ARTÍCULO DE OPINIÓN
En lugar de negar la realidad, el gobierno federal debería anunciar paquetes de estímulos fiscales y gasto público para detener la caída libre en la que se encuentra la economía mexicana.
A pesar de la deuda soberana, México se encuentra muy por debajo de otros países.
Su nivel de deuda representa el 54.11% del Producto Interno Bruto (PIB).
Para que nos demos una idea, otros países tienen una deuda que duplica el valor de su PIB.
En Japón es del 237%, en Venezuela del 214% y en Italia 133%, seguido por Estados Unidos, con el 107%.
México puede gestionar mayores líneas de crédito ante organismos internacionales e incrementar el nivel de endeudamiento a 60 o incluso 70% de su PIB y estaría bien justificado, siempre y cuando se gaste en lo que es necesario.
El gobierno federal se encuentra en una encrucijada o disyuntiva y su lógica es la siguiente.
Si reconocemos la gravedad del coronavirus, la economía se va en picada.
Si no lo reconocemos, la cantidad de infectados podría rebasar la capacidad de atención.
El año pasado, el gobierno federal demostró una incapacidad para ejercer el gasto público en construcción de infraestructura como carreteras, puertos, escuelas y celebró un superávit presupuestario en un año de recesión. Se tuvo -0.1% de crecimiento en 2019.
Necesitamos gastar en hospitales, clínicas, personal médico y de enfermería.
Desarrollar industria médica propia, para que no dependamos de tecnología ajena y no se diga que no tenemos respiradores porque los acaparó Estados Unidos.
Necesitamos una política de estado, hecha por un líder o estadista, en donde las decisiones se asemejen a que nos encontramos en una crisis similar a una guerra mundial.
Para que se de una reconversión rápida a producir lo que necesitamos y necesitaremos, que son respiradores, camas de hospital, kits de diagnóstico, hospitales y pagarle bien a nuestros héroes, los médicos, enfermeras y personal de mantenimiento.
Pero sobre todo necesitamos entender lo vulnerables que estamos por el desprecio hacia la ciencia y la tecnología.
Esto nos tiene postrados y dependientes de insumos básicos del exterior.
Por ejemplo, aunque los guantes y mascarillas se fabrican en maquiladoras en México, son empresas extranjeras y sus productos también son para el extranjero, y ya no digamos la posibilidad de desarrollar vacunas.
Ojalá que la reacción no sea demasiado tarde. Cada minuto que pasa costará vidas y los efectos serán más profundos.
El autor es economista, especialista en desarrollo regional y en políticas de ciencia y tecnología.