Parece que Vladimir Putin está tomando medidas serias contra la corrupción, pero algunos analistas creen que hay otros intereses detrás.
POCO ANTES DEL AMANECER, a principios de febrero, oficiales fuertemente armados del servicio de seguridad FSB de Rusia irrumpieron en una mansión en Daguestán, una república volátil en el sur del país. La mansión pertenecía a Abdusamad Gamidov, el líder de Daguestán impuesto por el Kremlin. Mientras los oficiales inspeccionaban su residencia, descubrieron una exhibición pasmosa de riqueza. Había relojes de diseñador, pieles raras, un tigre disecado e, incluso, una pistola recubierta de oro con las tres primeras letras del apellido del líder grabadas en la cacha.
Las autoridades rusas rodearon a Gamidov, dos de sus segundos y otros altos funcionarios y los acusaron de malversar fondos estatales (todos sostuvieron su inocencia).
Sus arrestos fueron parte de una acción severa en contra de presuntos funcionarios corruptos. En diciembre, las autoridades rusas encarcelaron a Alexei Ulyukayev, ministro de Economía, por ocho años, bajo cargos de solicitar un soborno por 2 millones de dólares a Igor Sechin, el poderoso director de la petrolera rusa Rosneft. Ulyukayev, el primer ministro en funciones que ha sido arrestado en Rusia desde 1953, supuestamente fue víctima de una “trampa cruel y horrenda”.
Meses después, las cortes rusas encarcelaron a dos gobernadores regionales, Nikita Belykh y Alexander Khoroshavin, bajo cargos de soborno. Las autoridades acusaron que Khoroshavin tenía alrededor de 1.7 millones de dólares en efectivo ilícito en su casa, así como pilas de costosa joyería de diseñador, incluida una pluma incrustada con diamantes que valía más de 600,000 dólares. REN TV, un canal a favor del Kremlin, dijo que las sentencias demostraban que no había intocables en la lucha del gobierno contra la corrupción (ambos hombres negaron las acusaciones).
El timing no fue una coincidencia. Los rusos pronto votarán en la elección presidencial del país. Su líder desde hace mucho tiempo, Vladimir Putin, casi con toda seguridad ganará y se asegurará otros seis años en el cargo. Channel One, la estación emblemática de la televisión estatal rusa, celebró las detenciones en Daguestán como parte de una “batalla a gran escala contra la corrupción”, mientras que Life News, un popular sitio web a favor del Kremlin, reportó que la república había sido “purgada de funcionarios corruptos”.
Los analistas dicen que los cargos en contra de los funcionarios de Daguestán eran parte de las acciones del Kremlin para endurecer su control sobre la región inquieta. Los arrestos en masa, junto con las largas sentencias que le dieron a Ulyukayev y los gobernadores regionales, también le han permitido a Putin presumir sus credenciales contra la corrupción antes de la elección. “Para hacer valer la ley, las agencias recibirán apoyo político en esta labor”, les dijo a los funcionarios de la oficina del fiscal general el 15 de febrero. “Les solicito que actúen con la máxima decisión”.
Putin tiene altos índices de aprobación, y las encuestas de opinión muestran que los rusos no suelen culparlo de los problemas sociales, como el aumento en la pobreza. Pero la corrupción es una de sus pocas vulnerabilidades. Un sondeo de opinión pública, publicado el año pasado por el Centro Levada, la única encuestadora independiente de la nación, indicó que 67 por ciento de los rusos hace responsable a Putin del fraude en altos niveles y la malversación que le cuesta al país decenas de miles de millones de dólares cada año. Casi 80 por ciento dijo creer que el gobierno ruso está embrollado “totalmente” o en “un grado significativo” en la corrupción.
Y la gente se está enfureciendo. En meses recientes se ha visto un aumento marcado en protestas por toda Rusia, según el Centro de Reforma Económica y Política, un grupo de expertos domiciliado en Moscú. “La corrupción es una de las razones detrás de un aumento en conflictos sociales y protestas relacionadas con el trabajo”, dijo un informe publicado por el grupo de expertos en noviembre de 2017.
Lo que ha exacerbado la debilidad de Putin es una serie de investigaciones hechas por Alexei Navalny, un eminente crítico del Kremlin. Hasta ahora, más de 26 millones de personas han visto un video en línea de la Fundación Contra la Corrupción de Navalny que acusa de un fraude masivo a Dmitry Medvedev, el primer ministro. El video, que fue publicado en marzo de 2017, también llevó a repetidas protestas a escala nacional que resultaron en más de 1,500 arrestos el año pasado. “Es muy importante para las autoridades el mostrar que siguen siendo los actores principales en la batalla contra la corrupción”, dice Ilya Shumanov, subdirector de la división rusa de Transparencia Internacional, la organización mundial contra los tejemanejes. “Están tratando de demostrar que en verdad están tomando acciones”.
Esa tarea se ha vuelto más urgente antes de las elecciones. Aun cuando Putin no tiene contendientes serios, los enterados dicen que el Kremlin está desesperado por que el presidente obtenga por lo menos 70 por ciento de la votación con una asistencia de 70 por ciento, para subrayar su legitimidad. “Las autoridades entienden que necesitan obtener cantidades grandes de puntos políticos en las vísperas de las elecciones presidenciales”, dice Abbas Gallyamov, un escritor de discursos para el Kremlin convertido en consultor político.
No es la primera vez que al Kremlin le preocupa la corrupción rampante y cómo deja al gobierno abierto a las críticas. En 2011 y 2012, la gente salió en masa a las calles de Moscú, protestando por un supuesto fraude electoral en favor del partido gobernante de Putin, Rusia Unida. Esas manifestaciones, que continuaron hasta 2013, se enfocaron cada vez más en acusaciones de corrupción entre la élite del Kremlin. “¡Putin es un ladrón!” era una de las consignas más populares. Fue una demostración sin precedentes de disensión en contra del sistema político ruso cuidadosamente manejado.
Pero las protestas menguaron cuando Rusia se anexó Crimea tras quitársela a Ucrania en 2014, una oleada de patriotismo se extendió por el país y los índices de aprobación de Putin se dispararon a máximos históricos. No fue sino hasta que finalmente se disipó la euforia que los funcionarios del Kremlin de nuevo fueron obligados a considerar cómo abordar la ira resurgente por la corrupción. ¿Su solución? “Purgar a funcionarios regionales y darles condenas largas”, dice Gallyamov.
Pero la apuesta del Kremlin para convencer a los rusos de que es real su retórica en contra de los tejemanejes ha tenido un éxito limitado. Las encuestas de opinión indican que un número significativo de personas cree que los juicios a funcionarios del gobierno se llevan a cabo ya sea enteramente como un espectáculo o son simplemente el resultado de luchas políticas internas. “La ausencia de responsabilidad significa que hay una falta de confianza en las autoridades”, dice Shumanov, de Transparencia Internacional.
Conforme se acercan las elecciones, Navalny está presionando más al Kremlin. En febrero, acusó a Oleg Deripaska, un oligarca vinculado con el Kremlin, de sobornar a Sergei Prikhodko, adjunto del primer ministro. Navalny hizo la acusación después de que surgieron un video y fotografías de los dos hombres en el yate de lujo de Deripaska en la costa de Noruega, supuestamente en la compañía de una acompañante. “Un oligarca lleva a un alto funcionario del gobierno de paseo en su propio yate; eso es un soborno”, dijo Navalny en un video que hasta ahora ha tenido más de 5 millones de vistas.
Deripaska no negó que sucediera la reunión, pero llamó “indignantes” a las acusaciones de soborno. ¿La respuesta de las autoridades rusas? En vez de iniciar una investigación, bloquearon el acceso al sitio web de Navalny. Deripaska también obtuvo un requerimiento de la corte que ordenaba a los sitios web eliminar los videos y fotografías, los cuales, dice, fueron una violación de su privacidad.
Alrededor de una semana después de sus acusaciones contra Deripaska, Navalny acusó a Putin de presumir su riqueza supuestamente mal habida al usar una selección de lujosos relojes de pulsera con un valor total de 36 millones de rublos (639,000 dólares). Esa suma es casi el equivalente a los ingresos totales oficiales del presidente desde que regresó al Kremlin en 2012. “Al parecer, Putin pidió un adelanto del salario de seis años —dijo Navalny en febrero—, y lo gastó todo en relojes”.
El Kremlin no ha comentado sobre las acusaciones. Sin embargo, el 19 de febrero la policía detuvo a Roman Rubanov, una figura clave de la organización contra la corrupción de Navalny y lo acusó de organizar protestas ilegales. Fue sentenciado a diez días en prisión. Días después, Leonid Volkov, jefe de personal de Navalny, fue encarcelado por 30 días por retuitear un video del líder de la oposición al ser detenido. Las sentencias se dieron después de que cortes rusas les dieron sentencias breves a otros dos miembros del grupo de Navalny, de nuevo por cargos relacionados con protestas. Mientras tanto, Navalny se ha librado de la cárcel este año, al momento de esta publicación (él pasó más de dos meses tras las rejas en 2017).
Para los críticos del Kremlin, estos acontecimientos fueron aún más prueba de que la muy cacareada campaña contra la corrupción es una farsa pensada para mejorar la imagen de Putin antes de las elecciones. Como dice un chiste popular en línea: “En Rusia, las autoridades no combaten a la corrupción; combaten a quienes combaten a la corrupción”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek