La primera vez que oí hablar de George Floyd fue la mañana posterior a su asesinato. Un reportero me llamó por teléfono, y después que describió los detalles de su muerte, se me hizo un nudo en la garganta y sentí un profundo dolor en el corazón.
La tragedia me remontó al 17 de julio de 2014, el día en que un policía usó una llave de estrangulamiento que acabó con la vida de mi hijo, Eric Garner.
Las lágrimas comenzaron a resbalar por mi cara. Al parecer, se repetía lo que le habían hecho a Eric. Me recorrió un estremecimiento de horror al enterarme de lo que dijo la nueva víctima: “No puedo respirar”. Las mismas palabras de Eric. Y cuando el reportero explicó por qué no podía respirar, reviví todo el episodio de golpe.
El agente de policía no solo se negó a soltar a George Floyd, sino que le hincó una rodilla en el cuello mientras yacía tendido en la calle, esposado y rodeado de policías que observaban la escena, sin intervenir y escuchando su súplica de ayuda. La misma que hiciera Eric. Ya antes había visto y escuchado todo eso; y aun así, esa violencia gratuita me sigue pareciendo inexplicable.
Lee más: Autopsia privada de George Floyd reveló que otros dos policías estuvieron implicados en su muerte
Lo único que pude hacer fue compartir mi pérdida con la familia Floyd, decirles que lamentaba mucho lo ocurrido y darles mi más sentido pésame. Siento en carne propia lo que están sintiendo, pues pasé por lo mismo hace apenas seis años. Quisiera estar con ellos para abrazarlos en estos momentos de duelo, dolor e ira.
Cuando hablé con la familia Floyd, les dije que tenían que seguir luchando. Sé que no será fácil, pero también sé que no van a rendirse. Porque yo tampoco me he dado por vencida.
Aun cuando comprendo por qué periodistas y otras personas estén pidiendo mi opinión sobre este incidente, es importante que tengamos presentes los otros muchos asesinatos que las autoridades no han registrado. Si bien recordamos los nombres que han figurado en los titulares y desatado numerosas manifestaciones -George Floyd, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, Sandra Bland, Philando Castile, Eric Garner y Trayvon Martin-, esos son, meramente, un puñado de casos entre muchísimos otros que nadie ha podido demostrar y que nadie se ha tomado la molestia de publicitar.
Igual que yo, incontables madres afroamericanas tienen que hacer frente a este horror todos los días. La razón es que nuestros hijos son blanco de ataques; son presa de depredadores; son carne de cañón. Y ese estrés se manifiesta en nuestros cuerpos, en nuestros corazones y en nuestras almas. Fue muy afortunado que una cámara captara el asesinato de Minneapolis, porque hay muchas otras víctimas que han muerto en el anonimato.
Entérate: ¿Qué es Antifa, el grupo que Trump culpa por los disturbios durante las protestas?
Es por ello que debemos ser vigilantes. Es por ello que debemos continuar con nuestra lucha, sin importar cuán difíciles sean las circunstancias. Porque siguen entrando en nuestros vecindarios. Porque siguen matándonos. Porque siguen aterrorizándonos y brutalizándonos. Y porque casi todo se queda en el silencio. En cambio, si nos mantenemos unidos, si les demostramos que no vamos a quitarnos del camino, terminarán por prestar atención.
Es necesario que el cambio inicie en la cima, porque el alcalde, el jefe y los comandantes de policía también son cómplices. Porque cada vez que ocurre un incidente como este (un asesinato o un ataque contra una persona desarmada que no ha hecho lo más mínimo para justificar semejante violencia), las autoridades deben despedir en el acto a todos los agresores, sin siquiera hacer preguntas.
Celebro que los funcionarios de Minneapolis hayan tomado medidas. Han despedido a los cuatro oficiales presentes en la escena; y el policía que mantuvo la rodilla presionada contra el cuello de George Floyd, durante casi nueve minutos, ha sido acusado de asesinato y homicidio involuntario.
Mas eso no basta. Si quieren el respeto de las comunidades de todo el país, también tienen que formular cargos contra los otros tres oficiales que presenciaron el ataque. Y, más aun, tienen que enjuiciar y condenar a los cuatro policías.
Tenemos que seguir haciendo presión. Tenemos que ponernos de pie y gritar: “No seguiremos tolerando esto. Tienen que aprender a respetarnos como seres humanos. Tienen que dejar de venir a nuestros barrios para aterrorizarnos. Tienen que dejar de asesinar a nuestros jóvenes, hombres y mujeres”. Sin rendición de cuentas, no hay justicia.
Activista y madre de Eric Garner, Gwen Carr es autora de “This Stops Today”. El documental “Ballad of a Black Mother”, dirigido por Brad Bailey (a estrenarse este verano), narra el viaje personal de Carr y otras madres afroamericanas. Nadia Fischer, publicista y amiga de la autora, contribuyó a este artículo.
Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de la autora.