Andrés Manuel López Obrador ha mostrado que no es tan terco como le achacan sus críticos, ni tan tenaz como quiere su propia propaganda. Su reciente acercamiento con los grandes capitanes de los grupos empresariales mexicanos, la misma “mafia del poder” a la que acusaba en sus años de peregrinaje opositor, lo pone en evidencia suficientemente.
Entonces, nada debería impedir que corrija su postura inicial de perdón a los corruptos que han venido desmantelando el aparato público en México para beneficio personal y para auge de los grupos que actúan fuera de la ley, sean de cuello blanco o incluso las violentas bandas armadas que padecemos.
En todo caso, el presidente de la República no tiene la potestad de otorgar perdones a los violadores de la ley, tampoco de decidir donde si realiza investigaciones y donde no. Por lo menos no tiene esa potestad en forma constitucional.
Si así ocurriera, si con tal de no agitar el avispero político, el presidente López Obrador decide que quienes tienen que aguantar vara con sus medidas correctivas son los ciudadanos y no la élite política corrupta a la que quiere sustituir, entonces muy poco habrá cambiado en México.
En lo particular me resulta claro que López Obrador recibió una catástrofe organizada en lugar de un gobierno en funciones. Pemex no será el único obstáculo con el que se encontrará. Sin embargo, como le ocurrió a Ernesto Zedillo que recibió la economía “en camilla” y la dejó caer en el error de diciembre de 1994, AMLO ha agravado el desastre al realizar una intervención intempestiva en el manejo interno de Pemex.
El asunto podría ser entendible y hasta tolerable si estuviera ocurriendo una intervención a profundidad no solo en el terreno operativo sino también en el deslinde de responsabilidades. El saqueo del que el propio López Obrador ha hablado en extenso no puede ser revelado sin exigir que paguen los responsables lo que marca la ley.
Un robo de esta magnitud que permaneciera impune sería ominoso y marcaría con fuego a la pretendida cuarta transformación, que hasta hoy sigue quedando en un eslogan propagandístico y no en acciones contundentes que marquen un cambio de rumbo.
¿Qué garantizaría que la toma de poder en Pemex que se realiza en estos momentos no derive en lo mismo, en una nueva administración del saqueo con cambio de beneficiarios, si se extiende un pacto de impunidad a los responsables de lo ocurrido en los años pasados? ¿De qué habría servido el sacrificio de los ciudadanos, la afectación a las actividades productivas, la alteración de la cotidianidad? Parecería solo una cortina de humo.
Hay un ejemplo claro en el pasado reciente del país. El Vicente Fox que hoy quiere asumirse como un patético vocero opositor, en su momento pactó ampliamente con los esquemas de poder priistas a los que había desplazado en medio de una gran esperanza de cambio.
Tolerar la corrupción del pasado inmediato, extender de facto un decreto de punto final a la corrupción, pactar con Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo, terminó por agotar el impulso de cambio y propició el ingreso a los esquemas de corrupción del gobierno foxista por la puerta grande.
De momento, en la crisis de abasto de combustible, tenemos dos hechos innegables: ciudadanos afectados en un porcentaje importante del país sin deberla ni temerla; y absoluta ausencia de responsables del desastre heredado.
En la medida en que esas dos variables continúen profundizándose, las explicaciones y las justificaciones del nuevo gobierno se verán melladas y las consecuencias de la turbulencia pasarán a ser de su exclusiva responsabilidad.
Postdata
Cuando concluía esta columna leí el desplegado firmado por Carlos Romero Deschamps en medios nacionales, en el cual otorga su respaldo a las medidas tomadas por López Obrador en “su valiente lucha contra la corrupción en PEMEX”.
Vaya cinismo.
Sin embargo, eso no extraña en el dirigente petrolero cuyo sindicato maneja muchas franquicias de gasolineras a nivel nacional, que tiene la mano metida hasta el fondo en el sistema de saqueo organizado del patrimonio de la empresa, y que aspira a continuar haciéndolo acomodándose a las nuevas circunstancias.
Si extraña en cambio que, en su respuesta al tema, durante su conferencia mañanera de este miércoles, AMLO identifique el apoyo de Romero con el de los trabajadores de PEMEX, legitimando con ello un liderazgo impuesto a través de corrupción y violencia.
Así empezó Vicente Fox, habría que verse en ese espejo.