DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS
La tendencia populista mueve a reflexiones que van desde el análisis de las fórmulas simplistas, que atraen a un electorado sin elementos para bordar juicios críticos al desempeño del gobernante, hasta el miedo a la responsabilidad política, implícita en la democracia, y su renuncia a ejercerla. Y busca una forma de dictadura, que reparta mendrugos desde un Estado tutor que los lleve de la mano, como a menores de edad política, hipotecando así, su libertad.
Sobre esto, Pedro Arturo Aguirre, en un buen artículo, abordó el resultado de la elección de Ferdinand Bong Bong Marcos, el hijo del dictador Ferdinand Marcos en Filipinas.
Aguirre observa el fenómeno de la añoranza autoritaria en los pueblos que recientemente ha conquistado la democracia, y regresan a la tiranía mediante una elección democrática, suponiendo que todo pasado fue mejor.
En Filipinas el electorado se dejó seducir por una serie de promesas. Sin tamizar, con el cedazo de la lógica, los argumentos que vertió el populista, y sin percatarse de que, en una secuencia fatal, una vez electo buscará la dictadura, y tratará de eliminar la posibilidad de decidir el futuro mediante el voto.
Uno de los factores de decisión en la democracia era simple: tengo dinero en la bolsa, voto por los que están en el poder. No tengo plata, busco el cambio de administración.
La gran mayoría, al menos en México, no alcanza un nivel de vida satisfactorio con sus ingresos. Y cuando tuvo que elegir, el factor de decisión para hacerlo no se relacionó con la realidad de las propuestas del candidato, sino con la promesa de satisfacer sus ilusiones.
LA REALIDAD SE DISFRAZA
Además, ahora hay un manojo de opciones en cuanto a partidos. Múltiples canales de información, y propuestas variopintas, en donde la realidad se disfraza, por su inherente complicación, y se maquilla hasta hacerla desaparecer en propuestas que satisfacen los deseos del elector.
Cuando lo logran, obtienen un elector deslumbrado por ofertas esperanzadoras que no se atreve a preguntar: ¿y como lograrán cristalizar lo que me están prometiendo?
Por otro lado, la información que se recibe es tanta y por tantos canales que la capacidad de digerir esta información se ve superada. Así, el elector comienza a decidir instintivamente.
Las realidades alternativas se pasean por la pasarela, dando el brazo a los otros datos.
Las promesas se renuevan ad infinitum sin hacerse realidad, y cuando la terca realidad evidencia el fracaso, el populista, cual mago de feria, crea una amenaza para distraer la atención.
El imaginario colectivo será el abrevadero para encontrar el miedo que habrá de plantearse en el discurso como peligro inminente. El elector cambiará el foco de atención e ignorará la realidad en pos de una nueva fantasía.
El osado líder puede ser Putin o Trump. Ortega o Maduro. Bolsonaro o Bong Bong. Díaz Canel o López Obrador. Todos tienen un guion aprendido con las reglas bien claras:
1. Conservar el poder a toda costa.
2. La ideología se supedita al poder. Y así todas las demás regresan a la primera. La lealtad al líder será la condición sine qua non. La capacidad se relega a un segundo plano, pues lo importante no es gobernar, sino conservar el poder. Gobernar con eficiencia pierde importancia en función de que el pueblo recibe y agradece dádivas que se insertan en el presupuesto, y mientras estas fluyan, la eficiencia es lo de menos.
RECIBIR MENDRUGOS POR NO HACER NADA
Con los apoyos económicos se crea el espejismo de tener dinero en la bolsa, y la gente piensa que recibir mendrugos por no hacer nada resulta mejor que tomar la responsabilidad de generar bienes y satisfactores para una vida digna.
La propuesta es, en el corto plazo, funcional. Pero en el mediano y largo plazos, suicida. La inoperancia administrativa colapsa los servicios al interior y fractura la confianza, encareciendo el crédito internacional. Con todo esto, el crecimiento se reduce y el desempleo aumenta.
El espejismo de las dádivas logra que el líder populista no pierda apoyo ante una realidad que merma las posibilidades de sus gobernados, día con día. Esto se complementa mediante un discurso de odio y una serie de distractores bien administrados.
Así, el populista logra que suceda lo inesperado: que su popularidad se mantenga.
En el discurso, crea culpables para las fallas administrativas. Ni el líder ni su equipo tienen culpa o responsabilidad del fracaso. Para Trump, por ejemplo, el enemigo tiene muchas caras. Estas van desde los inmigrantes mexicanos hasta los legisladores estadounidenses que declararon válida la victoria de Biden en la elección presidencial del 2020. Muchos de sus electores han caído en la trampa, y se han sentido robados en la elección.
El discurso ha creado un enemigo a vencer y el grupo habrá de trabajar para destruirlo. La realidad de la derrota se niega y al aceptar la mentira la verdad deja de tener sentido. La responsabilidad se evade, y la realidad se oculta, sin el menor pudor, con datos falsos. Así, el ciudadano pierde día a día capacidades sin sentirlo.
LES REGALAN UNA LANA
La dádiva que un sector recibe, y que ayer le alcanzaba para comprar una bolsa de pan, hoy solo le sirve para media bolsa. Pero no importa, pues de todos modos ellos no hicieron nada más que acudir a recoger la dádiva, y entienden que, aunque su poder adquisitivo esté mermado, les regalan una lana.
Hace no mucho tiempo un taxista me dijo: “Mire usted: todos roban, ¡pero este es el único que me ha dado lana!”.
La fórmula se repite con todo el populista. Una regla más del manual es colocar al ejército en los puntos clave para generar riqueza, beneficiándolos con ello, pues lo importante no es que te den, sino que te pongan donde hay.
Esto garantiza la lealtad del instituto armado. Ellos establecen, a la vez, una red de inteligencia dispuesta para denunciar la mínima disidencia. El ciudadano así pierde grados de libertad aceleradamente hasta convertirse en una masa indoctrinada dispuesta a satisfacer incondicionalmente los deseos del líder.
Desaparece el individuo y con él, la libertad. El libreto se va aplicando en nuestro país con una eficiencia tal, que el pueblo ha dejado de ver que, mientras otras economías han crecido, la nuestra ha decrecido. Que los índices de criminalidad han aumentado, que el nivel de educación ha descendido y el de salud, también.
La administración ofrece un fracaso evidente. Y una parte importante del electorado, al dar su aprobación al presidente, se aferra al fracaso y a entronizar la dictadura de su partido: Morena.
La próxima elección puede confirmar el argumento. Lo que me gustaría es que el resultado de la elección contradijera lo dicho por mí en este artículo en cuanto a México. Eso sería el inicio de un nuevo amanecer.
VAGÓN DE CABÚS
Alejandro Moreno, Alito, ha caído de la gracia presidencial. Para el líder nacional del PRI comienza el espinoso camino del descenso político. La gobernadora de Campeche les dijo a los medios que tiene 60 horas de grabaciones privadas del quehacer político del dirigente partidista.
A la gobernadora, Layda Sansores, se le olvida que ella también tiene una enorme cola que le pisen. Sin embargo, ella no se opuso ni a la contrarreforma eléctrica ni a la democrática, y Alito, en apariencia, será el chivo expiatorio que servirá de ejemplo a la oposición.
El ataque al líder partidista no es por sus faltas administrativas, sino parte de la estrategia para fracturar una alianza que en el ojo político de AMLO siente que le puede hacer daño. No se combate a la corrupción. Se combate el riesgo político. N
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.