Como la de muchos visionarios, la historia de Ignacio López-Francos comenzó con una mente inquisitiva, ávida por comprender cómo funcionaban las cosas. ‘Siempre he sido una persona muy curiosa’, confiesa, atribuyendo esa cualidad no solo a su inclinación de niño por desarmar relojes despertadores y explorar sus mecanismos, sino también a la decisión de dejar su natal Granada, en España, para estudiar una maestría en el Illinois Institute of Technology y buscar nuevas oportunidades en otro país.
Tras graduarse, su primer trabajo fue diseñar la cadena de suministro para una startup de servicio rápido. Poco después, a través de un curso en línea del MIT, descubrió cómo las grandes empresas utilizan datos y algoritmos para optimizar sus operaciones, lo que marcó su primera incursión en el aprendizaje automático y el big data. Con un renovado enfoque en la ciencia de datos, comenzó a trabajar como consultor para diversos clientes en distintas industrias y luego en United Airlines, donde implementó modelos de aprendizaje automático. Finalmente llegó a Meta y con ello a Silicon Valley, donde se le abrió un mundo nuevo de posibilidades y una puerta hacia la NASA y el espacio profundo.
La transición de López Francos a Estados Unidos no estuvo libre de desafíos. “Cuando llegué sin conocer a nadie, me di cuenta rápidamente de que las oportunidades laborales dependen en gran medida de tus contactos. Enviaba currículums sin recibir respuestas, así que decidí enfocarme en construir conexiones”, relata. Se unió a grupos de profesionales hispanos y latinos, especialmente aquellos centrados en ingeniería e inteligencia artificial. “Apoyarse en la comunidad y conectar con personas que comparten tus raíces y experiencias puede brindarte orientación y contactos valiosos, y es mucho más efectivo que intentar hacerlo solo o enviar aplicaciones a ciegas”, recomienda.
“Para crear una economía sostenible en el espacio, la NASA no puede ser el único cliente de estas corporaciones. El futuro es que empresas como SpaceX ofrezcan servicios no solo a la NASA, sino también a otras compañías como Blue Origin o Astrobotic.” – Ignacio López-Francos.
Fue su acercamiento a una organización dedicada a aumentar la visibilidad de profesionales hispanos en el campo de la inteligencia artificial lo que lo llevó a organizar un taller en NeurIPS, una de las conferencias más prestigiosas en IA, y de ahí a establecer contactos clave con profesionales de la NASA. “Me parecía fascinante”, recuerda, “porque, aunque ya había trabajado en inteligencia artificial, nunca la había aplicado al espacio. Las misiones y satélites espaciales recogen enormes cantidades de datos, lo que requiere técnicas avanzadas para tomar decisiones que pueden tener consecuencias sociales importantes. No solo en temas como la predicción de inundaciones o la mejora de los sistemas de energía, sino también en la posibilidad de encontrar vida en otros planetas y en ayudarnos a explorar y responder a las grandes preguntas sobre lo que existe más allá en el universo.”
Hoy, como ingeniero principal de investigación en la División de Sistemas Inteligentes del Centro de Investigación Ames de la NASA, Ignacio se especializa en inteligencia artificial y autonomía robótica para misiones espaciales. Su labor se centra en optimizar misiones a la Luna y el espacio profundo, así como en perfeccionar la integración de algoritmos de inteligencia artificial para una toma de decisiones más eficiente en el contexto de la exploración espacial.
Para desentrañar los misterios del universo, López Francos estudia problemas como la “caja negra” de muchos algoritmos de IA, donde el proceso de toma de decisiones es opaco. “Estos modelos no siguen un patrón lineal, lo que dificulta entender cómo llegan a sus conclusiones. Mi trabajo consiste en analizar cómo toman decisiones y detectar posibles fallos. Al entrenarlos para tareas como la navegación, anticipo errores y evalúo sus decisiones en diferentes escenarios, con el fin de minimizar riesgos en misiones espaciales, donde los costos y la seguridad humana son críticos”, detalla.
Uno de los proyectos más emocionantes en los que ha colaborado es VIPER (Volatiles Investigating Polar Exploration Rover), una misión diseñada para explorar el polo sur lunar, una región nunca antes visitada que presenta condiciones extremas, incluyendo cráteres con sombras permanentes que no han visto la luz del sol. El equipo de López-Francos utilizó técnicas avanzadas de IA para procesar imágenes de estas áreas oscuras, con el objetivo de identificar peligros potenciales antes del despliegue de vehículos como el rover. Aunque la NASA ha puesto en pausa el proyecto por cuestiones de presupuesto, Ignacio considera que misiones como esta son fundamentales para explorar el polo sur lunar y caracterizar los recursos disponibles, como la cantidad y composición del agua y otros volátiles, con miras a fomentar una economía lunar en el futuro.
UNA NUEVA ERA DE INNOVACIÓN
La NASA está colaborando cada vez más de cerca con el sector privado, un enfoque que López Francos considera crucial para el futuro de la exploración espacial. Esto se refleja en el surgimiento de empresas como SpaceX, que han desafiado a actores tradicionales como Boeing o Lockheed Martin, impulsando una nueva generación de startups en la industria. Además de presentar soluciones más rentables, estas nuevas empresas pueden fomentar una economía espacial autosuficiente al interactuar entre sí.” Para crear una economía sostenible en el espacio, la NASA no puede ser el único cliente de estas corporaciones. El futuro es que empresas como SpaceX ofrezcan servicios no solo a la NASA, sino también a otras compañías como Blue Origin o Astrobotic”, explica el ingeniero, apostando en que este enfoque abriría emocionantes oportunidades en los próximos años, no solo para astronautas, sino también para ingenieros, científicos, expertos en comunicaciones, administradores y más.
Al explorar el cosmos, López Francos también se plantea preguntas sobre la vida en otros planetas. En colaboración con Frank Marchis del Instituto SETI, propuso en un artículo para Scientific American enviar un “large language model” al espacio, inspirado en el Golden Record de 1977. Este proyecto de la NASA consistió en enviar un disco de oro al espacio a bordo del Voyager con sonidos e imágenes representativos de la Tierra, con el objetivo de comunicar la diversidad de la vida y la cultura humana a posibles civilizaciones extraterrestres.
Esta propuesta renovada de López-Francos y Marchis plantea preguntas complejas sobre cómo destilar la esencia de la humanidad en un LLM. “Nuestra idea es iniciar una conversación sobre qué contenido incluir y qué riesgos podría implicar. Si una inteligencia extraterrestre lo encontrara, habría que considerar desde la interfaz para interpretar los datos hasta los riesgos, al no saber qué haría esta inteligencia con la información. Aunque hay muchos supuestos, hemos recibido interés y es posible que colaboremos con SETI en el futuro. Es importante explorar estas preguntas y ver hacia dónde nos lleva esta línea de pensamiento.”
“Al entrenar [los modelos de IA] para tareas como la navegación, anticipo errores y evalúo sus decisiones en diferentes escenarios, con el fin de minimizar riesgos en misiones espaciales, donde los costos y la seguridad humana son críticos.” – Ignacio López-Francos.
El estudio sistemático de aplicaciones de IA también lo ha llevado a reflexionar sobre el impacto de los últimos avances tecnológicos. “Desde mi perspectiva en San Francisco, veo de cerca el avance de OpenAI, y la extrema rapidez con la que se está desarrollando la tecnología.” Esto lo ha llevado a reconocer la posibilidad de que la IA pueda igualar o superar ciertos aspectos de la inteligencia humana, aportando soluciones en sectores como el de la salud. Pero también a considerar los desafíos éticos y filosóficos que esto podría presentar. “¿Podría una inteligencia artificial desarrollar conciencia? ¿Tendría derechos?”, se pregunta subrayando las grandes interrogantes en esta nueva era de innovación.
Son estas inquietudes lo han llevado a abrazar lo desconocido en busca de respuestas. “Creo que la exploración constante fue la motivación que me llevó a buscar oportunidades en otro país, lo que finalmente me condujo a la NASA, algo que jamás hubiera imaginado”, concluye. Además, hace un llamado a las próximas generaciones de pioneros del espacio: “A quienes están considerando una aventura similar, les aconsejo preguntarse qué es lo que realmente les apasiona, hacer networking y no tener miedo al rechazo. No temas si una entrevista no sale bien o si contactas a diez personas y solo una te responde; al menos ya habrás logrado algo, lo cual es mejor que nunca haberlo intentado.”
Siguiendo el ejemplo de Ignacio, dar ese primer paso puede marcar el comienzo de un viaje hacia las estrellas.