Con los ojos puestos en las presidenciales de noviembre, Donald Trump participó el viernes en Washington en la “Marcha por la vida”, una manifestación de los activistas contra el aborto.
“Los niños no nacidos nunca han tenido un defensor más fuerte en la Casa Blanca”, dijo Trump a miles de activistas contra el aborto congregados en el National Mall, una emblemática zona al aire libre de la capital.
“Cuando se trata del aborto”, dijo el presidente republicano, “los demócratas han adoptado las posiciones más radicales y extremas”.
Al mismo tiempo, a unos pocos cientos de metros de distancia, dentro del Congreso, los senadores continuaron los debates del juicio político en su contra, una mancha indeleble en su mandato.
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— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) January 25, 2020
“Vienen por mí porque estoy luchando por ti y estamos luchando por aquellos que no tienen voz”, dijo a la multitud. “Y ganaremos porque sabemos cómo ganar”.
El millonario republicano, que en 1999 aseguró apoyar la libre elección de las embarazadas, está más que nunca decidido a posicionarse como el presidente más contrario al aborto de la historia.
Su participación en este evento está lejos de ser trivial: en sus 47 años de existencia, la “Marcha por la vida” nunca había recibido a un presidente en ejercicio.
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Marjorie Dannenfelser, presidenta de Susan B. Anthony List, una poderosa organización antiaborto, quiere ver un verdadero “punto de inflexión”.
La manifestación se organiza todos los años alrededor del 22 de enero, aniversario de la decisión emblemática de la Corte Supre “Roe v. Wade”, dictada en 1973, que legaliza la interrupción voluntaria del embarazo en todos los estados de Estados Unidos.
Al acercarse las elecciones del 3 de noviembre, donde se postulará para un segundo mandato, el exempresario de Nueva York, que nunca ha tratado de ampliar su base electoral, sabe que debe conquistar a los cristianos evangélicos blancos. El 81% de ellos votó por él en 2016.
La prueba de Luisiana
Con los nombramientos de Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh para la Corte Suprema, que consolidó a la institución en el conservadurismo, Trump entusiasmó a los militantes contra el aborto.
¿Unas de sus metas soñadas? Deshacer la sentencia “Roe vs. Wade”. O, en su defecto, autorizar a los estados a adoptar leyes muy restrictivas sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
La primera prueba decisiva tendrá lugar en marzo, cuando la Corte Suprema examine una ley adoptada en 2014 en Luisiana, un estado conservador sureño.
El texto estipula que los médicos que se ofrecen como voluntarios para practicar abortos deben tener una licencia para practicar en un hospital ubicado a menos de 50 kilómetros del lugar de la operación.
Según los defensores del derecho al aborto, estas condiciones son demasiado drásticas y solo un médico y una clínica pueden continuar practicando abortos en todo el estado. Un número muy insuficiente, enfatizan, para los aproximadamente 10.000 abortos realizados cada año.