En una escuela de Sudán convertida en hospital, un médico voluntario atiende a un paciente tendido sobre un escritorio mientras los enfermeros reparten medicamentos donados por vecinos.
Tras seis semanas de una guerra que cerró o destruyó muchas clínicas, esta escuela de Obdurman, la ciudad vecina de Jartum, al otro lado del Nilo, se convirtió en un centro médico de emergencia. Un mensaje escrito sobre una pizarra fuera del edificio dice que el hospital de campaña administrado por voluntarios ofrece atención médica gratuita. También, operaciones menores y otros servicios.
Los médicos voluntarios atienden a niños y personas con diabetes, hipertensión y otras enfermedades crónicas. Estas resultan ser “diez veces más mortales que las balas”, afirma el médico Mohamed al Taher.
Activistas jóvenes tomaron el asunto en sus manos desde que comenzaron los combates el 15 de abril entre el ejército del general Abdel Fatah al Burhan y su exsubalterno Mohamed Ahmed Daglo, líder del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
En tiempos de relativa paz, los activistas conocidos como “comités de resistencia” locales organizaban protestas prodemocracia. Ahora recolectan agua y alimentos y administran clínicas improvisadas para pacientes que no tienen a dónde ir. El sector de salud pública siempre ha sido frágil en Sudán, donde 65 por ciento de la población vive en la pobreza. Ahora enfrenta desafíos mayores, con tres cuartos de los hospitales en las zonas de combate fuera de servicio, según el sindicato médico.
MÁS DE 1,000 PERSONAS HAN MUERTO EN SUDÁN
Los combates dejaron a 12,000 pacientes de diálisis en peligro de morir porque los hospitales se quedaron sin medicamento y combustible para los generadores, afirmó el sindicato. Desde el inicio de la guerra, al menos 1,800 personas han muerto, más de 1 millón fueron desplazadas dentro de Sudán y casi 350,000 huyeron a otros países.
Los combates llevaron a muchos profesionales de la salud a huir, causando una “verdadera fuga de cerebros”, según la Organización Mundial de la Salud. El personal médico que permanece ahora capacita a voluntarios para atender a los heridos.
“Entrenamos a jóvenes en primeros auxilias en caso de que encuentren a personas heridas en los combates”, señaló Taher.
Maha Mohamed es una de muchos voluntarios que atiende a los sudaneses necesitados. Ella administra la pequeña farmacia del hospital de campaña, cuyos estantes tienen algunos medicamentos y bolsas de suero.
La joven imploró por “más donaciones”, dado que la mayor parte de la ayuda en alimentos y medicinas ha sido saqueada o permanece atrapada en sitios de violentas batallas.
“CADA VEZ PENSAMOS QUE SERÁ LA ÚLTIMA GUERRA”
Los combates han impedido la entrega de ayuda humanitaria requerida con urgencia por 25 millones de personas, más de la mitad de la población del país, según la ONU.
Trabajadores humanitarios dicen que es difícil que llegue la ayuda pese a las numerosas treguas que se han acordado y que han sido violadas rápidamente. Mohamed considera que “debemos ayudarnos entre nosotros sin esperar la ayuda extranjera. Le pido a la gente que tiene medicinas en casa que la traigan”.
En el hospital, dos mujeres atrás de una ventanilla registran pacientes nuevos alineados en el patio. “Nuestro barrio está bajo fuego, muchos hospitales debieron cerrar”, declaró Ashraf. “La gente viene aquí para recibir atención gratuita de médicos en el barrio”.
Hay temores de que la temporada lluviosa veraniega provoque epidemias estacionales como la malaria, que golpea cada año a Sudán, mientras que la escasez de agua potable podría causar un brote de cólera.
Pero Ashraf es optimista de que su país, que ha sufrido numerosas guerras civiles y golpes militares desde su independencia en 1956, pueda superar el actual revuelo.
“Esta guerra pasará”, afirmó. “Hemos visto muchas crisis en Sudán y cada vez pensamos que será la última, pero esta también terminará”. N
(Con información de AFP)