Un mes después de la victoria de Claudia Sheinbaum en el proceso electoral presidencial los mercados siguen asimilando el avasallante resultado y la interrogante es siempre la misma: ¿La próxima presidenta seguirá ciega e incuestionadamente el camino trazado por López Obrador o, por lo contrario, se distanciará de su predecesor generando, de esa manera, una nueva versión de la 4T?
Durante este periodo de transición, algunos sectores han argumentado que el marcador de la elección fue consecuencia de un posible fraude electoral que se orquestó en el conteo de votos. Lo paradójico es que, semanas antes de la elección, muchos de esos grupos salieron, justificadamente, a defender al árbitro electoral en contra de diversos ataques, por lo que insinuar que el INE pudo haber sido cómplice de una maquinación antidemocrática es un despropósito y una falsa narrativa, como ha indicado la propia autoridad electoral.
Respecto de la interrogante planteada al inicio, considero que más allá de saber si Claudia Sheinbaum seguirá o no el proyecto de nación de López Obrador, resulta impostergable que las fuerzas políticas del país y, en especial, la sociedad civil lleguemos a acuerdos para poner fin a muchas disputas y prejuicios que, derivado de la situación de violencia extrema y crimen organizado que se sobrevive en nuestro país, actualmente han pasado a otro plano, al menos, temporal.
PROPUESTAS DISCUTIBLES Y NEGOCIABLES
No quiero generar malentendidos, el paquete de iniciativas de reforma a la Constitución presentado por López Obrador en febrero es de la máxima trascendencia e importancia para la definición del modelo de Estado que queremos ser. Sin embargo, algunas de esas propuestas son discutibles e incluso negociables desde el punto de vista político y jurídico.
Otras, como por ejemplo, la propuesta de reforma al Poder Judicial, implican un análisis mucho más profundo y consciente que implica, en última instancia, definir qué papel deben tener los jueces en nuestra democracia.
A lo que me refiero es que poner fin a la crisis de seguridad o al menos establecer las bases para buscar la paz y, de esa manera, reducir los índices de violencia que se padecen en nuestro país no debe postergarse o someterse a cabildeos. Como diría Javier Sicilia, y sin afán de agraviar: “Estamos hasta la madre”.
EL NARCOTRÁFICO, EL PEOR ENEMIGO DE MÉXICO
Para dimensionar el problema, hace tiempo El País publicó un análisis de una investigación en la que se determinó que el narcotráfico es el quinto mayor empleador de México con aproximadamente 150,000 personas y, por ende, con más personal que empresas como Oxxo o Pemex. En dicho estudio, Rafael Prieto Curiel concluye que la única manera de disminuir la violencia en nuestro país es reduciendo el reclutamiento por parte del crimen organizado.
La interrogante que deriva de dicho planteamiento es la siguiente: ¿Cómo evitar que el quinto mayor empleador de nuestro país siga reclutando personal? Como se advierte, la responsabilidad de Claudia Sheinbaum no es para nada sencilla, pero, sin duda, requiere de la colaboración de todos; al menos, para reconocer y entender en dónde estamos parados.
En ese sentido, espero que, así como la presidenta electa tuvo la capacidad de salir triunfadora y vencer la contienda electoral por un amplio margen, pueda también convencernos de que podemos hacer las cosas de manera diferente, ya que este país necesita establecer las bases para reparar el tejido social.
Simplificando a Miguel de Unamuno: vencer no es lo mismo que convencer; para convencer hay que persuadir, y para persuadir se requiere de la razón y el derecho. N
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- Miguel Vargas T. es abogado por la Escuela Libre de Derecho. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.