Tras la reunificación alemana, Hartmut Schindel, un operario de la planta nuclear de Lubmin, pensaba que debería buscarse otra forma de ganarse la vida, pues rápidamente se decidió el cierre de esa planta, la mayor de Alemania Oriental, desaparecida con el bloque comunista.
Pero 33 años más tarde, Schindel sigue trabajando en esa central a orillas del mar Báltico, o al menos en lo que queda de ella después de varias fases de un desmantelamiento que aún no llega ni a la mitad.
“Estábamos convencidos de que se desharían de nosotros”, recuerda este empleado que comenzó como aprendiz, se especializó luego en la gestión de residuos nucleares y ahora se ocupa de la comunicación de la planta.
Las obras, que se iniciaron en 1995, eran titánicas: se debía desmantelar cinco reactores y descontaminar 1.8 millones de toneladas de material potencialmente radiactivo. Actualmente, unas 900 personas siguen trabajando en Lubmin.
“Ninguna radiactividad artificial (producida por los reactores) debe escapar de aquí. Actuamos con mucho cuidado y eso, forzosamente, lleva tiempo”, explica Schindel.
El mismo proceso se iniciará en las tres últimas centrales nucleares en funcionamiento de Alemania, cuando cesen definitivamente sus actividades el próximo sábado. En el taller central de Lubmin, un ruido constante acompaña a los trabajadores, con cascos y vestimentas de protección.
ALGUNOS COMPONENTES DE LA PLANTA NUCLEAR SIGUEN CON RADIACIONES ELEVADAS
Cortan, comprimen y purifican bloques de acero o haces de cables, equipados con un dispositivo especializado: soplete de 1,200 grados, sierra de metal XXL, chorros de agua de alta presión.
Los materiales se almacenan en palés estandarizados de 120 por 80 centímetros. Los residuos radiactivos se colocan en otra área, dentro de enormes contenedores rojos, amarillos y azules. Partes enteras de la central desaparecen así lentamente, a un ritmo de 600 toneladas al año.
En los cinco reactores, activos entre 1973 y 1990, algunos componentes siguen emitiendo radiaciones en dosis elevadas. “Para desmontarlos de forma segura, hubo que construir un edificio especial, que estará listo en 2025”, explica Kurt Radloff, portavoz del grupo EWN encargado de la obra.
Los componentes más radiactivos serán sumergidos en agua y se desmontarán a distancia, “una técnica pionera” que podría inspirar el desmontaje de las otras centrales, apunta. La cuestión de su almacenamiento es más espinosa, ya que Alemania no dispone hasta ahora de ningún centro para enterrar residuos altamente radiactivos.
Sin olvidar el reto del reciclaje, ya que 98 por ciento de los materiales de la central, una vez descontaminados, podrán reutilizarse. El desmantelamiento de la central de Lubmin es un caso especial. Los costes de desmontaje se dispararon y los retrasos se acumularon. Y se necesitarán unos treinta años más para completar el trabajo.
“Al principio, se esperaba que todo terminara hacia 2030”, explica Christian von Hirschhausen, experto del instituto económico DIW.
“Pero fuimos aprendiendo de a poco, a medida que se desmantelaba la central”, concede Radloff. Además de la enorme dimensión del sitio, las centrales de Alemania Oriental son “más complejas” de deconstruir, porque se han perdido datos en el momento de la reunificación.
EL CIERRE DE LUBMIN EN ALEMANIA FUE POR RAZONES DE SEGURIDAD
Tras la caída del Muro de Berlín, se decidió el cierre de Lubmin por razones de seguridad, aunque parecía “construida para la eternidad”, recuerda Schindel, que pronto se jubilará. Una veintena de reactores han dejado de generar energía en los últimos años, aunque los procesos de desmantelamiento deberían ser más cortos que en Lubmin.
La mayoría de los operarios se someten diariamente a un procedimiento largo y tedioso, en espacios tabicados, con cambios sucesivos de ropa de trabajo y escáneres en cabinas estrechas.
Dentro de ellas, acatan las instrucciones de una voz robótica grabada en los años 1980, hasta que oyen: “Gracias. No hay contaminación”. Las pruebas de radiactividad se aplican también a cada palé que sale del emplazamiento. Si la luz es roja, se vuelve a descontaminar.
Incluso las cámaras y las baterías de los periodistas no escapan a ese control, que puede durar unos 40 minutos. Imagen insólita en este entorno de seguridad drástica: un club de tenis local se entrena en una cancha situada en la parte superior del antiguo bloque 6, reactor que nunca entró en servicio y fue reconvertido hace mucho tiempo. N