Imagina que un día tu auto maneje por ti. Solo programas tu destino, te sientas y disfrutas el viaje; mientras, el vehículo hace todo el trabajo. Arranca, frena y se estaciona; pero también está equipado con un sistema que nunca se cansa, no se distrae y es capaz de predecir los movimientos de otros carros.
Aunque esta idea parece sacada de una película, los autos autónomos son cada vez una realidad. Y están sentando el futuro de la industria automotriz bajo la premisa de atender problemáticas que hoy en día nos afectan, como evitar accidentes viales causados por errores humanos, eficientar el consumo de energía y reducir la congestión de tránsito y las emisiones de CO2.
Incluso, su uso masivo podría cambiar nuestra relación con las ciudades del futuro. Habría urbes más limpias y diseñadas para el peatón o los ciclistas con la plena confianza de que esos medios de transporte son completamente seguros.
Todos estos beneficios son posibles gracias a la integración de varias tecnologías avanzadas: sensores para reconocer el entorno, sistemas de navegación satelital o GPS, inteligencia artificial (IA) para tomar decisiones propias y software de control remoto, por mencionar algunas.
Hoy en día podemos ver diversos prototipos de autos autónomos. Por ejemplo, hace tiempo en el Mobile World Congress presentamos un coche de carreras eléctrico que puede ser dirigido por un circuito de forma automática a través de programación de tecnología Low-Code, es decir, con poca carga de programación. O como el reciente anuncio de los Tesla Cybercab, un robotaxi cuyo diseño no incluye volante ni pedales.
CÓMO NOS IMPACTARÍA LA LLEGADA DE LOS AUTOS AUTÓNOMOS
Ante este futuro prometedor, ¿estamos listos para la llegada de los autos autónomos? Sin duda marcarían un antes y después en la movilidad urbana, con grandes impactos en metrópolis tan congestionadas como la nuestra. Sin embargo, no está exenta de desafíos.
En primer lugar está la confianza. Si bien la IA ha demostrado ser extremadamente eficiente, nunca existirá nada como el factor humano, capaz de tomar decisiones críticas. O el dilema ético, ¿el vehículo cómo sabría que al evitar un accidente no afecta a personas? Su programación debería considerar miles de escenarios posibles, y las empresas automotrices tendrán que ser transparentes sobre ello.
También impactaría sobremanera en sectores enteros o a la población dedicada al trasporte. Camioneros, taxistas o repartidores verían afectada su fuente de trabajo, haciendo el proceso de adaptación mucho más retador. Y no está de más decir que sería necesaria una reestructura en el marco regulatorio, el reglamento vial e incluso los seguros de auto.
La llegada masiva de vehículos autónomos promete transformar profundamente nuestras vidas, pero también nos obliga a cuestionar nuestro entorno. La tecnología, la infraestructura y la regulación deben evolucionar de manera conjunta, mientras que la sociedad necesita prepararse para los cambios que esta revolución podría traer.
Si bien es emocionante imaginar un futuro en el que podamos relajarnos mientras nuestros vehículos nos llevan de un punto a otro, por ahora ese futuro parece estar más lejos de lo que nos gustaría. N
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Juan Carlos Montero Vilchis es jefe de Tecnología Digital en NTT Data México. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.