Un grupo de científicos aún no se explica cómo es posible que hayan encontrado ratones momificados en uno de los ambientes más hostiles y fríos del planeta. Desde la década de 1970, cuando ocurrió el primer hallazgo, la comunidad científica no ha logrado explicar la presencia de ratones muertos en la cima de algunos volcanes andinos. Y ahora, el descubrimiento de roedores vivos ha terminado por profundizar el misterio.
La altura promedio de los volcanes andinos excede los 6,000 metros sobre el nivel del mar, y la temperatura en las cumbres nunca es superior al punto de congelación.
Por ello, los primeros investigadores aventuraron la teoría de que los incas llevaron ratones a las cimas. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la revista Current Biology proporciona evidencias de que los diminutos animales escalaron, por cuenta propia, hasta esos entornos extremos.
Asentados en la América precolombina desde principios del siglo XIII y hasta fines del XVI, los incas solían peregrinar a las cumbres andinas para celebrar la Capacocha: una ceremonia ritual que incluía sacrificios.
De allí que los primeros investigadores concluyeran que los ratones eran parte de las inmolaciones animales ofrendadas a las deidades incaicas o bien, que los roedores viajaron de polizones ocultos en las provisiones de alimento.
En un comunicado de prensa, el Dr. Jay Storz, profesor Willa Cather de ciencias biológicas en la Universidad de Nebraska-Lincoln, señala que “no debe sorprender” que aquellos arqueólogos abrigaran semejantes teorías, ya que nada puede sobrevivir a esa altitud.
¿LOS RATONES ESCALARON LOS VOLCANES?
“Es imposible exagerar la hostilidad de esos lugares. La temperatura en la cumbre de un volcán de 6,000 metros de altura jamás supera el punto de congelación, a lo que debemos sumar los implacables vientos huracanados y el hecho de que cada bocanada de aire contiene la mitad del oxígeno disponible a nivel del mar”, asegura Storz. Por ello, el comunicado de Storz describe a los roedores como “ratones momificados y liofilizados [criodesecación]”.
Storz y sus colegas comenzaron a dudar de la teoría científica existente cuando, en la cumbre del Llullaillaco —volcán que se alza a más de 6,700 metros sobre la frontera de Chile y Argentina— encontraron ratones vivos conocidos como pericotes australes o pericotes de panza gris [Phyllotis xanthopygus]. El hallazgo marcaba la primera vez que un equipo científico documentaba una especie de mamífero habituado a una altitud así de extrema.
Y no solo hallaron ratones vivos, sino también restos momificados dispersos en los volcanes vecinos de Salín, Pular y Copiapó, todos con una elevación de más de 6,400 metros sobre el nivel del mar.
No obstante, el análisis de las momias les tenía reservada otra sorpresa: al parecer, los ratones escalaron aquellas cumbres por “su propio pie”. La prueba de ello salió a la luz cuando midieron las concentraciones de carbono-14, un átomo que se degrada a una velocidad bien conocida.
POBLACIONES DE LARGA DATA EN ELEVACIONES EXTREMAS
Como detalla el artículo, dicho análisis les permitió determinar que, si bien algunos roedores momificados habían muerto hacía apenas unas cuantas décadas, la mayor parte de los especímenes recuperados perecieron hace aproximadamente 350 años.
La conclusión más obvia: semejante datación hacía imposible que los ratones alcanzaran todas esas cumbres como parte de una peregrinación ceremonial, puesto que el Imperio Inca se extinguió un siglo antes de que murieran los roedores más antiguos.
“Esta especie específica [Phyllotis xanthopygus] es uno de los mamíferos pequeños más comunes en las alturas de los Andes centrales”, prosigue el comunicado de Storz.
“Pese a ello, nunca imaginamos que pudieran vivir en altitudes tan extremas, a más de [6,000 metros] sobre el nivel del mar. Nuestro récord para la captura de un ratón vivo es de 6,739 metros de altitud, en la cima del volcán Llullaillaco (en la frontera entre Argentina y Chile)”.
El experto añade que, ahora, con el descubrimiento de ratones momificados en las cumbres de varios otros volcanes de la misma región [todos con más de 6,000 metros de altitud], se dispone de pruebas adicionales sobre la existencia de poblaciones de larga data que viven a elevaciones extremas.
“Los ratones vivos y momificados representan un récord de altitud para los mamíferos de todo el mundo… Nuestro hallazgo es importante porque, hasta ahora, se pensaba que los mamíferos no podían sobrevivir en alturas así de extremas”. Con todo, eso no significa que el equipo haya resuelto el misterio.
¿CÓMO SOBREVIVEN EN ENTORNOS TAN HOSTILES?
Storz y su equipo siguen sin poderse explicar cómo esos animales tan pequeños han podido sobrevivir en entornos tan hostiles como la puna de Atacama, altiplano desértico localizado en la cordillera de los Andes, a 4,500 metros sobre el nivel del mar y uno de los ambientes más rigurosos de la tierra.
El artículo añade que la propia NASA visitó la región como parte de sus preparativos para la exploración de Marte. “Estos ratones viven en un ambiente extremo, casi marciano; incluso en la base de los volcanes”, destaca el boletín de prensa de Storz.
“Pero las cumbres volcánicas son aún más extremosas, con condiciones que evocan el espacio exterior. Es asombroso que cualquier tipo de animal —mucho más un mamífero de sangre caliente— pueda sobrevivir y funcionar en un ambiente así. Y cuando lo experimentas personalmente, la impresión es mucho más profunda: ‘Por Dios, ¿cómo es posible que algo viva allá arriba?’”.
Por lo pronto, los investigadores aventuran la hipótesis de que los ratones suelen migrar a esas cumbres para evitar a sus depredadores, conjetura que todavía no han podido confirmar.
“No cabe duda de que, si te escondes en lo alto de un volcán de 6,000 metros, al menos estarás a salvo [de los depredadores] y solo tienes que preocuparte por otras cosas. Aun así, lo que orilla [a los ratones] a escalar a semejantes altitudes sigue siendo un misterio”, concluye Storz. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)