Al colapsar la economía turca, sus refugiados podrían terminar en Europa, con lo que se amenazaría la frágil coalición de Angela Merkel.
En 2015, millones de refugiados sirios cruzaron fronteras terrestres y marítimas en su esfuerzo para escapar de la guerra brutal que habían padecido durante cuatro años. Muchos decidieron emprender el peligroso viaje en frágiles embarcaciones, surcando el mar Egeo para ampararse en Grecia, una nación que vivía una crisis propia: la económica.
En 2016, para quitar algo de la carga a Atenas —y cerrar la llamada ruta de los Balcanes—, la Unión Europea propuso un trato a Turquía: el país (que no es parte de la UE) recibiría cerca de 6,600 millones de dólares en ayuda si aceptaba a la mayoría de los refugiados. Además, la Unión Europea alojaría un refugiado radicado en Turquía por cada turco que regresara a su país, si bien la UE limitó la cifra a 72,000 personas.
Hoy hay 3.5 millones de refugiados en Turquía, la mayoría originarios de Siria, y al menos medio millón de otras partes de Oriente Medio y África del Norte. “Aunque no se han integrado a la sociedad turca, esos refugiados se han beneficiado de la acogida gubernamental”, dijo Bulent Aliriza, director de Turkey Project, organización del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, en Washington, D.C. En entrevista con Newsweek, agregó que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan “dice que esas personas le han costado 20 mil millones de dólares en fondos no presupuestados. Con semejante desembolso, resulta bastante evidente que [el mandatario]ha estado dispuesto a gastar. Pero quién sabe qué sucederá si añades otro millón de refugiados al total actual”.
Según diversos cálculos, ese millón es la cantidad de personas que abandonarán Siria el próximo año debido al conflicto. Y Turquía ya no es la nación que fuera en 2016. La agitación económica (debida parcialmente a las nuevas sanciones estadounidenses) han ocasionado que la lira caiga a niveles récord, y que la inflación oscile en 16 por ciento. Si Turquía no tiene los recursos económicos para sostener a la nueva oleada de refugiados, estos podrían dispersarse en Europa, lo cual tendría graves consecuencias políticas para personajes como la canciller alemana Angela Merkel, quien ya enfrenta una lucha política interna con sus socios de coalición por el tema del control migratorio en Alemania.
Unión Social Cristiana, socio de la coalición de Merkel, pretende mantener su reputación como partido conservador de derecha adoptando una postura firme frente a la inmigración. El dirigente de USC, Horst Seehofer -quien también es el ministro del Interior alemán-, amenazó con renunciar a su cargo si Merkel no encontraba la manera de limitar la cantidad de asilados en el país. La presión de la derecha ha forzado a Merkel a negociar acuerdos para reubicar refugiados en otros países UE, incluidos España e Italia.
Con todo, expertos señalan que lo más probable es que Grecia, y no Alemania, lleve la mayor parte de la carga derivada de cualquier cambio en la capacidad turca para sostener a migrantes y refugiados. Y aunque sería desastroso para la persistente fragilidad económica griega, Aliriza no cree que el impacto recaiga en el resto de la Unión Europea. “Han cerrado la ruta de los Balcanes”, apunta. “Si empiezan a salir barcos de Turquía, el problema volverá a ser de Atenas”.
Erdogan ha amenazado, varias veces, con cancelar el acuerdo de 2016, argumentando que la UE no ha cumplido con su parte del trato. Pero dadas las dificultades financieras de Turquía, algunos analistas consideran que mantendrá su palabra. Porque, en esencia, necesita el dinero.
“A corto plazo, dudo que haya un gran impacto para la Unión Europea”, comenta Ross Wilson, experto en Turquía del Consejo Atlántico en Washington, D.C. Pero, “si la crisis económica persiste y el gobierno turco tiene que recortar seriamente los fondos públicos, los programas para refugiados estarán en el tajo”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek