Este año será un periodo de mucho ajetreo político no solo para Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea, sino para más de 60 países que albergan más de 4,000 millones de personas, lo cual pondrá a prueba incluso a las democracias más sólidas y moverá la aguja de muchas decisiones de trascendencia nacional y global.
Desde Taiwán y el Reino Unido hasta India, El Salvador, México y Sudáfrica, las contiendas presidenciales y legislativas tendrán implicaciones en temas como los derechos humanos, la política económica y las relaciones internacionales en un mundo volátil.
En algunos países la votación no será libre ni justa. En muchos otros, visiones totalitarias, restricciones a la oposición, electorados cansados y la desinformación han convertido justo los alcances y los fines de la democracia en un tema central.
Ahora, si bien estamos hablando de varias decenas de procesos político-electorales, en este texto me centraré en tres de los más vistosos y, a mi juicio, los de mayor implicación global: Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea.
ESTADOS UNIDOS, ENTRE LA POLARIZACIÓN Y LA HEGEMONÍA
El país enfrenta divisiones sociopolíticas cada vez más profundas, lo cual se traduce en cuestionamientos a los derechos reproductivos, las acciones sobre el cambio climático, pasando por el apoyo a Ucrania, y de fondo hasta las formas y el destino de la democracia. Vamos, se augura una carrera electoral con importantes impactos nacionales e internacionales.
¿Es la economía? El gobierno de Biden ha implementado una serie de medidas de recuperación poscovid que han reencarrilado la economía: el desempleo es bajo, el Dow Jones está en máximos históricos. Sin embargo, la pregunta clave es si el público percibe que la economía está caminando en la dirección correcta, pues el costo de vida sigue siendo elevado y la inflación continúa en tasas elevadas. La ecuación sigue sin balancearse y tal vez ya nunca más vuelva a equilibrarse como antes: cómo será la economía poscovid y de resiliencia al cambio climático es una pregunta todavía por resolverse.
La política exterior. La guerra en Gaza presenta un acertijo complicado para Biden: cómo apaciguar por un lado al lobby israelí y, por otro, a grandes sectores de su partido, en particular a la izquierda y al electorado joven simpatizante de los palestinos.
A su vez, Biden sigue liderando la coalición global de apoyo a Ucrania, pero los republicanos, que buscan una reforma migratoria draconiana, están retrasando el financiamiento del gobierno y como resultado la efectividad de continuar apoyando la guerra.
ESTADOS UNIDOS TAMPOCO LA TIENE FÁCIL CON LA CRISIS CLIMÁTICA
Si a esto le añadimos cuestiones como los efectos de la caótica retirada de Afganistán (impulsada por Trump, pero implementada por Biden), el potencial caso de que China ataque a Taiwán y el papel en la OTAN, las discusiones sobre el rol de Estados Unidos en la esfera global están garantizadas en este proceso electoral.
La crisis climática. Por fin parece que la opinión pública ha cedido a la evidencia: el cambio climático es real. Las encuestas reflejan que 70 por ciento de los estadounidenses, incluidos 50 por ciento de los republicanos, esperan acciones de resiliencia al cambio climático. Sin embargo, la discusión política sobre el tema sigue siendo pobre.
Mientras Trump argumenta que no cree que el cambio climático esté empeorando, Haley fue la artífice de retirar al país del Acuerdo de París y DeSantis propone poner fin a la regulación de las emisiones. Vamos, un disparate de visiones sin ton ni son.
Por su parte, si bien la Inflation Act de Biden puede ser criticada, su activismo lo coloca como un referente que contrapuntea las visiones conservadoras. Sin embargo, las exigencias del caso requerirán todavía más políticas públicas que abonen a zanjar las deudas con el cambio climático.
RUSIA Y LAS ELECCIONES QUE NO SON
Las elecciones presidenciales de Rusia tienen una conclusión inevitable, pero la apariencia de la democracia sigue siendo muy importante para su líder. Vladimir Putin anunció el mes pasado que buscará un quinto mandato presidencial en las próximas elecciones de marzo.
Los retos de la legitimidad. Aunque las elecciones parecen ser una formalidad, se celebrarán en un país cada vez más conservador que ha cambiado por la guerra, donde la disidencia ha sido criminalizada y con destacados políticos de oposición encarcelados, como Alexei Navalny o Ilya Yashin.
Sin embargo, los líderes autoritarios como Putin dependen de las élites para gobernar, y las elecciones tienen como objetivo mostrar a la clase política y económica que todavía goza del respaldo público a pesar de la fallida insurrección de Yevgeny Prigozhin.
La guerra en Ucrania. Si bien en las grandes ciudades de Rusia la guerra ha perdido potencia en la opinión pública, para una parte del electorado el fin de la guerra sigue siendo un parámetro importante del que se espera pronta resolución y acciones en el corto plazo.
Sin embargo, el Kremlin ha logrado capotear una parte importante de los efectos negativos al encontrar mecanismos para sortear las sanciones impuestas por parte de Occidente, lo cual ha permitido mandar señales de fortaleza ante un medio internacional hostil.
RUSIA BUSCA LEGITIMIZAR LA OCUPACIÓN DE UCRANIA
Además, por primera vez la votación tendrá lugar en los territorios ocupados de Ucrania. Vamos, que estamos ante un esfuerzo por legitimizar la ocupación y la guerra que parece no tener un punto de solución definitivo ni claro.
¿La oposición? Leonid Slutsky, del Partido Liberal Democrático, y Vladislav Davankov, de Gente Nueva, se han registrado para las elecciones. Sin embargo, ninguno representa un desafío significativo, pues estos partidos han apoyado las legislaciones del gobierno de Putin.
Slutsky, líder de la comisión de asuntos exteriores de la cámara baja, ha sido un destacado partidario de la política del Kremlin. Mientras, Davankov es vicepresidente de la Duma y cuenta con el apoyo de 15 escaños en la cámara de 450 miembros.
De forma es un proceso que pasará sin mayores aspavientos, rígido en muchas de sus aristas. Sin embargo, de fondo el régimen está recurriendo a métodos cada vez más radicales para protegerse. La guerra está empezando a dictar sus propias reglas y estas elecciones serán el catalizador de ese proceso.
LA UNIÓN EUROPEA Y SU ESTABILIDAD ALGO TIBIA
En 2024 se espera que haya una nueva composición del Parlamento Europeo y la contienda se perfilará por estos elementos: desde la invasión de Ucrania, hasta el ataque y la recaptura de la región de Nagorno-Karabaj por parte de Azerbaiyán, pasando por el conflicto en Palestina, sumando la transición ecológica y los desafíos económicos, especialmente los relacionados con el presupuesto de la UE.
Este proceso traerá inevitablemente un cambio en las políticas. Más allá de que la Presidencia de la Comisión permanezca, la introducción de nuevas prioridades por parte del Consejo Europeo, junto con nuevos Comisarios darán lugar a un cambio.
La Comisión. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, confía en su reelección, pero los cambios en los gobiernos nacionales influirán en la composición del Colegio de Comisarios. Si bien la posición de su partido, el Partido Popular Europeo (PPE), se ha debilitado en el Consejo, sigue siendo la opción más clara para los jefes de Estado y de Gobierno. Vamos, en el caso de que no sea seleccionada, el proceso se volvería muy azaroso y complejo, y pocos estarían dispuestos a comprar esos riesgos.
LA UNIÓN EUROPEA NO LA TIENE FÁCIL
Aunque actualmente von der Leyen cuenta con el apoyo del canciller Scholz, también necesitará el apoyo del presidente Macron, lo cual no está asegurado. Sin embargo, la posibilidad de un candidato más favorable a Francia no está clara.
Así que mientras von der Leyen asegure su posición en el PPE y que este logre una mayoría en las elecciones, es muy probable que vuelva a ser elegida. La pregunta de fondo será sí esta previsible estabilidad entre la derecha y la centroizquierda será suficiente para afrontar los retos de una región que también se está polarizando tanto en lo que concierne a las naciones miembro, como su posición regional frente a Estados Unidos, Rusia y China.
CONCLUSIONES
Cuando uno analiza el devenir del mundo pareciera que vivimos en tiempo aciagos, un mundo mejor se nos ha ido. Analizar la política siempre tiene ese efecto. Uno siente que se está entre el azar y el infortunio: crisis climática, dudas sobre las democracias, totalitarismo cocinándose, derechos en riesgo, inestabilidad económica.
Ver las “grandes” decisiones de la realpolitik de las potencias (Estados Unidos, Rusia, Europa) frente a la confluencia de estos elementos me hace dudar de nuestro lugar en la tierra y pensar si realmente estamos tanto más perdidos que ellos. O simplemente estamos todos igual de perdidos, como siempre. N
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Miguel Tovar es director general de Sociedad Plural y analista político. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.