Investigadores creen haber identificado una causa posible de la epidemia del siglo XVI que aniquiló a un pueblo indígena mesoamericano conocido como los mixtecos. Y está relacionada con el bicho que podría provocarte intoxicación alimentaria al comer barbacoa contaminada.
A partir de 2004, los investigadores exhumaron varios de los más de 800 cuerpos sepultados en fosas masivas. Y el ADN de una cepa de salmonella apareció en los restos de las personas que murieron durante la epidemia; de manera específica, en la pulpa dental. Los hallazgos fueron publicados en Nature Ecology and Evolution.
Hasta 90 por ciento de la población del centro de México y Guatemala pereció durante la epidemia. Kirsten Bos, antropóloga física del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y una de las autoras principales del artículo, dijo a Newsweek: “Fue una mengua poblacional catastrófica”.
Los investigadores recurrieron a enormes bases de datos bacterianas que ya han sido secuenciadas genéticamente. Al aplicar de manera innovadora una técnica llamada Megan Alignment Tool (MALT), Bos y sus colegas utilizaron las bases de datos como fundamento para identificar a los microbios ocultos en los dientes antiguos. Correlacionaron las secuencias de ADN que encontraron con las secuencias de ADN de las bacterias modernas; y de las bacterias que lograron identificar, la salmonella fue el único patógeno.
Para confirmar que era salmonella, el equipo tuvo que reconstruir todo el genoma. Cosa nada fácil. Las moléculas de ADN se degradan con el tiempo, de suerte que, muchas veces, los filamentos extraídos solo son pequeños fragmentos. “Es como un espejo roto, y tienes que recomponerlo de alguna manera”, dice Bos. A partir de “cebos” específicos para salmonella —según la expresión de Bos—, el equipo se puso a “pescar” cualquier fragmento que pudiera corresponder al genoma. Luego, unieron los fragmentos como si fuera un rompecabezas, usando el genoma moderno de salmonella como andamio.
La cepa de salmonella responsable de la antigua epidemia es genéticamente similar a las bacterias que hoy causan intoxicación alimentaria. Pero eso no significa que comer carne cruda desencadene un brote de una superbacteria. “Los cambios pequeños tienen impactos grandes”, señala Hendrik Poinar, investigador principal en el Centro de ADN Antiguo de la Universidad McMaster, quien no participó directamente en el estudio. “Todas estas cepas son relativamente parecidas, pero no hace falta un cambio muy grande para que se vuelvan agresivas”.
La bacteria que identificó el equipo es una variante de Salmonella enterica llamada Paratyphi C, la cual puede causar una enfermedad semejante a la fiebre tifoidea. Y la ubicación del ADN bacteriano —en la pulpa dental— significa que el agente entró en la sangre, donde es probable que provocara una respuesta séptica rara vez vista en la época de los antibióticos. Los investigadores opinan que es probable que los colonizadores españoles introdujeran el microbio.
Novedosa y exitosa, la estrategia de Bos y su equipo abre la posibilidad de identificar la causa subyacente de otras muertes masivas y misteriosas a lo largo de la historia. “Estamos muy entusiasmados con las posibilidades que nos aguardan”, dice Bos.
El ADN no es la única manera de averiguar qué pudo haber matado a alguien hace siglos. A veces, las pistas de un esqueleto apuntan a posibles culpables. La tuberculosis y la viruela pueden dejar señales evidentes sin secuencias genéticas. En estos casos, los científicos buscarían solo los rastros genéticos del sospechoso principal. No obstante, la búsqueda puede verse influida, fácilmente, por las predicciones. “Si buscas peste, encontrarás peste, así de simple”, explica Poinar.
Y, a veces, los investigadores se quedan con las manos vacías. Poinar y su equipo intentaron encontrar ADN de viruela en los restos de una momia medieval. “Nos preguntábamos, ¿por qué no encontramos viruela?”, recuerda. En cambio, persistían en aislar ADN de hepatitis B. Entonces, los expertos se dijeron que la hepatitis B puede causar un sarpullido facial en los niños. “La morfología puede ser engañosa, y es aquí donde resultan útiles estas técnicas”, dice. Al final, Poinar y su equipo concluyeron que la momia no murió de viruela, sino de hepatitis B, como informan en PLOS Pathogens.
El nuevo método, basado en MALT, puede usarse cuando fracasan otras estrategias, porque muchas enfermedades no dejan rastros en el cadáver ni en los libros de historia. “Solo hay un puñado de enfermedades que contribuyen, directamente, a los rasgos característicos que presenta un esqueleto”, informa Bos. “O bien, sobre las que existe un contexto histórico que indica que pudo ser la enfermedad A o la enfermedad B”.
Esta investigación no es definitiva. Cabe la posibilidad de que algo más haya causado la epidemia, señala Bos, si bien esta bacteria es un candidato muy fuerte. Y aunque podría estar próximo el final del misterio sobre esta epidemia, hay muchas otras epidemias que aguardan a expertos en ADN antiguo como Bos. Tantas, que la investigadora no quiso mencionar una aplicación específica. “No quiero encajonarme”, confiesa.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek