¿El inglés es “extraño”? Muchos de nosotros podríamos pensar que si cuando tratamos de explicar las complicadas reglas ortográficas de ese idioma, o el significado de modismos como “it’s raining cats and dogs” (literalmente, “llueven gatos y perros”, frase que se utiliza para indicar que cae una lluvia muy fuerte) a una persona que está aprendiendo inglés. Sin embargo, enseñar o aprender cualquier lenguaje nunca es una tarea fácil.
Pero, ¿qué es un idioma “extraño”? Soy lingüista, y generalmente, quienes nos dedicamos a esa profesión, tratamos de ser tan objetivos como nos es posible en el estudio de los idiomas humanos. Nos consideramos a nosotros mismos científicos de los idiomas que hacen hipótesis sobre la forma en que los seres humanos utilizan su idioma, y contrastamos dichas hipótesis con datos lingüísticos. A diferencia de la llamada “policía del idioma”, pensamos que es importante evitar, siempre que sea posible, hacer juicios de valor con respecto a un idioma.
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Sin embargo, algunos lingüistas informáticos han utilizado datos del Atlas Mundial de Estructuras del Lenguaje (WALS, por sus siglas en inglés) para analizar cuáles lenguajes podrían considerarse como los más “extraños”. No se trata simplemente un juicio de valor; estos especialistas compararon sistemáticamente la información del sitio web del WALS acerca de 239 idiomas de distintas partes del mundo.
Su objetivo era descubrir cuáles idiomas tienen la mayor cantidad de características que los distinguen de otros. En este estudio, el inglés alcanzó el lugar número 33 de una lista de 239 idiomas. Por ello, definitivamente es más “raro” que más de 80 por ciento de los demás idiomas analizados en el estudio.
Sin embargo, los críticos han afirmado que en este estudio se dio el lujo elegir únicamente unas cuantas características de los muchos idiomas que hay en el mundo. De hecho, hay características del inglés que no son tan “extrañas” si se comparan con las de muchos otros idiomas, como su estructura básica de sujeto-verbo-objeto. Analicemos dos de las características del inglés que, de hecho, podrían ser bastante inusuales.
El inglés suena raro
Probablemente, el inglés suene un poco “extraño” para muchos hablantes de otros idiomas. De acuerdo con el WALS, el número promedio de sonidos distintivos del habla en los lenguajes del mundo es de alrededor de 25 o 30, conocidos como “fonemas”.
El pirahã, un idioma autóctono que se habla en la región amazónica de Brasil, tiene un conjunto de fonemas inusualmente pequeño: cuenta con ocho consonantes, y solo tres vocales: /i/, /a/ y /o/.
En contraste, el taa, también conocido como !Xóõ, es un idioma hablado en el sur de África que tiene más de 100 fonemas, entre ellos, muchos tipos distintos de chasquidos. Los lenguajes de señas, como el Lenguaje de Señas británico, o el estadounidense, no utilizan ningún tipo de sonido.
En su lugar, las señas están compuestas de combinaciones de signos hechos con las manos, movimientos de las mismas y ubicaciones sobre o cerca del cuerpo de quien lo habla.
El inglés tiene más fonemas que muchos otros idiomas, con alrededor 44, según la variedad de inglés de que se trate. Tiene un conjunto inusualmente grande de sonidos de vocal: existen alrededor de 11. De acuerdo con el WALS, la mayoría de los idiomas hablados tienen únicamente entre cinco y seis sonidos de vocal.
A esto se debe, en parte, que la ortografía inglesa sea endemoniadamente complicada, ya que ha heredado cinco letras de las vocales del alfabeto romano, y los hablantes deben hacerlas funcionar en más del doble de sonidos.
Asimismo, el inglés tiene algunos sonidos de consonante comparativamente inusuales. Dos de esos sonidos, los representados por las letras “th” en “bath” (que se pronuncia como la “z” del español peninsular) y “bathe” (cuya pronunciación es parecida a la “d” castellana) respectivamente, se encuentran en menos de 10 por ciento de los idiomas analizados en el WALS. De hecho, estos dos sonidos suelen ser algunos de los últimos adquiridos por los niños, y en algunas variedades del inglés no se usan en absoluto.
La cuestión de las preguntas
La gramática inglesa también es “extraña”. En este idioma se utilizan las palabras en distintos órdenes para distinguir entre preguntas y afirmaciones, lo que significa que, en estas últimas, el sujeto de la oración precede al verbo. Tomemos como ejemplo la frase “life is a box of chocolates” (“la vida es una caja de chocolates”). En ella, el orden es el siguiente: sujeto (“life”) seguido por el verbo (“is”). En la pregunta “is life a box of chocolates?” (“¿La vida es una caja de chocolates?”), el orden de estos elementos se invierte.
En un estudio de 995 idiomas realizado por el WALS, en menos de 2 por ciento de los idiomas de la muestra se utilizan diferencias semejantes a las del inglés para estructurar las preguntas. En más de 50 por ciento de ellos, se añade una partícula de pregunta para diferenciarla de una afirmación.
Por ejemplo, en el japonés, se añade la partícula “ka” a una afirmación para convertirla en pregunta. La segunda estrategia más común en el WALS consistía en cambiar el patrón de entonación, por ejemplo, modificando un patrón de entonación descendente (en una afirmación) por uno ascendente (para una pregunta).
En contraste, el mixteco (un idioma precolombino originario de México) es muy atípico porque no utiliza ninguna estrategia gramatical para distinguir entre preguntas y afirmaciones.
Dicho lo anterior, es imposible afirmar de manera concluyente que el idioma inglés es “extraño” o que no lo es, debido a que no se dispone de todos los datos necesarios para hacer esta evaluación. Dado que varios miles de idiomas no están incluidos todavía en el WALS, esto significa que éste solo se puede usar para comparar al inglés con una pequeña proporción de los cerca de 7,000 lenguajes que existen actualmente en el mundo. Por ello, en última instancia, se requiere más documentación sobre los idiomas para comprender mejor la sorprendente diversidad lingüística del mundo.
Adam Schembri, Catedrático de Lingüística, Departamento de Idioma y Lingüística Inglesa, Universidad de Birmingham
Este artículo ha sido reproducido de The Conversation bajo una licencia de Creative Commons
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek