Permítanme compartir con ustedes ciertos comentarios sobre una de mis grandes pasiones, a la que he entregado el mayor tiempo de mi vida laboral: el museo.
El término museo proviene del latín musēum, y este a su vez del griego museion: templo y lugar dedicado a las musas inspiradoras del arte. En los pórticos de estos magníficos recintos, los sacerdotes eran los guardianes de las obras de arte que deleitaban al pueblo. Se puede afirmar entonces que los templos fueron los primeros museos públicos accesibles a cualquier ciudadano.
El origen del contenido resguardado en un museo se basa en la vocación del “coleccionismo”, entendido como aquella actividad dedicada a la adquisición y acopio de obras y objetos patrimoniales, con la finalidad de ser exhibidos. Precisamente, la misión de los espacios museísticos es la de adquirir, conservar, restaurar, investigar, comunicar, difundir y exhibir bienes de interés cultural (definición de “museo” proporcionada por el ICOMOS, Consejo Internacional de Monumentos y Sitios).
Por lo general, los museos son espacios públicos o privados sin fines de lucro. Sus vocaciones son tan diversas como sus visitantes, pero tienen en común una serie de lineamientos aprobados internacionalmente, con la finalidad de brindar en sus exposiciones una serie de servicios como: experiencias inmersivas y lúdicas, asistencia a personas con capacidades diferentes, conocimientos, seguridad, limpieza, confort, diseño museográfico, iluminación adecuada, señalética congruente, visitas guiadas, informes, publicaciones, etc.
Asistimos a un museo porque queremos explorar el pasado y soñar con el futuro, por la certeza de encontrarnos con la belleza, un acto creador o una ilusión. O simplemente lo hacemos porque nos encanta. Cuando el museo ofrece un conjunto de acciones que permiten al visitante olvidar por un tiempo determinado el afuera, éste lo agradecerá y la mejor recompensa es que regrese.
El arte es un punto de encuentro y una experiencia para los sentidos, además de ser un medio de comunicación que crea comunidad y se convierte en un antídoto contra la violencia. Ya sea un museo de arte o de cualquier otra temática, la intención de estos espacios y lo que deseamos encontrar es que sean accesibles, seguros, de trato digno y acogedor.
Contemplar una obra provoca el milagro de la transmisión. Aquello que todo artista persigue deriva en capturar la atención del que ve, desde la prehistórica Cueva de Altamira hasta la expresión que se da en los actos creativos contemporáneos. Aunque sea por segundos, el acto de comunión tiene un efecto reparador, es un regalo que nos damos, una nueva sensación, una experiencia inesperada: ¿tal vez reveladora? Solo basta pararse de frente y dejarse ir, no hay mucha ciencia.
¿Qué se busca en un museo?, digamos que sorprenda, que invite a una experiencia transformadora para el que entra; que la persona salga con una sensación casi imperceptible de felicidad y satisfacción o de cuestionamiento.
Al menos yo que he pasado la mitad de mi vida trabajando en museos, he tenido como principio narrar historias expositivas que abstraigan y conquisten, aunque sea por unos segundos, la atención del visitante.
Asistir a un museo es un goce: dejarse ir, sin pretender que para entrar y comprender lo observado debe tenerse una enciclopedia mental como requisito. Todo lo contrario: debemos abandonar la idea de que “hay que ser culto para entender”. Al observar completamos el circuito del creador: para cumplir con su cometido la obra debe de ser vista.
Como dato curioso encontré que existen 42,000 espacios en todo el mundo que exponen obras de arte moderno y contemporáneo. En nuestro país, el 29 de noviembre de 1934 nació el primer museo de arte; inaugurado bajo el apelativo de Museo de Artes Plásticas, el primer recinto cultural dedicado a exhibir objetos artísticos para su contemplación hoy lleva el nombre de Museo del Palacio de Bellas Artes.
Nuestra ciudad, y las importantes del país como Guadalajara, Monterrey, Tijuana, San Luis Potosí, Puebla, Zacatecas, entre otras, cuentan con estupendas plataformas para la exhibición de exposiciones: ¿por qué no asistir a la dimensión de lo inesperado?
Yo los invito. Ya me contarán. N