Nicholas Stanley, de 35 años, se encuentra detenido sin derecho a fianza tras confesar en una entrevista desde la cárcel que asesinó a Allen L. Cogswell, un delincuente sexual convicto que, según relató, abusó de una menor de su familia. El caso ha provocado una oleada de reacciones en Estados Unidos y reabre el debate sobre justicia por mano propia, salud mental y el sistema penal.
El asesinato ocurrió el 24 de junio en el motel Daylite Inn de Elkhart, apenas un mes después de que Cogswell saliera de prisión tras cumplir seis años por abuso infantil. En una entrevista televisada con WBND, Stanley declaró: “Cuando salió [de prisión], perdí la cabeza. Fui a buscarlo y cuando lo encontré, hice lo que tenía que hacer”.
UNA CONFESIÓN SIN REMORDIMIENTOS
Stanley, padre de dos hijos, sostuvo que no se arrepiente de lo ocurrido, y justifica su decisión letal.
“Estoy cansado de fingir que debo tenerle miedo al sistema cuando él claramente no lo tuvo. Si el sistema quiere desecharme, que lo haga. Ya no me importa”.
En sus propias palabras, Stanley se sintió consumido por una obsesión con Cogswell mientras este estaba en prisión, y aseguró haberlo rastreado hasta el motel antes de dispararle.
Ahora enfrenta una posible condena de hasta 65 años de prisión, aunque se ha declarado inocente en su primera comparecencia judicial. Su juicio está programado para el 6 de octubre.
LA FAMILIA: ENTRE LA ANGUSTIA Y EL APOYO
Jessica Stanley, hermana del acusado, declaró a Newsweek estar “devastada” por la confesión pública de su hermano. “Empecé a llorar al verlo. No entiendo por qué confesó algo tan grave sin la presencia de un abogado. Me preocupa mucho su salud mental”.
Jessica también explicó que su hermano padecía varios problemas psiquiátricos y había dejado de tomar su medicación tras perder su empleo y seguro médico semanas antes del crimen. “Desde que murió nuestra madre en febrero, su salud mental se deterioró rápidamente”, dijo.
Actualmente, Jessica lidera una campaña de recaudación de fondos para ayudar con la defensa legal de Nicholas y cuidar a sus hijos, de 12 y 14 años. “Ellos están devastados. Saben que probablemente no verán a su padre en mucho tiempo”.
¿JUSTICIA O VENGANZA?
La familia sostiene que no fueron notificados de la audiencia de libertad condicional de Cogswell y, por lo tanto, no pudieron ofrecer una declaración de impacto. “Nunca supimos que lo iban a liberar. No pudimos expresar el daño que causó”, aseguró Jessica.
Por su parte, Bruce Stanley, padre de Nicholas, defendió las acciones de su hijo.
“Ese tipo nunca debió haber salido. Si lo hubiera encontrado yo antes, lo habría hecho yo mismo. Mi hijo merece una medalla, no una celda”.
En redes sociales, Nicholas ya había mostrado su postura sobre los agresores sexuales. En una publicación de enero escribió: “Si lastimas niños, te lastimo yo. Fin de la historia”.
UNA COMUNIDAD DIVIDIDA
Mientras algunos lo califican como un asesino, otros lo ven como un justiciero. Un amigo cercano que pidió anonimato declaró: “Nick hizo lo que muchos no se atreven. Lo hizo por los niños, incluso si le cuesta su libertad”.
El caso de Nicholas Stanley ha captado la atención nacional y pone el foco sobre las fallas del sistema penitenciario, la salud mental desatendida y los límites entre la justicia y la venganza. A medida que se acerca su juicio, crece el debate sobre si el sistema debe castigar con severidad a un hombre que, según su familia, actuó por desesperación y en defensa de una víctima indefensa.
La defensa ha solicitado que, en caso de ser declarado culpable, Stanley reciba arresto domiciliario y libertad condicional, pero el destino de su caso ahora está en manos del jurado. N
Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)
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