Durante largo tiempo, en la historia de la humanidad, la búsqueda de la verdad era considerada una meta ineludible. El predominio del pensamiento mágico y religioso fue, paulatinamente, combatido por la labor científica, la cual aspiraba, y lo sigue haciendo, a ser verdadera y objetiva.
Así, el pensamiento positivista fue ganando terreno hasta consolidarse como el modelo de pensamiento que debía guiar el rumbo de las sociedades, pues solo a través de este se lograría el progreso. La verdad objetiva se convirtió así en un bien deseable, incluso los medios de comunicación fincaban la confianza de sus audiencias en ella.
Hoy parece que esa visión se ha transformado y los individuos, lo mismo que las redes sociales y la sociedad en general, aceptan, en su mayoría y sin titubear, noticias falsas, mitos y otras narrativas poco veraces. Al mismo tiempo, estos mismos actores, así como los gobiernos, generan cada uno de ellos su propia “realidad”, sus propios datos, sus propias perspectivas del mundo.
Ello nos permite señalar que vivimos en una era denominada de la posverdad, es decir, en un contexto social y político en que la evidencia empírica, así como los hechos objetivos y los datos tienen menor peso e influencia en la generación de opinión pública. En su lugar, las emociones, las creencias personales o las ideas que promueve algún grupo son las generadoras de nuevas “verdades”, lo que distorsiona deliberadamente la realidad.
LA POSVERDAD GENERA POLARIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL
Esta era de la posverdad genera polarización política y social, desinformación y miedos. También se construyen enemigos, amenazas y demás nociones maniqueas alejadas de la realidad, a lo cual contribuyen de manera sustantiva las redes sociales, que son ahora los principales medios de difusión de información, o mejor dicho, de desinformación.
En este contexto de posverdad, en días recientes se ha difundido en la prensa, en redes y demás medios el peligro que corre la humanidad por la amenaza de una tercera guerra mundial. La sola idea de pensar en una guerra generalizada entre las grandes potencias prioriza las emociones, la desinformación y las noticias falsas, al mismo tiempo que polariza tanto al interior como al exterior de los países.
La tesis de que el mundo está en riesgo de una guerra de grandes dimensiones ha estado presente en la última década. Primero, como resultado del enfrentamiento entre China y Estados Unidos; luego, por los combates entre Ucrania y Rusia, para luego visualizar la amenaza por las tensiones entre Israel y sus vecinos, particularmente Irán.
Más recientemente, esta visión catastrofista se ha fortalecido por la difusión que han hecho diversos medios y redes respecto a la autorización que hizo el gobierno de Joe Biden a Ucrania para utilizar misiles ATACMS —suministrados por Estados Unidos— contra Rusia, los cuales son denominados como misiles de largo alcance.
UCRANIA NO UTILIZA MISILES DE LARGO ALCANCE
El propio Vladimir Putin ha señalado que “están echando leña al fuego al estar utilizando misiles de largo alcance contra el territorio ruso”, lo cual pone en riesgo al mundo de una respuesta que podría devenir en una conflagración de magnitudes inimaginables. Lo cierto es que estos misiles los ha utilizado Ucrania contra Rusia al menos durante el último año. La diferencia es que Estados Unidos había limitado su uso en los territorios ucranianos bajo control ruso y no en el territorio ruso propiamente como en los últimos ataques. Además, y lo más importante, no se trata de misiles de largo alcance, como se ha presentado en todos los medios de información.
El sistema de misiles tácticos del ejército (ATACMS, por sus siglas en inglés) es capaz de alcanzar objetivos de hasta 300 kilómetros de distancia, muy lejos de un misil de largo al alcance. Baste recordar que la clasificación básica de los misiles contempla: misiles tácticos (TBM), cuyo alcance llega hasta 300 km. Le siguen por su alcance los misiles balísticos de corto alcance (SRBM), que van de 300 a 1,000 km. La clasificación continúa con los misiles balísticos de mediano alcance (MRBM), con un rango de entre 1,000 y 3,500 km; a estos le siguen los misiles de alcance intermedio (IRMB), cuya capacidad alcanza entre 3,500 y 5,500 km, y finamente están los misiles balísticos intercontinentales (ICBM), cuyo alcance rebasa los 5,500 km.
UNA GUERRA MUNDIAL PONDRÍA FIN A LA ERA DE LA POSVERDAD
Actualmente, la posverdad se antepone a la verdad y a los datos técnicos. Ucrania no está usando misiles de largo alcance, ya que los que ha enviado son apenas de 300 kilómetros. Sin embargo, la información falsa o desvirtuada es más poderosa, lo cual se ve reflejado en el comportamiento de las bolsas de valores que han reaccionado a estos tambores de guerra, lo mismo que la paridad de las monedas y otros movimientos bursátiles.
La administración de Joe Biden, que prácticamente va de salida, parece estar actuando con gran irresponsabilidad con estas escaramuzas al provocar una respuesta rusa. Como bien se ha publicado hace unos días en las redes sociales, la administración saliente en Washington quiere dejar una situación de alto riesgo a Donald Trump.
Por otra parte, no se debe perder de vista que Rusia, hoy por hoy, sigue teniendo la mayor capacidad nuclear instalada, por lo que a nadie le conviene golpear el avispero toda vez que una guerra mundial sería el fin de la era de la posverdad y el inicio de una nueva era de piedra por los devastadores efectos de una guerra nuclear. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.
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