La intertextualidad tiene una vida activa en las interlocuciones, se pude entender a partir de una inter-subjetividad discursiva, en la que encajan convenciones discursivas que demandan cambio en alegatos constituidos en sus formas y elementos ya sean en lo particular o en lo institucional. Otro polígono de esta cartografía es la intertextualidad declarativa, que manifiesta los afectos que motivan el discurso, argumentos, negaciones, afirmaciones, presupuestos eidéticos, metáforas, ironías… Esta forma es propia de la política, desde mi particular punto de vista equivocado, ya que no reflexiona, distingue textos a conveniencia y se ahoga en sus propias opiniones. Al declarar asume el relato de una manera que según el emisor impactará a los receptores. Interviene la histrionía que da lugar a los significantes de las palabras, es decir, cómo se dicen las palabras, tono, emoción, entonación, no perder de vista la herencia de José Ortega, las circunstancias; desde luego, el discurso tiene su arraigo en la ideología, creencia, conocimiento, seguridad epistémica, interés, pues facturan su función discursiva determinada por especificidad comunicativa. Por ejemplo, “es más fácil que un camello entre por la ojiva de una aguja que un rico entre al reino de los cielos”, palabras más palabras menos más las posibles desviaciones producto de traducciones desde el antiguo testamento. Hay una restricción, contradictoria con la palabra de Dios, una inferencia indigna: que los ricos no podrán entrar al reino de Dios; ¡hágame Usted favor!
Actúan las presuposiciones, lograr que un argumento de otro, de razón al propio en el ámbito de la ordenación textual. Si decimos “la libertad es una ficción”, conjuntamos dos presuposiciones, por un lado que existe la libertad, por otro, que esta libertad NO goza de libertad. Los meta-discursos contienen intertextualidad, la arquitectura del discurso crea un edificio con diversos niveles, cada piso representa una voz pero todo en contexto. Cada nivel “sale al quite” según convenga a los niveles de discusión, alegorías, metáforas, ironías, como mensajes mediáticos, como si se tratara de otro texto, expresados en su estructura.
Vi en redes sociales hace unos días una ironía que señaló algo así como que “nadie es profeta en su tierra”, tomó distancia con otro discurso, en este caso poético, para reclamar la falta de comprensión de una parte de la sociedad mexicana, en realidad de toda, pues al hacer el uso de otro texto que menciona la circunstancias general de lo que aquí no premian en otro lado lo galardonan. A través de la comparación circunstancial y metafórica del poema lo actualiza en relación a la negación del mérito. Notablemente Nicanor Parra, hermano de Violeta Parra, poeta chileno creador de los anti poemas hace juicios siempre valiosos, en éste reprende al pueblo chileno. “Epitafio”, describe la circunstancia de Gabriela Mistral y el no reconocimiento a su calidad poética, mostró un pueblo saturado de opacidad, incultura, insensibilidad, desconocimiento, anemia estética… adjetivos que se pueden ampliar en la negación del reconocimiento del pueblo chileno a la poetisa. La mostración irónica del poema le deja a los y las mexicanas la misma suerte: ignorantes, incultos, desinformados, mal agradecidos…, una serie de basureo inmerecido. Son dos escenarios totalmente diferentes en su naturaleza, esencia, contexto y circunstancia.
Bajo el argumento de paradojas de la literatura se recordó a Nicanor Parra, que lamenta esa falta de reconocimiento chileno a Gabriela Mistral: “Yo soy Lucila Alcayaga / alias Gabriela Mistral / Primero me dieron el Nobel / Y después el nacional / Y a pesar que estoy muerta / Me siento mal / Porque no me dieron nunca / El Premio Municipal.” El análisis político intertextual, nos dice subrayadamente que sobre todo está la lucha por el poder. El poder no lo podemos expulsar del sentido social, pues como lo refrendamos en la lectura, se evidencia en la vinculación mediáticamente con la práctica discursiva e intención que lo emite, no está en la sintonía del diálogo como eje de buena política; muestra una generalidad en que ironiza su presuposición, impone una concluyente representación de una responsabilidad no de aplaudible algarabía sino comprometida democráticamente; la voz de Parra sirve de apoyo para que se relacione con los mexicanos, a manera de llamada de atención; no hay autoridad moral de quien emite la intertextualidad con “Epitafio”; con ello, depreda la idea de Nicanor cuyo contexto si aplicó bien la llamada de atención; le faltó imaginación a sus presuposiciones, a elementos contextuales que favorecieran la realidad que trató de impulsar, por ello no logró la idea que pretendió, pero si mostró odio por las y los mexicanos. Si se construye o inventa una realidad su representación deberá estar sustentada por argumentos y actores a los que se les reconozca poder, perdió validez e interlocución y la legitimación del discurso social cuya ética política es la cordialidad. ¡Una vez más!