Son las 3:30 de la madrugada y Juana Hernández, trabajadora de limpieza, ya está despierta para comenzar su día. Se levanta y corre, al menos, cinco kilómetros. La distancia puede variar dependiendo de la meta para la que se esté preparando en el deporte que practica: carrera y alpinismo.
Después de haber corrido y ejercitarse un buen rato, Juana regresa a su hogar, en la delegación Iztapalapa. La mañana sigue oscura. Se da un baño y se alista para salir a su trabajo: limpiar las calles de un cuadrante de la Ciudad de México.
“Firmo y empiezo con mi cafecito. Arreglo mi herramienta de trabajo como mi carrito. Salgo de mi bodega y a darle a la calle, a recoger, a gritar y recolectar la basura y barrer también”, cuenta en entrevista con Newsweek en Español.
Juana Hernández es miembro del personal de limpieza de la capital del país. Cifras de la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) señalan que hay 20,342 personas que forman parte del personal de limpia de la ciudad.
De ese personal, tan solo 114 se dedican al barrido mecánico; 12,690 personas al barrido manual; y 7,538 personas, a la recolección en vehículos.
Con casi 25 años de experiencia realizando limpia en la Ciudad de México, Juana explica que, depende de la estación del año, los días de limpieza llegan a ser muy pesados o muy tranquilos. “Hay días en que llovió mucho o que hizo mucho aire y puede haber mucho barrido”, describe la recuperadora.
UN TRABAJO QUE HEREDÓ DE SU PADRE
Tras limpiar diariamente uno de los cuadrantes de la Ciudad de México, Juana termina su jornada entre las 15:00 y 16:00 horas. Regresa a su bodega y guarda la herramienta que usó. Se cambia y vuelve a casa para continuar con los quehaceres del hogar. Entre ellos, preparar la comida del día siguiente.
Juana Hernández tiene 40 años de edad y cuenta que fue su padre quien le enseñó este oficio. La recuperadora describe a su papá como “de la vieja escuela” al enseñarle a limpiar las calles de la CDMX.
“Nos enseñó a base de puros mazapanazos. Así nos enseñó este oficio, a hacerlo bien y correctamente porque antes no había esto de la separación de la basura”, añade.
Recuerda Hernández que antes todos los residuos llegaban mezclados y era en el relleno sanitario donde las personas que se dedican a la pepena separaban lo que estaba revuelto.
“Antes no era tan difundido como ahora”, cuenta Juana, quien termina su día ejercitándose en la escaladora para mantener condición, ya que le apasiona correr y conquistar montañas.
Hasta ahora ha escalado varias montañas. La Malinche, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl son parte de las montañas que ha conquistado.
El pasado 12 de junio tuvo la oportunidad de agregar la escalada de una montaña más a su lista al conquistar el cerro del Cofre de Perote, en Veracruz.
BLINDARSE PARA SEPARAR LOS RESIDUOS
Hernández cada día de la semana se dedica a hacer limpia en la calle Independencia, entre Eje 5 y Eje 6 Sur, en la colonia Ampliación, en Iztapalapa. Esta calle se compone, además, por tres callejones.
Su herramienta de trabajo es un carrito de basura con dos tambos, al cual le adicionó herrería con una tabla enorme en la que coloca las barcinas o costales enormes donde coloca los residuos inorgánicos.
“Los tambos los ocupo para la basura orgánica que recojo con lo que voy barriendo. También uso mi escoba de vara y mi uniforme”, añade.
El uniforme que usa Juana consta de una camisola, botas, pantalón, una faja y guantes para protegerse de las cortaduras al manipular el vidrio. Los guantes son de tela y la protegen al separar la basura.
“He tenido muchos accidentes al manipular la basura. Lo más común es cortarnos, y aunque nos pongamos un curita, nos lavemos o nos pongamos un lazo o una tela, tenemos que seguir trabajando, aunque el dedo esté sangrando.
“Así seguimos, imagínate, no hay una higiene como tal en la herida. Incluso con todos los climas: haga sol, aire o lluvia. Todo”, señala.
A pesar de ser una labor que beneficia al medioambiente, Juana gana 1,615 pesos quincenales que ocupa para cubrir los gastos de la casa y escuela de sus dos hijos y su nieto.
Ante eso, para Juana el que existan centros de acopio de reciclaje le permite obtener un ingreso extra al vender los residuos valorizables que recupera en la limpieza que realiza.
PROTEGER LA NATURALEZA, LIMPIAR Y CORRER
Entre los residuos que más se recuperan durante la limpieza se encuentra el plástico PET, papel, latas de conservas y de bebidas que junta y lleva a un centro de reciclaje.
“Con eso es con lo que sobrevivo porque, la verdad, el sueldo que tengo sí es muy bajo”, señala.
Correr y conquistar montañas es una forma en que Juana Hernández conecta su trabajo con la pasión que tiene por la naturaleza. Para ella, la labor que realiza el personal de limpieza en la Ciudad de México es muy importante.
“¿Qué haría la ciudad sin nosotros, sin camiones de basura, sin barrenderos? ¿Qué haría la ciudad si no recogiéramos lo que la ciudadanía tiene en su casa?”, se pregunta Juana.
Y continúa: “Sí siento que somos un eslabón muy importante y que no estamos siendo reconocidos como tal. Le diría a la ciudadanía que nos tengan empatía, que vean que a través de este trabajo ‘sucio’ que tenemos somos personas con una vida, con una familia”.
Juana recomienda a la ciudadanía hacer separación de sus residuos desde casa. Basta con identificar, clasificar y agrupar residuos como: comida, heces de las mascotas, plástico PET, HDPE, cartón, papel, residuos sanitarios, vidrio, latas de conservas o bebidas, entre otros, y colocarlos en botes diferentes para evitar el uso de bolsas.
“Te puedo asegurar que también somos las personas más limpias porque tenemos esa cultura. Lo que le hace falta ahorita y mucho a la ciudadanía es que, si vas en la calle y vas comiendo, guardes los residuos en tu mochila y no lo tires. Esto es poco a poco”, concluye. N