EL SISTEMA de salud de Gaza ya estaba en crisis debido al coronavirus. Pero ahora los ataques aéreos de Israel han hecho que los médicos reasignen las unidades de cuidados intensivos, anteriormente reservadas para los pacientes de covid-19, para tratar a las personas heridas en los bombardeos.
Mientras continúa el conflicto, los hospitales indican que no podrán atender a los pacientes de covid-19.
“Tenemos únicamente 15 camas de cuidados intensivos, y lo único que puedo hacer es orar”, declaró a Associated Press Yousef al-Akkad, director del Hospital Europeo. “Ruego que estos ataques aéreos terminen pronto”.
La violencia de esta semana entre Israel y Hamás, la fuerza gobernante de Gaza, ha provocado la muerte de 119 palestinos y ha herido a 830 personas en ese territorio sumido en la pobreza. Los ataques aéreos israelíes han destruido apartamentos, han hecho explotar automóviles y han derribado edificios.
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Los médicos del sobrepoblado enclave costero están reasignando las camas de las unidades de cuidados intensivos, y pasan grandes apuros para no ser superados por una crisis sanitaria muy diferente: tratar heridas provocadas por explosiones y metralla, vendar lesiones y realizar amputaciones.
Los angustiados familiares no esperan a las ambulancias y llevan rápidamente a los heridos en automóviles o a pie al Hospital de Shifa, el más grande del territorio. Los agotados médicos corren de un paciente a otro, vendando frenéticamente heridas de metralla para detener las hemorragias. Otras personas se reúnen en la morgue del hospital, esperando con camillas para retirar los cuerpos y proceder a enterrarlos.
En el Hospital Indonesio de la ciudad de Jabaliya, en el norte del territorio, la clínica rebasó sus capacidades debido a que varias bombas cayeron cerca de ahí. La sangre corría por todas partes, y las víctimas yacían en el piso de los corredores. Los familiares atestaban la sala de emergencia, llorando por sus seres queridos y maldiciendo a Israel.
“Antes de los ataques militares, teníamos una gran escasez y apenas podíamos hacer frente a la segunda oleada (del virus)”, señaló por teléfono Abdelatif al-Hajj, funcionario del Ministerio de Salud de Gaza, mientras se escuchaba en el fondo el estallido de las bombas. “Ahora, las víctimas vienen de todas direcciones, víctimas realmente en estado crítico. Temo que se produzca un colapso total”.
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Dañado por años de conflicto, el empobrecido sistema de salud del territorio, con más de 2 millones de habitantes, siempre ha sido vulnerable. La cruel división entre Hamás y la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania, así como un bloqueo de casi 14 años impuesto por Israel con la ayuda de Egipto, también han estrangulado la infraestructura. Existe una escasez de equipo y de suministros como bolsas para sangre, lámparas quirúrgicas, anestesia y antibióticos. El equipo de protección personal, los respiradores y los tanques de oxígeno son aún más escasos.
El mes pasado, los casos diarios de coronavirus en Gaza, así como el número de defunciones, alcanzaron cifras récords, impulsados por la propagación de una variante que apareció por primera vez en el Reino Unido, además de la relajación de las restricciones a la movilidad ocurrida durante el Ramadán y de una profunda apatía e intransigencia por parte del público.
En el territorio, surcado por los rastros de los bombardeos, donde la tasa de desempleo es de 50 por ciento, la necesidad de la supervivencia personal suele ser más fuerte que los ruegos hechos por los expertos en salud pública. La realización de pruebas del virus sigue siendo limitada, y el brote ha infectado a más de 105,700 personas, de acuerdo con las autoridades de salud, y ha provocado la muerte de 976.
El año pasado, conforme aumentaba el número de casos, lo que provocó el temor de una catástrofe sanitaria, las autoridades reservaron clínicas exclusivamente para pacientes de covid-19. Pero eso cambió cuando los bombardeos comenzaron a caer en el territorio.
Las enfermeras del Hospital Europeo de la ciudad de Khan Younis, que necesitaban desesperadamente espacios para los heridos, trasladaron a decenas de pacientes a medianoche a un edificio distinto, señaló al-Akkad. Sus cirujanos y especialistas, que se habían desplegado en otros lugares debido al virus, volvieron rápidamente al lugar para tratar heridas en la cabeza, fracturas y heridas abdominales.
Añadió que, debido a que el hospital carece de suministros quirúrgicos y de personal experto, él ya ha comenzado a hacer gestiones para enviar a un niño a Egipto para una cirugía reconstructiva del hombro.
En Shifa, las autoridades trasladan a los heridos a las 30 camas que habían sido reservadas para los pacientes de coronavirus. La noche del jueves fue la más tranquila de esta semana para la unidad de cuidados intensivos, ya que las bombas cayeron, en su mayoría, en otras partes de Gaza. Los pacientes con huesos rotos y otras heridas yacían entre el ruido de los monitores, los intercomunicadores y los gritos ocasionales de los médicos. Unos cuantos familiares se amontonaban a su alrededor, relatando la caótica situación.
“Cerca de 12 personas cayeron durante un ataque aéreo. Eran las seis de la tarde en la calle. Algunos murieron, entre ellas, mis dos primos y una hermana menor. Todos los días son como este”, señaló Atallah al-Masri, de 22 años, sentado junto a su hermano herido, Ghassan.
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Mohammed Abu Selmia, director del hospital, lamentó la más reciente serie de ataques contra el sistema de salud de Gaza.
“La Franja de Gaza ha estado sitiada durante 14 años, y el sector sanitario está agotado. Luego, se produjo la pandemia de coronavirus”, dijo, y añadió que la mayor parte del equipo es tan viejo como el bloqueo y no puede ser enviado fuera del territorio para ser reparado.
Ahora, sus equipos, que ya estaban presionados por los casos de coronavirus, dan tratamiento a las víctimas de los bombardeos, más de la mitad de las cuales son casos críticos que requieren cirugía. “Trabajan sin descanso”, añadió.
Para empeorar las cosas, este martes, los ataques israelíes dañaron dos clínicas de salud en el norte de la Ciudad de Gaza. Los ataques desataron el caos en el Centro de Salud de Hala al-Shawa, obligando a los empleados a evacuar el sitio, además de dañar el Hospital Indonesio, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
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Israel, que ya se encuentra bajo presión debido a una investigación por parte de la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de guerra cometidos durante la guerra de 2014, reiteró esta semana que advertía a las personas que viven en las áreas objetivo que huyeran. Sin embargo, los ataques aéreos han provocado la muerte de civiles y han dañado la infraestructura de Gaza.
La violencia también ha obligado a cerrar varias decenas de centros de salud donde se realizaban pruebas para detectar el coronavirus, señaló Sacha Bootsma, director de la oficina de la OMS en Gaza. Esta semana, las autoridades realizaron alrededor de 300 pruebas diarias, en comparación con las 3,000 que se efectuaban antes de que comenzaran los combates.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) ordenó al personal de sus 22 clínicas que permaneciera en casa por motivos de seguridad. Estos centros, que ahora permanecen cerrados, también han administrado vacunas contra el coronavirus, un recurso invaluable en un lugar que esperó meses para recibir un cargamento limitado enviado por el programa COVAX, que está respaldado por Naciones Unidas.
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Esas dosis expirarán en unas cuantas semanas y tendrán que ser desechadas, con “grandes implicaciones para la capacidad de las autoridades para movilizar vacunas adicionales en el futuro”, señaló Bootsma. Sin embargo, para los heridos, el virus sigue siendo algo secundario.
Lo último que recuerda Mohammad Nassar antes del ataque aéreo fue que caminaba a su casa con un amigo. Lo siguiente que supo fue, dijo, “que nos encontrábamos tirados en el suelo”.
Ahora, este hombre de 31 años, está conectado a una maraña de tubos y monitores en el pabellón quirúrgico del Hospital de Shifa, con el brazo derecho roto y una herida de metralla en el estómago. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek