarán mal de ellos.
“Es muy similar a ir a un confesionario, a un bar, a ver a un terapeuta o ir a la peluquería”, ejemplifica McCarthy.
Aspirante a actor, se niega con cierta coquetería a revelar su edad -“digamos que estoy en mis treintas”-, pero su floreciente negocio lo ha alejado de los castings últimamente: está a punto de lanzar una aplicación para teléfonos inteligentes y tiene planes para extender sus servicios a toda California… y el mundo.
Durante los últimos dos años, ha caminado con clientes de todos los ámbitos de la vida cuatro o cinco veces a la semana, generalmente durante una hora. McCarthy se describe a sí mismo como alguien que sabe escuchar.
“Es más una conversación que una confesión”, observa mientras se atempera: “No diría que escucho los secretos más oscuros de nadie y tampoco las personas rompen en llanto durante nuestras caminatas”, bromea.
Anie Dee, veinteañera y originaria de Wisconsin, en el norte del país, ha vivido en Los Ángeles durante siete años y conduce para un servicio de choferes cuando no trabaja en la taquilla de un teatro. Sentada todo el día, decidió el año pasado que quería hacer más ejercicio.
“Tengo problemas de salud por lo que caminar durante mucho tiempo es muy difícil para mí, tener a alguien conmigo me ayuda a caminar más allá de lo que pensaba”, dice.
Dee argumenta que sus paseos con McCarthy tuvieron un impacto positivo en su estado de ánimo.
“Cuando haces trabajo de escritorio y lo haces por tu cuenta, realmente no te beneficias del aspecto social del trabajo”, señala la chica. “Así que, cuando vas a una larga caminata es como: ‘Me siento renovada, es realmente bueno”, concluyó.