¿Qué significa ser mujer? Cuando una entra en el feminismo, se replantea sus pensamientos y acciones en cada paso durante el proceso de desapego de lo heteronormado. Es doloroso y muchas veces solitario, porque es aceptar que todo lo que conocías hasta ahora sobre ser mujer no es como te dijeron.
Pero también existe el otro lado. Donde te encuentras con un montón de personas que, como tú, están reivindicando lo que para ellas (o elles) significa ser quien son. Un lugar donde te cobijan y te abrazan aun sin conocer tu nombre, porque el dolor que sienten en común es más que suficiente para llamarte “hermana”.
Las marchas del 8M tienen muchos más matices en sus recovecos de lo que cualquier medio de comunicación pueda documentar. Solo quienes desfilamos entre las colectivas, quienes nos tomamos de las manos y cantamos juntas, sabemos qué hay detrás de todo eso.
Apenas anoche, por ejemplo, se hizo pública la cifra oficial de asistentes a la marcha en Ciudad de México. Setenta y cinco mil, decían. Pero ¿es real? Y no porque no crea en los números, sino que, quienes estuvimos ahí, sabemos que el silencio de aquellas que ya no están también resonó fuerte con nosotras.
LA DIVERSIDAD Y LOS FEMINISMOS
Alguna vez leí a una activista feminista que dijo: “Cuando entramos en el feminismo, sin saberlo, muchas veces cometemos el error de nublarnos con nuestros privilegios” (palabras más, palabras menos). Este último adjetivo seguro que todes lo hemos escuchado en más de una ocasión. Sobre todo, cuando los más viejos lo atañen específicamente a la “generación de cristal” (un tema para otro artículo).
Y es que sí, ser feminista es aprender o desaprender cada día. No existe un solo camino, ni un manual que diga cómo serlo. Y mucho menos, un “feministómetro” que nos evalúe respecto a nuestras acciones con otras mujeres o con la sociedad misma.
Habrá quienes digan que el temido “patriarcado” es mal que a todes nos aqueja. Sin embargo, es tan solo una rama de un árbol gigantesco de problemas sociales en los que, por supuesto, está involucrado el feminismo.
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Este 8M, a diferencia de otros, se vio más diverso. Muchas colectivas abrieron sus brazos a la comunidad trans, a las personas no binarias, y fueron tajantes en no olvidar a las mujeres negras y a las indígenas. ¿La razón? Lo mencionado atrás: los privilegios.
Porque, aunque es cierto que el sistema patriarcal ha posicionado a las mujeres en una situación vulnerable comparada con la de los hombres, estaríamos hablando de problemas que nos aquejan solo a unas, pero no a todas.
No hablaríamos del problema creciente de los asesinatos a mujeres trans, ni de las desapariciones de activistas indígenas o agrícolas. Ni tampoco del racismo y clasismo que sufren diariamente aquelles que no llevan en sus genes la piel más clara ni se encuentran en una posición económica favorable.
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Entonces, es aquí donde una encuentra la diversidad o eso que decimos como “interseccionalidad”. Y probablemente muchas de quienes lean esto estarán molestas, pues difieren con lo que digo. Pero para mí el feminismo es eso: poder decidir.
Y aunque pudiera ser muy fácil decir “cada quien cree lo que quiera”, es justo recordar que, “aunque todos pueden opinar, no todas las opiniones son válidas”. Sí, seguro lo que escribo aquí no es enteramente toda la verdad, pero sí sé que, si el feminismo no es interseccional, entonces NO será. Porque cuando yo hablo por una, hablo por todas y todes.
Con esto me viene el recuerdo de un GRAN cartel de la marcha 2022 que decía: “Si tu feminismo suena a algo que diría en PAN, chance no es tan radical”. Nada más atinado para reflexionar constantemente en nuestro pensar, decir y actuar.
LA POLICÍA
Algo que llamó mucho la atención y causó diferentes emociones en el 8M fue el ver a policías mujeres romper sus filas y unirse a la manifestación. E, incluso, cantar las consignas fuertemente con todas.
Metros atrás, escuché a algunas decir que “la policía no me cuida, me cuidan mis amigas” y pensé que, por supuesto, es válido guardar en nuestra memoria aquellas veces en que fueron los mismos policías quienes abusaron, violentaron y desaparecieron a otras y otres.
Sin embargo, y en el sentido “sentipensante” (que no separa la emoción de la razón y las ve como uno solo), que me permito llevar conmigo siempre, ¿no son ellas también sobajadas con malos salarios, pocas oportunidades y finalmente también son mujeres? Claro que sí.
Y si esas razones no son suficientemente válidas por venir del sentimentalismo, pienso entonces: si las mujeres salimos a buscar justicia, es necesario saber quiénes son los actores —en todas sus escalas— de dicha justicia, para entonces hacerlos partícipes de esa batalla.
LAS VALLAS
Como sea, lo anterior no apela a lo que sucede desde hace tres años con las vallas que “protegen” instituciones, edificios y monumentos. Ni con las y los policías que se resguardan detrás de estos.
Este 2022 no faltó el mismo escenario ni la reiteración del gobierno de que no fueron ellos quienes usaron componentes químicos para dañar a las combatientes, ni personas que solo se encontraban bailando y ejerciendo su derecho a manifestarse.
¿Verdad o mentira? Eso se los dejo a ustedes. Por mi parte, sé bien qué fue lo que mis ojos vieron. Personas que nada tenían que ver con la manifestación estando dentro, vigilando y acosando. Como esperando el momento perfecto para activar lo que llevaban en las manos. Y claro, el constante humo que salía de atrás de las barricadas.
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Aun así, con todo y un espectro peligroso del área cerrada en el Zócalo, no faltaron los homenajes a quienes ya no están y quienes son la razón de mayor peso por la que nos plantamos frente a Palacio Nacional año con año.
Las vallas se han convertido en lienzos porque ningún muro será impedimento para manifestar nuestro descontento ni para recordarle al mundo entero lo fuertes que somos cuando estamos juntas y organizadas.
¿ES UNA CELEBRACIÓN O NO?
Y, finalmente, aquí la reflexión. En días pasados se hizo viral un video que ponía los “códigos de vestimenta” que debíamos llevar a la marcha. Se habló también de que esto no era una celebración y se comparó (intencionalmente) con el PRIDE. En el discurso se dejaba claro que las mujeres trans no estaban incluidas y, claro, NO estuve de acuerdo.
Para mí, ser feminista implica también hablar siempre desde el amor y la empatía, pues el enojo puede ser el peor de los conductores. Es cierto que nos duelen las muertes y desapariciones. Que nos dejan un hueco enorme y que su ausencia no es motivo de regocijo. Y claro que seguiremos gritando sus nombres para que no sean olvidadas.
Sin embargo, es también cierto que hasta aquí hemos llegado con mucho esfuerzo y que, gracias a esa lucha constante, hemos logrado abrir espacios y permitirles a más hacer sonar sus voces.
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Que, dentro de este espacio, nos encontramos con otras que comparten ideales y que, por supuesto, también difieren con una. Que es gracias a la colectividad que logramos generar espacios donde nos sentimos plenamente seguras y donde sí ¡podemos gozar y disfrutar de ello!
Porque no existe nada más satisfactorio, y hasta político, que regodearnos entre nosotras y bañarnos en la alegría de saber que no importa cuán dura sea la batalla, no vamos a parar. N