Si hace 20 años a Edel Juárez le hubieran dicho que iba a perder muchas cosas antes de ganar otras y convertirse en escritor, quizá no se hubiera dedicado a este oficio. Pero como nadie se lo advirtió, “se aventó como el Borras”.
Edel comenzó a escribir a los 17 años. “De mis primeros textos está ‘Si existiera un dios’”, cuenta, pero no fue hasta los 21 que decidió arriesgarse. Así que después de abandonar la universidad, trabajar y ahorrar decidió abrir una pequeña pizzería en la que se presentaban algunos amigos cantautores que iban empezando, ahí él podía leer sus textos para darse a conocer.
“La pizzería no me dejaba escribir porque debía atenderla, así que se la vendí a mis socios, vendí todo lo que tenía, saqué mi primer libro, Poemas de soledad y soldaditos, y comencé a presentarme en la peña El Sapo Cancionero con Edgar Oceransky”.
Así duró Edel dos años, hasta que, un día, Oceransky y él decidieron grabar un demo casero con una computadora que tenía en casa (Si existiera un dios/Juro), el cual subieron a internet. Gracias a ese demo un empresario en Puebla los invitó a presentarse en su local. “Nos ofrecían 1,000 pesos, pero como sabía que esto iba a pegar, les dije que 2,000. Nos mandaron a la chingada, pero a los tres meses nos llamaron de nuevo y aceptaron”, recuerda.
Fue así como Edel comenzó su aventura presentándose con diversos cantautores hasta evolucionar a lo que él ha llamado “rock literario”.
—¿Cómo surgió tu rock literario?
—El día que morí de peritonitis (11 de noviembre de 2002) hasta me dieron mi hoja de defunción en el hospital. Afortunadamente, logré “retachar”. Fue después de eso que escribí “Dispara de una vez” y supe que la única forma de sacar ese texto era en rock. Así que formé mi banda, La Falsa Tortuga, e hicimos el disco “En horas hábiles”.
—¿Crees que los artistas deben realizar una crítica social con sus obras?
—La responsabilidad de todos los que tengan un espacio es esa. El problema es que hay quienes están aquí por la fama; esa es la visión de muchos de los que se dedican a la música y está muy jodida porque, si no se analizan ellos, qué van a analizar a la sociedad.
—¿Qué planes vienen para el siguiente año?
—Voy a sacar un libro recopilatorio de estos 20 años de trayectoria. Es uno de a de veras, con pasta dura, código de barras, y yo lo distribuiré. Muchas editoriales se me han acercado desde hace años para asociarse conmigo, pero que te den el 14 por ciento de las ventas se me hace una chingadera.
—¿Qué sentimiento te deja que dos de tus textos sean mal atribuidos a Julio Cortázar?
—Es algo agridulce porque cuando me enteré me dio un subidón de ego, pero eso no alimenta, al contrario, te consume; así que he tenido que desmentir que esos textos sean de él. Creo que es bueno por el hecho de que pase, pero también es un síntoma muy triste de que hemos leído tan poco que se lo atribuimos a los dos autores que conocemos.
—¿Cuál es la satisfacción más grande que te ha dejado ser poeta?
—Que mis poemas sean aprendidos por la gente. Una vez en un puesto de tacos se me acercó una pareja y él me dice: “Edel, le estaba contando a mi esposa que el texto de nuestra invitación de bodas es tuyo y quisiéramos que nos dejaras tomarnos una foto”. He ahí donde está mi más grande satisfacción: que mis textos han conectado con las personas.