Amar a tu país es como amar a la suegra: es algo que se espera de ti, pero que rara vez es genuino. Uno no elige dónde nacer, al igual que no eliges a la madre de tu pareja y, sin embargo, ahí estás, obligado a convivir. La ruleta de la vida gira y te lanza al mapamundi como un dardo sin puntería. Si caes en Guatemala, te da por soñar con México; si caes en México, anhelas cruzar la frontera norte; y si caes en Estados Unidos, construyes naves espaciales para mudarte a Marte. Esta es la suerte de ser mexicano…
El patriotismo es como la religión: una carga que te encajan desde que llegas al mundo, sin consultarte. Si eres patriota y creyente, felicidades, te has ganado la lotería del conformismo, pues debes aceptar que desde chiquito te entrenaron a repetir rezos e himnos como perico enjaulado, que si al crecer logras desgranar, descubres que ni siquiera tienen sentido o que, en el mejor de los casos, quedaron desfasados en el tiempo.
Tomemos como ejemplo nuestro querido himno nacional. Desde el título, ya nos ponen en modo bélico: “Mexicanos, al grito de guerra”. ¡Como si a todos nos encantara eso de gritar y andar en guerras! Si de verdad fuéramos tan belicosos, el servicio militar sería una tortura obligatoria de 18 meses, al estilo de Corea, y no una lotería donde sacas pelotitas de colores, y si tienes mala suerte, te toca chapear banquetas y pintar bardas.
No me malinterpreten; me parece perfecto que, en lugar de entrenarnos como máquinas asesinas, nos pongan a desyerbar. De hecho, sería más honesto (y menos comprometedor) que nuestro himno se llamara “Mexicanos, al grito de chapear y pintar”.
LA SUERTE DEL MEXICANO: CUANDO TE PIDAN AMAR A TU PAÍS, PIENSA EN LA SUEGRA
Ahora, entrando en materia poética, tenemos frases tan floridas como “Y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón”. Sin embargo, ni cañones tenemos, y la tierra solo tiembla cuando suena la alerta sísmica. Y cómo olvidar frases repetitivas y celestiales que hasta Kim Jong-un nos envidiaría: “Piensa, ¡oh Patria querida!, que el Cielo un soldado en cada hijo te dio, un soldado en cada hijo te dio”.
Sobra aclarar que el resto, por supuesto, nadie logra memorizarlo (ni cuando lo cantamos en los Mundiales), y no por antipatriotas, sino porque es imposible registrar tantas palabras rimbombantes bañadas de sangre.
Dicho todo esto, cuando te pidan amar a tu país, piensa en la suegra: no es obligatorio quererla, pero al menos disimula, que pueden pasarte por las armas. N
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Rodrigo Solís es escritor y publicista, fundador de las empresas Killer Quake y Pildorita Estudio. Su columna “Pildorita de la Felicidad” se publica en 18 países. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.