Una muy desagradable clase fue la que quiso impartir la presidenta de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Primero sus argumentaciones no encontraron ni lógica, ni dialéctica, ni interpretaciones de fondo; la segunda, fue aún peor, quiso dar respuestas a las angustias ciudadanas que, en su derecho, cuestionaron al tribunal. Sus respuestas con pedagogía exprés: “sí o no”, con un significante irónico y burlón como salido de una “alborada del Alcázar”.
En una convicción demócrata las sentencias de tribunales se cumplen. Se abrió una nueva página de la nación. Establece la Constitución mexicana artículo 1, “…todas las personas gozarán de los derechos humanos” …, el voto es un derecho humano, para decirlo en las ironías de la presidenta de la sala superior del TEPJF, “… aunque les duela…”. El voto lleva en su SER una carga de virtudes: “universal, libre, igual, directo y secreto”. El voto no admite exclusiones, su opción es autónoma, tiene el mismo valor en el electorado, no admite intermediarios, no manifiesta su preferencia. Pareció consigna: ¡queremos todo! Lo más agraviante fue: “…la distorsión del voto la dio el ciudadano al depositar su voto el 2 de junio” … ¡no le dio rubor! Su interpretación gramatical, sistemática y funcional que señala y obliga la ley, no apareció en escena.
“El mito de Sísifo” (Albert Camus). Alcanzó más pedagogía que las explicaciones de la comentada magistrada. Nos encontramos en la parábola de la condición humana y absurdos intereses. Como Sísifo, los que no votaron por los ganadores más la ciudadanía pasiva, deberán seguir en la exploración humana del significado de la indiferencia y carencia de buen propósito de triunfadores. Como Sísifo hallarle sentido a la lucha diaria por una nueva opción ciudadana y cívica.
Es necesaria una deconstrucción política de la sociedad civil, la lección es que los partidos políticos renunciaron a ser entidades de interés público; además, han sido torpes como maquinarias electorales desde las secciones electorales, le han dejado todo a asesores extranjeros que en dólares y euros merman el financiamiento público. Es la hora de empoderar los pedestales teóricos y prácticos de la política; no hay otra manera de enfrentar el desafío y ambición del poder “absoluto”. Que solo uno lo tiene merced a la fe: Dios.
La ciudadanía ES quien deberá deconstruir la política y su sentido, sobre todo la conexión del discurso. La ruta es muy simple, el diálogo podrá ofrecer un consenso para una ética ciudadana como fin principal que integre y de identidad. Muchos nos equivocamos, convencidos, al menos yo, que la acción colectiva era un proceso para lograr un producto deseable; lamentablemente fue para una vidriera de campaña. Pero el trabajo agrupado es simple: una acción común que no deberá permitir que el Estado cambie la ética ciudadana pactada, ese carácter es de todos sin ser propiedad de nadie. Es preciso un trabajo político. Como una acción consciente, deberá darse sin alarde mediático de super héroes, por el contrario, desde la humildad, diseñar un discurso de la práctica con una narrativa que sea entendida por la sociedad: una vida compartida virtuosa.
Construir una ética que: reúna trabajo, unifique, piense las virtudes públicas. Reconstruir las instituciones dañadas por el jefe del ejecutivo federal, las obsoletas, las innecesarias, desde una ética imparcial. Realizar la geografía ética desde el individuo hasta la sociedad. De nada serviría una opción ciudadana sin práctica, es decir, ¿cómo desarrollar “el mundo de la vida” desde el accionar? En fin, desarrollar un pensamiento a la altura de las circunstancias de ahora hacia el futuro. Dicho en una nuez: deberemos enfrentar ese futuro juntos, sentirnos contiguos, que el “Otro” sea la clave de nuestro ser distinguido. Acción política que medite con pensamiento prudente su actualidad para planear la ética política, ¡patrimonio de ciudadanos!
La opción ciudadana es dialógica, contiene las rutas adecuadas, será la deliberación la que perfeccione su pensamiento y el pensamiento quién perfeccione la deliberación. Se hace política cuando se actúa políticamente. El eje de crear una expectativa cívica demanda “frónesis”, prudencia orientada por Aristóteles, los empeños prácticos que enseñó Marx, la coherencia que reclama la virtud, que ES el alma que une debate y acción. La cartografía es fácil, no hay lógica entre razonamientos lúcidos y una mala acción moral. La política se impulsa desde la ciudadanía, la opción que queda, la pluralidad y diversidad es espejo de la sociedad. Ese espejo fue el que negó el consejo general del INE y el Tribunal Electoral al “pueblo bueno”. Pues entre más plural más posibilita su integración, solo falta la acción cívica, la ciudadanía con su espíritu político racional y su discurso práctico. Recuperarlo lleva riesgos, penderá de una construcción común, pero son menores que el autoritarismo.