Internet fue el medio que le dio voz a todos, y no es que antes no hayamos tenido, pero pocos tenían la exposición para que fuese escuchada. Hoy todos tenemos esa apertura y queremos ser oídos.
Con la evolución de la internet en los últimos 20 años, pasó de ser un megáfono en el que la gente podía hacerse escuchar a convertirse en el escaparate de la fama creando, por ejemplo, una figura famosa que antes del internet no existía: el influencer.
Mientras el ideal americano del siglo pasado era salir en televisión, en el siglo XXI es ser famoso en internet. Surgen los y las Instagram models, Instagram fitness, twitstars, líderes de opinión en internet, etcétera. Pero, más allá de eso, internet también es el salón de gritos del mundo. Todo se discute ahí, incluso la política… sobre todo la política. Porque, al final del día, como dijera Woody Allen: el problema de las opiniones es que todo el mundo tiene una. Y sea lo que alguien opine del tema que fuese, las discrepancias nacen.
Estaba en una conversación o, para ser sinceros, enfrascado en una discusión en donde se trataba el tema de la adopción de animales de la calle versus comprar una mascota. Los ánimos se empezaron a caldear, el alegato comenzó a efervescer, cuando de pronto surgió la acusación de uno de los participantes: “Hitler también amaba a los perros y no por eso era buena persona”.
¿En qué momento la controversia cambió de rumbo de estar hablando sobre las mascotas a llegar a Adolf Hitler?
Este tipo de cambio de dirección en una discusión es muy común en la internet, pero también es extensivo al mundo offline, es lo que se conoce como la “ley de Godwin”, que dice que cuando una conversación se extiende demasiado, inevitablemente se va a hacer una comparación con los nazis o Hitler, sin importar el tema de la discusión. Aunque no es una ley propiamente, es un enunciado de interacción social que dijo un abogado llamado Mike Godwin en 1990 y que, al parecer, se cumple en toda discusión, independientemente del tema tratado, cuando este se alarga demasiado.
“A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno (en probabilidad 1 = 100 por ciento)”.
Ejemplos hay muchos. Que haya mejorado la economía no quiere decir que sea un buen gobernante, Hitler lo hizo. Hitler también llegó democráticamente al poder. El pueblo también amaba a Hitler. Los nazis también creían en la unidad de la nación. Hitler también era vegano. Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. ¿Sabes quién también se valía de la propaganda? ¿Sabes también quién prefería a los animales que a los humanos? En fin, ya conocemos la respuesta.
Y las comparaciones con el nazismo siguen proliferando. Una discusión objetiva de hechos se convierte en una discusión subjetiva sobre el bien y el mal. No porque Hitler lo haya hecho también, esa persona comparada se vuelve mala. Usar como argumento al personaje considerado como el más malvado de la historia para probar la invalidez del otro en realidad no prueba nada, es una retórica de manipulación en la argumentación donde a partir de su pronunciamiento pierde toda objetividad la continuación del debate.
Tan efectiva fue que, por ejemplo, en el juicio de O. J. Simpson, su flamante defensor, Johnnie Cochran, cerró su discurso con, además del If it doesn’t fit, you must acquit, el famoso “Hubo otro hombre, no hace mucho en el mundo, que también era racista, y no hicieron nada al respecto…”. Ya sabemos a quién se refiere. Tan poderoso fue su discurso que logró que el jurado absolviera a Simpson usando, por supuesto, la carta del racismo. Que hayan sido racista con O. J. no significa que él no haya asesinado a su exesposa. Si el jurado hubiera comprendido esa diferencia, el veredicto tal vez hubiera sido otro.
Usar la carta de Hitler para ganar una discusión o descalificar al adversario es un recurso muy gastado, pero, incluso hoy en día, muy efectivo. Sin embargo, según Godwin. quien usa esa carta pierde por default la discusión. En el terreno de la lógica y la objetividad, sí; en el fin perseguido de la disputa, no necesariamente.
¿Es correcto seguir usando intencional o inconscientemente esa astucia argumental? Aunque la figura de Hitler y el nazismo puedan parecer anacrónicas a los tiempos actuales, en donde la historia nos ha dado tantos dictadores y terroristas recientes, preservar el significado de lo que fue el Holocausto sigue siendo importante como recordatorio de algo que no debió pasar y que no debe volver a ocurrir.
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Josemaría Gómez es escritor, publicista y periodista de autor. Ha trabajado principalmente el tema de migrantes y mercados negros en contextos internacionales de México, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Hong Kong y Tailandia.