El silencio del presidente Daniel Ortega ante la pandemia de coronavirus contrasta con la angustia que viven los nicaragüenses. Mientras el número de personas con COVID-19 aumenta en el mundo, el mandatario permanece ausente de la vida pública y su gobierno, que reporta apenas seis contagios, mantiene las actividades públicas.
La última vez que se vio a Ortega públicamente fue en una reunión por teleconferencia de los gobernantes del Sistema de Integración Centroamericana (CICA) el 12 de marzo, hace 25 días. Pero desde el 21 de febrero el presidente de Nicaragua no participa en eventos masivos.
Ha sido Rosario Murillo, vicepresidenta y esposa del mandatario, quien dirige telefónicamente los mensajes relacionados con la pandemia y este domingo anunció el sexto contagio en el territorio y el primer deceso.
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Ortega faltó incluso al homenaje del diputado sandinista Jacinto Suárez –con quien incluso compartió la cárcel–, que se realizó el 2 y 3 de abril. Esto, pese a que una primera versión del programa del evento contemplaba que diera un discurso y entregara una medalla, de acuerdo con el medio El Confidencial.
“Desaparecidos Ortega, Rosario Murillo y toda su familia del homenaje a Jacinto Suárez. Están cuarenteneados en alguna isla privada o es algo más grave. Ortega ni siquiera mandó un audio para despedir a su amigo”, escribió en Twitter la exguerrillera sandinista Dora María Téllez.
El alejamiento del mandatario de 73 años en medio de esta crisis ha desatado suposiciones de una enfermedad, autoconfinamiento e incluso la muerte, pero ninguna autoridad del país ha confirmado algo al respecto.
Ante la incertidumbre y la falta acciones por parte gobierno de Nicaragua, que permanece debilitado desde que en 2018 estallaron las protestas que pedían la salida de Ortega, han sido los ciudadanos quienes adoptan medidas como cuarentenas voluntarias y mezclas desinfectantes para hacer frente a la pandemia.
“No hacen nada, no dicen nada, eso da temor y mucha gente por eso no sale a las calles”, dijo a la AFP Arnulfo Balladares, cobrador de autobús capitalino de 65 años, según una nota publicada el 28 de marzo.
“La gente tiene miedo de salir por temor a la pandemia; el gobierno no ha tomado medidas“, comentó Juan Montoya, un taxista de 72 años que trabaja porque su pensión de 200 dólares no le alcanza para cubrir sus gastos.
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Nicaragua, dijo a la AFP el analista político y catedrático, Eliseo Núñez, se está convirtiendo en un problema de salud pública por su modelo de violación a los derechos humanos y política sectaria para el resto de la región.
El gobierno no quiere detener ninguna actividad porque “sabe que el golpe económico es grande y como no ha querido resolver el tema de la crisis política, está sumamente vulnerable y cree que esto puede ser el tiro de gracia”, comentó Núñez.
Asimismo, según reporta El Confidencial, un grupo multidisciplinario autoconvocado creó el Observatorio Ciudadano COVID-19 en Nicaragua para recabar información que la población está compartiendo sobre la pandemia y que, aseguran, las autoridades no registran.
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Con información de El Confidencial y AFP