El Sanatorio y Hospital de Maternidad La Esperanza atendió durante décadas partos en la ciudad de Aguascalientes. Abrió sus puertas en el año de 1942, y en el mes de agosto recibiría a su primer bebé. Se llamó Moisés.
Durante las décadas siguientes tuvieron lugar cientos de partos en dicho sanatorio. Era su especialidad. Uno de ellos ocurrió el 23 de febrero de 1997. La madre, Irma Ponce, acudió desde el municipio de Pabellón de Arteaga para dar a luz.
Al nacer su primogénito, solo lo vería una vez.
“El 22 de febrero empecé con dolores de parto: mi esposo no estaba en la ciudad. Le pedí apoyó a mi suegra, y nos trasladamos a la ciudad para dar a luz. Llegamos al sanatorio a la media noche, y di a luz a las seis de la mañana. Nació mi hijo, pesaba 3 kilos 200 gramos. Se lo llevaron al cunero, me dijeron que había nacido bien” narra, señalando que sólo lo cargo una vez antes de que las enfermeras se lo llevaran.
A lo largo del día, el personal respondía con evasivas cada vez que Irma insistía en ver a su hijo.
“Y preguntaba y me decían que estaba bien. Cuando pedía que me lo trajeran, me decían que no, que hasta que me dieran de alta me darían al niño”, dice. Su recuperación se prolongaría: le habían practicado una cesárea.
Por la tarde, cuando el esposo de Irma volvió y su suegra se marchó a la iglesia, él le dijo que fue a los cuneros, y que no vio al niño. Al preguntar, le dijeron que se lo habían llevado a bañar. “Se fue a comer, y cuando volvió fueron a preguntar y le dijeron que aún lo estaban bañando” dice Irma.
Para ese momento, la familia ya se mostraba preocupada. Un miembro del personal del hospital entró a la habitación de Irma, y pidió hablar con su esposo y su suegra, quienes se marcharon por varias horas. Cuando regresaron, le dijeron que el niño había sido trasladado por el personal a otra clínica porque estaba enfermo.
Eso no era verdad: para ese momento, a ambos familiares les habían notificado de la desaparición del recién nacido. Ninguno se atrevió a decírselo a la madre en el momento.
“Ellos ya sabían, les llamaron para decirles. A mi no me dijeron nada, sino hasta el día siguiente. Llegan unas personas de la procuraduría (al hospital) y me dicen que tengo que hacer una denuncia contra la clínica porque había desaparecido mi hijo” explica.
Se lo dijeron sin tacto ni miramientos. Irma aún se estaba recuperando de su parto, y ya le pedían que acudiera a denunciar.
“Yo les dije que no era posible, ¿cómo había desaparecido mi hijo?” cuenta, con la voz quebrada. La denuncia se levantó contra “quien resulte responsable”. Sin embargo, en las primeras horas de investigación, Irma se daría cuenta de que su hijo nunca fue identificado bajo los protocolos que deben aplicarse en un recién nacido: no se le tomaron huellas ni se le colocó alguna pulsera o parche.
“Ya van a ser 28 años de la desaparición de mi hijo. Y no hemos sabido nada”.
La última vez que el recién nacido fue visto, oficialmente, fue en los cuneros del área de maternidad. El Sanatorio Esperanza procedió a ampararse horas después del suceso.
Búsqueda se mantiene viva: comunidad se moviliza
Durante los últimos dos años, la investigadora y escritora Pilar González le ha seguido la pista a este caso. Cada domingo se reúne con Irma, que al día de hoy tiene otros tres hijos.
“Primero hubo una relación telefónica, después, en una primera entrevista tuve el conocimiento de lo que Irma vivió en su momento” relata. Como reportera en esa época, ella ya tenía el antecedente del caso.
Las primeras líneas de la investigación apuntaban a una pareja de “roba-chicos”. No fueron más de dos años activos por parte de las autoridades a cargo del caso: se tomaron declaraciones del personal, pero nadie había visto nada.
“El caso estremeció a la comunidad” asegura Pilar. Y es que en esos años, el área de los cuneros ni siquiera tenía llave.
“Hubo negligencias importantísimas: estaban resguardando el nacimiento de menores, y no se tenían los cuidados necesarios. Se señaló posteriormente a una enfermera…” narra. Y es que solo una persona no fue amparada por el hospital: Yolanda, la encargada del área de los cuneros ese día.
Pese a que dicha enfermera trabajaba en los quirófanos, se tuvo que presentar ese día en un área que no era la suya dado que la persona a cargo no asistió a sus labores. Cuando la desaparición del menor sale a la luz, Yolanda es acusada de un delito técnico-profesional, por dejar brevemente el área en donde estaba el recién nacido.
“Ella se tenía que mover, tenía que lavar los biberones. En ese momento raptan al bebé” asegura Pilar. Ningún otro miembro del personal fue detenido. Las cerraduras fueron cambiadas, y pocos años después el hospital cerró.
Dicho Sanatorio se ubica a un costado del actual Hospital General de Zona número 1 del IMSS. Lleva abandonado más de 20 años en condiciones deplorables, y lleno de basura. En el 2020, la fiscalía estatal encontró dentro el cadáver de un hombre, en la zona de maternidad.
Actualmente, Pilar maneja un grupo en redes sociales en donde busca más testimonios
que lleven al paradero del joven que en febrero cumpliría 28 años. Asegura que ha recibido indicios de que está con vida, y sano.
“A la comunidad de médicos y enfermeros: ellos saben. La ética debe prevalecer. Estos delitos suceden una y otra vez “, asevera. Principalmente, busca al personal que laboró en el hospital.
“Yo no voy a descansar hasta encontrar a mi hijo. Pido que me ayuden en la búsqueda. No quiero castigo para nadie. Solo quiero saber donde está. Si saben algo, lo que sea”, pide Irma.