Casquillos, listones amarillos, cadáveres, patrullas con sirenas encendidas y una población entre el asombro y el riesgo.
La escena puede ser en un restaurante, la calle o una vivienda, y los testigos aparecen atentos, curiosos o hasta impasibles.
Hace menos de diez años, Tijuana fue considerada ejemplo a nivel nacional en el combate al narcotráfico, pero hoy luce rebasada por una violencia cada vez más cruda que amenaza la salud emocional de sus habitantes.
El año pasado fue el más funesto en la historia del municipio con casi mil 800 asesinatos, y en seis meses del 2018, la PGJE ya cuenta más de mil 100 víctimas que relaciona principalmente con el tráfico de drogas.
La mayoría de esos crímenes fueron cometidos con arma de fuego, pero la Subprocuraduría de Justicia dice que hay un “atípico” aumento de cuerpos desmembrados.
María Concepción Esparza, jefa del Departamento de Psicología del Hospital General de Tijuana dice que en este ambiente crecen el estrés y la ansiedad.
Las personas que observan una escena del crimen pueden tener distintas motivaciones, pero nunca nadie debe acostumbrarse a presenciar estas imágenes.
“Es un tiempo para pensar fríamente con la cabeza y emocionalmente hablando, qué estamos haciendo para que nos estemos encontrando con una sociedad tan llena de violencia”, sugiere.