En el rígido pasado de Arabia Saudí, la policía religiosa solía actuar contra los vendedores de rosas o contra cualquiera que vendiera símbolos rojos por el día de San Valentín, el de los enamorados, pero ahora se desarrolla una cultura -tan novedosa como arriesgada- de relaciones amorosas más libres.
En el reino ultraconservador, involucrarse en una relación fuera del matrimonio era muy peligroso, pero esto no disuadía a algunos jóvenes de mostrar sus números de teléfono en las ventanillas del coche con la esperanza de contactar con mujeres.
En la actualidad, soplan nuevos aires de liberalización y la policía religiosa ha ido perdiendo poder, y los encuentros entre jóvenes de ambos sexos son más fáciles.
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Los jóvenes también buscan a su media naranja en Twitter y Snapchat, además de en otras aplicaciones como Swarm, inicialmente diseñada para catalogar las direcciones de lugares de moda.
“Vender rosas rojas era como vender drogas”, dice un joven cineasta saudita a la AFP, sentado junto a su novia en un café de Riad, con música de fondo, mientras una pareja se hace ojitos en una mesa vecina.
“Incluso esto era algo impensable en otro tiempo, que una mujer se sentara al lado de un hombre que no fuera pariente suyo”, comenta la mujer, profesional de los medios de comunicación. “Ahora las mujeres invitan a los hombres a salir”, agrega.
Aún así, las relaciones prematrimoniales siguen siendo un campo sembrado de minas y pueden ser castigadas, según la sharia (ley islámica) con latigazos y una pena de prisión, en un país con una cultura islámica muy arraigada y en la que el matrimonio suele amañarse entre familias.
Las citas secretas ilustran cómo la población saudita, mayoritariamente joven, lleva una doble vida, en busca de unas libertades sociales en un país con poca capacidad de cambio.
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Secretos y mentiras
Samirah, una ejecutiva financiera de 27 años de la capital saudí, se asustó cuando la madre de su novio encontró una tarjeta de cumpleaños, escrita de su puño y letra, y un regalo que ella le había regalado.
En una sociedad en la que el honor familiar suele estar estrechamente vinculado a la castidad femenina, esta revelación habría podido enfadar enormemente a sus familiares y poner en peligro una relación amorosa de varios meses.
Su novio logró desviar la atención de su madre, pero esta incitó a la joven pareja a organizar su próximo encuentro en Dubái, adonde Samirah fue poniendo como excusa un viaje de negocios.
“La sociedad saudí es más abierta, pero todo el mundo miente sobre sus relaciones porque la gente juzga sin parar”, afirma la joven saudita quien, como otras personas entrevistadas, prefiere no decir su verdadero nombre.
Normas sociales
El poderoso príncipe heredero Mohamed bin Salmán suavizó en los últimos años las normas sociales. Su plan de reforma rompe con un islam puro y autoriza los cines y las fiestas, y pone freno a los religiosos que se oponen a festejos como el del día de los enamorados.
Unas escenas inconcebibles en Arabia Saudita hace tan solo dos años, las de mujeres bailando a hombros de varones en conciertos de música.
Aún así, aunque la policía religiosa sea ahora más discreta, las familias siguen funcionando, como la sociedad, de forma conservadora.
Una saudita de unos 20 años explica a la AFP que sospecha que su hermano, que trabaja en el ejército, utiliza un programa espía para saber si ella queda con hombres.
“Los jóvenes sauditas están atrapados entre lo viejo y lo nuevo”, comenta Nur, otra mujer, empleada en el sector del desarrollo social.
“Muchas sufren del complejo de virgen-prostituta. Solo porque quieras salir en citas no significa que seas una perdida”, señala.
“Plagadas de riesgos”
Las sauditas tienen que enfrentar, además, un sexismo omnipresente en una sociedad que las reduce a su futuro papel de esposa y madre.
Las relaciones sexuales fuera del matrimonio continúan siendo un delito en la mayor parte del mundo árabe, y pueden desembocar en situaciones de chantaje.
Para Samirah, lo mejor, en una ruptura, es no separarse “a las malas”. “Las mujeres viven aterrorizadas: ¿y si grabó fotos y videos de mí? ¿Y si se lo dijera a mi padre? ¿Y si viene a casa?”, cuenta.
Encontrar una habitación de hotel puede resultar, además, fuente de angustia, pues en general se pide a las parejas que den pruebas de que están casados.
Nasser, de 25 años y empleado en publicidad, relata que el año pasado, uno de sus amigos fue sorprendido mientras besaba a su novia en un cuarto privado de un restaurante de Riad.
El gerente empezó a grabarlos diciendo: “¡Eso es haram [ilícito]!”. “El único lugar seguro hoy en día es en tu coche”, indica Nasser a la AFP. “Las citas están plagadas de riesgos”.